Escribe: Juan Carlos Serqueiros
CEREMONIA DURANTE LA TORMENTA
(Solari)
La belleza atrae a malvados,
más que a cualquier cosa.
Hay de lavanda un bombón,
en mujeres con tibios manjares.
Y hay ceremonias en la tormenta...
Y hay también un topacio en Brasil,
que quita los dolores,
y un abundante buffet del hotel
esperando en tu suite por la cita.
Y hay ceremonias en la tormenta...
Fino cristal, licor de Ecuador,
en la copa refleja tu risa
y así ves que no alcanzarás
a calmar esa sed que afiebra.
Y siempre te sentís vulgar
si alquilás cruceros de amor.
Corazón encadenado y triste
que guardás en tu aburrida virtud.
Fuego prendés, un leño acercás,
paladeás castañas asadas
y mirás el mar y la vida se ve
demasiado gris... sin deseos
Y hay ceremonias en la tormenta...
Te bronceás y elegís
y querés atrapar esa linda piba de Borneo,
la corrés, la alcanzás... y el amor se te va...
otra vez escapa de tus manos.
Y hay ceremonias de piedad
en la tormenta...
No las ves?
Poderoso dios de amor,
enviá la tormenta ya!
-Juan Carlos Serqueiros-
si alquilás cruceros de amor.
Corazón encadenado y triste
que guardás en tu aburrida virtud.
Fuego prendés, un leño acercás,
paladeás castañas asadas
y mirás el mar y la vida se ve
demasiado gris... sin deseos
Y hay ceremonias en la tormenta...
Te bronceás y elegís
y querés atrapar esa linda piba de Borneo,
la corrés, la alcanzás... y el amor se te va...
otra vez escapa de tus manos.
Y hay ceremonias de piedad
en la tormenta...
No las ves?
Poderoso dios de amor,
enviá la tormenta ya!
Este, track número 3 del compacto El perfume de la tempestad, tiene una letra que es de las más explícitas —o "directas", como dirían aquellos creadores del mito (¿sandez?) de lo "críptico" (?) de la poesía solariana— que haya escrito el Indio. Pero ojo al piojo: que sea explícita no necesariamente significa que carezca de metáforas, por lo contrario; las tiene, y con mucha tela para cortar, además.
El tema está debidamente registrado en SADAIC el 23.03.2011 bajo el código de obra 1280018, con derechos exclusivos de composición y autoría reservados a favor de Solari, Carlos Alberto o cualquiera de sus dos pseudónimos artísticos: El Indio Solari y El Fisgón Ciego. Extrañamente —extrañamente para mí, quiero decir, que desconozco los procedimientos del registro de obras musicales—, no figura en los créditos el pseudónimo Caballo Loco, que fue el que utilizó para ese disco, en cuyo packaging se lee: "Música, letra e ilustraciones por Caballo Loco" (sic).
El título nos llama a sumergirnos en una tormenta de placeres desatados, mientras en medio de ella, alguien cumple una serie de rituales cuidadosamente preparados y que constituyen en sí mismos toda una ceremonia.
El título nos llama a sumergirnos en una tormenta de placeres desatados, mientras en medio de ella, alguien cumple una serie de rituales cuidadosamente preparados y que constituyen en sí mismos toda una ceremonia.
La temática de la letra aborda la angustia existencial de un chabón que lo tiene todo. Todo... menos el amor.
Es, en buena medida, la visión de Solari con respecto al hedonismo; pero sin que ello implique asumir una posición, sea esta contraria o favorable (¿se acuerdan de aquello de "sin un estandarte de mi parte" o de "vos gritás —¡no logo! / o no gritás —¡no logo! / o gritás —¡no logo... no!"?, bueno, eso), y en la cual campea ya en la primera estrofa, una tajante, rígida definición moral que bien podría haber suscrito el mismísimo Artaud —desde luego y como ya se habrán dado cuenta (me resisto a formular la pregunta: "¿son por acaso ustedes, hoy un público respetable?")—, la frase de éste incluida en el arte del disco no es casual): "La belleza atrae a malvados, más que a cualquier cosa".
El tipito goza de una envidiable posición económica, la cual le posibilita vivir en medio del confort y del boato, saltando de relación en relación, pero sin poder asistir al estallido de la tormenta verdadera: la del amor; la cual intenta suplir con el sucedáneo de una tormenta de placeres que encadena sin cesar, buscando hacer de cada disfrute una ceremonia que, más temprano que tarde, se le torna en una suerte de calma chicha que lo retrotrae indefectiblemente al mismo estado de insatisfacción que lo agobiaba.
En ese contexto, a los placeres carnales que obtiene en cada relación descomprometida que encara, asimilando a las mujeres que así va conociendo con "tibios manjares"; los alterna con el goce de una exquisitez cual lo es un "bombón de lavanda". Se trata de una metáfora de doble significación, pues además de lo rico de la confitura; a la lavanda se le asignan propiedades antioxidantes, lo cual nos indica que el chabón es alguien obsesionado con la cuestión de retrasar el envejecimiento y adepto a las terapias alternativas. Tanto así, que trascartón el Indio lo pinta usando el "topacio en Brasil que quita los dolores", en obvia alusión a que el ñato es adherente a la gemoterapia, la cual confiere al topacio la condición de piedra de la verdad y le otorga propiedades para combatir el envejecimiento, anti estrés y antidepresivas.
Después lo tenemos al quía instalado en la suite de un lujoso hotel que, entre otros servicios, ofrece a sus huéspedes el "de habitación" consistente en el "suministro" de call girls, putas a domicilio ("un abundante buffet del hotel, esperando en tu suite por la cita"), el cual se le antoja, luego, un sustituto del amor tan pobre como los demás a que suele apelar.
Y es esa del amor, una "sed que afiebra" y que "no alcanzarás a calmar" ni aún paladeando un exquisito "licor de Ecuador" (país que se destaca por la excelsa calidad de sus licores) servido en una copa de "fino cristal" que "refleja tu risa".
Tampoco mitigan su angustia existencial esos cruceros para solos y solas que ofrecen las agencias de turismo y que lo hacen sentir "vulgar" y dejan "encadenado y triste" a ese corazón que guarda en su "aburrida virtud". Y es esa una metáfora —altísima, por cierto— que me impactó en esta letra, porque veamos: ¿qué es eso de "aburrida virtud"? El hedonismo consiste en la búsqueda del bien supremo y la anulación del dolor y la angustia por el camino del placer obtenido de la satisfacción de los deseos, basado en el postulado socrático de que la felicidad es un logro que deviene de la acción moral. Pero al personaje que pinta Solari en la letra, le ocurre que por más empeño que ponga en su honestidad; el placer que alcanza es efímero y se le traduce después en el sacrificio del bienestar pleno, y de allí lo del hartazgo de eso que el Indio menciona como "aburrida virtud". Un ejemplo concreto: en el caso de esos "cruceros de amor", los tipos y tipas que en ellos se embarcan, son virtuosos en el sentido de que no hay engaños mutuos; ellos consisten en disfrutar de la haute cuisine y excelentes bebidas, visitando paradisíacos lugares, todo matizado con buenas dosis de sexo descomprometido en los rounds de amor que mantengan las personas que se sientan atraídas entre sí. Son una variante simplificada y consumista del hedonismo y hasta, si se quiere verlo así, una especie de "degeneramiento" del mismo; por eso el chabón lo percibe como "vulgar". Terminado el periplo y ya atracado el barco en el puerto, se acabó el placer que se haya compartido: "—Lo pasamos bárbaro, ¿no creés?"; "—Sí, claro. Me encantó conocerte y muchas gracias por los momentos", y listo, chau. Nadie (me veo obligado a generalizar) va a ir en uno de esos cruceros buscando el amor, aunque claro, nadie... salvo el protagonista de esta letra, quien se ve otra vez sumido en su "aburrida virtud".
Ahora lo tenemos al tipo situado en alguna exótica playa donde alquiló una casa o cabaña con vista al mar. En ella, enciende el fuego en el hogar y pone a asar unas castañas (nadie puede negar que es un bon vivant, ¿no?), las cuales saborea mientras contempla el mar y piensa en esa vida que se le antoja "demasiado gris" y "sin deseos". Y es —para mí— precisamente eso de "sin deseos" la metáfora más sublime de esta letra; porque constituye, con ese genial poder de síntesis del que hace gala Solari, el meollo del asunto, la raíz de la angustia del personaje, al cual contemplamos ahora desprovisto de su disfraz de hedonista, pero no para presentarse con su verdadero ropaje, es decir, el del alma; sino travestido con el de una anhedonia que es, en realidad, tan engañosa como su hedonismo. Y simplemente se trata de que esa angustia que lo aqueja, no reside ni en su exacerbación del placer (hedonismo) ni en su incapacidad para experimentarlo (anhedonia); sino que ella anida en lo profundo de su psique. Y la cura para lo que sufre requiere, no de esas "soluciones" alternativas que busca en la gemoterapia, la fitoterapia, las putas de hotel, los cruceros de amor o los placeres de gourmet; sino de recurrir a la ayuda profesional, es decir, hacer terapia psicológica.
El problema es que no resulta muy probable que alguien con la índole y las características de ese chabón, vaya a darse cuenta de ello, y mucho menos que vaya a aceptarlo. Y así, lo vemos ahora bronceándose al sol y corriendo tras una nueva conquista, en este caso, una "linda piba de Borneo", la cual, como invariablemente le ocurre, luego de habérsela transado, lo deja tan vacío e insatisfecho como estaba antes; mientras espera otras "ceremonias de piedad" e invoca al "poderoso dios del amor" para que desate "ya" esa "tormenta" que él busca sin cesar —y erróneamente, además— en la exterioridad; cuando el mal que lo angustia está internalizado en su alma.
-Juan Carlos Serqueiros-