Las parodias y las caricaturas son las críticas más penetrantes. (Aldous Huxley)
La imagen que en el presente opúsculo oficia de portada, corresponde a una litografía de Henri Stein publicada en su periódico El Mosquito, edición del domingo 11 de setiembre de 1881, bajo el título “MITOLOGÍA ENTRERIANA” (sic) y con un epígrafe que reza: “Paris-Antelo quiere dar la manzana a Juno-Febre. Hay gustos que merecen palos”.
La ilustración es alusiva a la situación política de Entre Ríos en 1881, en torno a la puja por la sucesión en el gobierno provincial para el período 1883-1887, y remite a la mitología griega, más precisamente, al Juicio de Paris: Eris (la diosa de la discordia), deja en la boda de Peleo y Tetis una manzana dorada para que sea entregada a “la más bella”. Hera (hermana y esposa de Zeus y diosa del matrimonio); Afrodita (diosa del amor sensual); y Atenea (diosa de la inteligencia y la guerra) se la disputan (de allí lo de manzana de la discordia). Ante esa pelea, Zeus, por conducto de Hermes, le encarga a Paris (príncipe troyano hijo del rey Príamo) dirimir la cuestión entregándola a quien juzgue la más bella de entre las tres diosas, y éste se decide por darla a Afrodita, porque ésta le había prometido el amor de la mujer más hermosa de la tierra: Helena (esposa de Menelao, rey de Esparta). Paris “rapta” a Helena (que muy gozosa y complaciente se deja “raptar”) haciendo cornudo a Menelao, y fue así que se desata la guerra de Troya que narra Homero en La Ilíada.
Stein establece un alegoría con el Juicio de Paris asignando el rol de tal al por entonces gobernador de Entre Ríos: el coronel José Francisco Antelo, al que nos lo muestra como entregando la manzana dorada (el próximo gobierno provincial) a Ramón Febre, quien aparece caracterizado como la diosa Juno (en la mitología romana, equivalente a Hera). Detrás de Paris-Antelo y de Juno-Febre, se sitúan, de izquierda a derecha, los otros dos aspirantes al gobierno: Eduardo Racedo y Diógenes de Urquiza, caracterizados respectivamente como Afrodita y Atenea.
Pero… ¿qué ocurría para que Antelo (federal, autonomista y adherido a la liga de gobernadores que había levantado y apoyado la candidatura del general Julio A. Roca) mirara con simpatía para sucederlo en el gobierno de Entre Ríos, nada menos que al unitario y liberal Ramón Febre? Es que había entrambos una muy cordial relación surgida a partir de uno de esos raros avatares de la política vernácula en que terminan confluyendo dos hombres a priori situados en las antípodas ideológicas: Febre había sido el gobernador anterior a Antelo, y estando próximo a concluir su mandato sorprendió a propios y extraños apoyando la candidatura de éste para sucederlo en el cargo. Y no se quedó sólo en eso, sino que además; usó sin disimular toda su influencia haciendo que el Club Libertad la proclamase, y hasta hizo que el periódico El Liberal se constituyera en su órgano propagandístico. ¡Inaudito: un acérrimo unitario, liberal, y por añadidura; muy amigo de Sarmiento, llevando del brazo al gobierno a un urquicista y federal a machamartillo! Es que más allá de pensamientos diferentes, aquellos dos hombres coincidían en privilegiar lo que consideraban las conveniencias de la provincia. Fue Febre quien en agosto de 1878 expresó en carta a Antonio del Viso (por entonces gobernador de Córdoba) su intención de integrarse a una liga de gobernadores para actuar de consuno en las cuestiones electorales, y también fue él quien en 1879, presidió en Concepción del Uruguay el acto de proclamación de la candidatura de Julio A. Roca a la presidencia de la República. Así las cosas, elegidos Antelo gobernador para el período 1879-1883 y Febre senador nacional (que lo sería desde 1880 hasta 1889), el primero, agradecido, se propuso a sí mismo que llegado el momento, devolvería gentilezas propiciando y auspiciando el retorno del segundo al gobierno provincial.
Y tal como a su turno lo había hecho Febre, Antelo se sumó a la liga de gobernadores que sostenían la candidatura de Roca; si bien es menester citar que tuvo en eso un “pequeño desliz”: la feroz oposición al Zorro en Buenos Aires, movió al presidente Nicolás Avellaneda a designar, el 28 de agosto de 1879, ministro del Interior a Sarmiento —lo cual en la práctica implicaba oficializar la postulación de éste a la presidencia en tanto se lo convertía en amo y señor de las situaciones provinciales—, y ante esa circunstancia Antelo, empeñado en identificarse con el gobierno nacional a como diera lugar, se apresuró a enviar al sanjuanino un telegrama de felicitaciones en el cual consignaba que adhería complacidísimo (sic) a su candidatura. No obstante, convengamos en que ello no significaba una defección de Antelo, ya que por esos días hasta Roca dudaba seriamente de sus posibilidades reales de presidir la República (y así lo entendió él mismo, porque superados todos los escollos y una vez en el poder luego de la guerra civil de 1880, nada hizo contra Antelo —a quien dicho sea de paso, le cupo una destacadísima participación en lo militar a favor de la Nación—, sino que por lo contrario; siguió brindándole su apoyo —y de hecho, los electores de Entre Ríos, a instancias del gobierno provincial, habían votado por él—).
En cuanto a los otros dos postulantes a la gobernación, es decir Diógenes de Urquiza y Eduardo Racedo, el primero no tenía mayores méritos que exhibir y no contaba más que con la portación de un apellido notable, y encima; su candidatura iba a contrapelo de los tiempos político-sociales que corrían en la provincia, ya que tanto Febre como Antelo habían harto evidenciado su voluntad de favorecer la conciliación y pacificar los espíritus; mientras que él, para los sectores del jordanismo que aún pervivían, representaba poco más o menos que una ofensa intolerable.
Muy distinto era el caso de Racedo, quien contaba con simpatías y muy sólidos apoyos en el autonomismo cordobés en tanto era amigo y socio comercial del gobernador Miguel Juárez Celman, y mantenía estrechos vínculos con el ministro del Interior del gobierno nacional: Antonio del Viso. Así, en esa partida era Racedo quien parecía tener los mejores naipes, pero… parecía, nomás; porque hasta allí, le faltaba contar con el elector principalísimo: el presidente Julio A. Roca, quien a pesar de que Racedo había sido uno de sus altos oficiales en la Expedición al Río Negro, y de haberlo ascendido al grado de coronel mayor (equivalente al de general de brigada); no lo consideraba amigo.
De mantenerse ese statu quo, el triunfo de la candidatura de Febre (quien era el preferido por Roca) estaba asegurado; pero sabido es que a seguro lo llevaron preso y ocurrió algo que vino a dar por tierra con esa expectativa: su voto ( el de Febre quiero decir) en el senado de la Nación (como consigné precedentemente, era senador por Entre Ríos) contrarió la política presidencial en la cuestión intervención federal a Santiago del Estero, y entonces al desconfiado Zorro, los rumores que circulaban insistentemente vinculando a Febre con Dardo Rocha (y que hasta entonces había desdeñado), se le convirtieron en certezas.
Súbitamente todo mudó de color: el órgano periodístico “oficial” del roquismo, es decir, el diario La Tribuna Nacional, que venía ninguneando a Racedo y ensalzando a Febre, dio un giro de 180° tanto en la opinión que sustentaba, como así también en el favorecido por su propaganda proselitista: en sus páginas los denuestos para el uno se transformaron en elogios y las alabanzas para el otro se tornaron acerbas críticas. Ante semejante andanada, el ahora cascoteado y muy dolorido Febre renunció su candidatura; Antelo, que era quien la venía sosteniendo, se vio obligado, por expresas y precisas instrucciones de Roca, a favorecer la de Racedo; y este último terminó siendo elegido y proclamado gobernador. Eso sí: hasta donde me es dable saber, Afrodita-Racedo no le concedió a Paris-Antelo el amor de ninguna Helena para sobornarlo a fin de que le diera la manzana dorada de la gobernación (la que dicho sea de paso, desempeñaría de un modo excelente). Ah, y Juno-Febre no mereció del Zorro ni siquiera que éste, antes de matar su candidatura, le dijese: “nada personal, sólo son negocios”: la amistad entre ellos se quebró, y en 1889, tras cumplir su período como senador, hubo de abandonar definitivamente la política.
Y para concluir, permítame usted, querido lector, que abuse un tanto de su tiempo poniendo la lupa sobre el extraordinario talento periodístico y la agudísima percepción de Stein, cuyo vaticinio expresado en ese elocuente “hay gustos que merecen palos” del epígrafe, resultaría a la postre certero en tanto predijo más de un año y medio antes del desenlace de los sucesos lo que con exactitud ocurriría en torno a la cuestión gobierno de Entre Ríos. ¿Información privilegiada, sesudo análisis, asombrosa intuición? ¿Cuál de todos esos factores habrá sido el que mayor peso tuvo al momento de conducirlo a profetizar con precisión lo que iba a acontecer? Chi lo sa… pero tengo para mí que fueron todos ellos; más el plus que otorgan la objetividad y el desprejuicio: lo que Olegario V. Andrade no atinó a ver y expresar en La Tribuna Nacional (diario roquista enragé); sí fue clara y perspicazmente captado y señalado por Stein en El Mosquito (periódico que si bien por entonces navegaba plácidamente en las aguas del roquismo; también lo haría después con igual comodidad en las del juarismo).
Stein tenía la posta. ¡Y vaya si la tenía!
-Juan Carlos Serqueiros-
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REFERENCIAS DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS
AGN. Biblioteca Ernesto Celesia. Tomo I: Libros y publicaciones periódicas. AGN 17376.
Alonso, Paula. En la primavera de la historia. El discurso político del roquismo a través de su prensa en los años 80 (en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 3° serie, n°15, 1° semestre 1997, págs. 35-70).
BNMM. Hemeroteca. Periódicos. El Mosquito, año XIX, ed. n° 975, 11.09.1881.
Diario La Prensa. Buenos Aires, ed. 25.10.1882.
Diario La Tribuna Nacional. Buenos Aires, eds. 14.07.1881, 26.04.1882 y 03.11.1882.
Duarte, María Amalia. Roca y la Liga de gobernadores en el Litoral (en Investigaciones y Ensayos n° 37 en/jun. 1988 págs. 265-290. Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1988).
Reula, Filiberto. Historia de Entre Ríos. Política, étnica, económica, social, cultural y moral t. 2. Editorial Castellví, Santa Fe, 1971.
Rivero Astengo, Agustín. Juárez Celman. 1844-1909. Estudio histórico y documental de una época argentina. G. Kraft, Buenos Aires, 1944.
Rosa, José María. Historia argentina t. 8. Editorial Oriente, Buenos Aires, 1974.
Urquiza Almandoz, Oscar F. Historia de Concepción del Uruguay 1783-1890. Editorial Entre Ríos, Paraná, 2002.
Disculpas por poner este comentario acá, pero luego de navegar por el blog buscando el análisis de El Tábano en la Oreja no lo encontré. Está publicado? Gracias!
ResponderEliminarHola! No te preocupes, no hay problema, lo pongas donde lo pongas, todos los comentarios son leídos y publicados. No, no hice aún el análisis de El tábano en la oreja; lo tengo pendiente.
EliminarGracias, maestro. Sigo tus análisis desde la época del foro de rock.com.ar, se me cayó una sota.
ResponderEliminarjajaja no te procupes por la sota, mucho peor estoy yo que me acerco peligrosamente a la setentena 😄
EliminarYo tengo exactamente la mitad, ojalá llegar con ese entusiasmo a los 70. Aparte sos unos de los pocos privilegiados que alguna vez vio campeón a Huracán.
ResponderEliminar*Perdón pero soy de Estudiantes y no me pude aguantar la chicana, jajaja.