Algunos despreocupados, / que son de los asquerosos, / después de coger gustosos, / dejan los forros colgados. (Ángel Villoldo, "La reja")
A menudo, suele decirse (con irresponsable ligereza) que "el tango tiene un origen prostibulario". Esa afirmación —carente de fundamento alguno— es inexacta. Y no sólo eso, sino que además; de ella emergió un mito que se fue difundiendo sin solución de continuidad, hasta que hoy por hoy asistimos a que cualquier farabute pontifica eso con suficiencia, vaya uno a saber encaramado sobre qué pedestal.
Por los postreros años de la última década del siglo XIX y las dos primeras del XX, el tango primigenio ya había dejado de ser un género musical, para evidenciar claras pretensiones de constituirse en parte importante de la cultura emblemática de un país: aquella Argentina aluvional a la cual había ingresado por sus puertos (y especialmente, por el puerto) una masa de extranjeros integrada por tanos, gallegos, gringos, turcos y rusos) que vinieron a sumarse a eso que quedaba como restos de la otra Argentina: la que había agonizado en Caseros para terminar sucumbiendo en Pavón.
Entonces, se les hizo necesario a los que amañaron nuestra historia, que el tango, en tanto cultura que despuntaba, también resultase comprendido por las generales de la ley: la falsificación de la misma, de manera de deprimir aún más el ser nacional y reafirmar la supuesta superioridad de lo que venía de afuera por sobre lo nuestro. Y así, fogoneada por un hato de imbéciles, la mentira adquirió cuerpo y fue in crescendo hasta llegar a nuestros días.
El incremento poblacional de resultas de la inmigración, el hacinamiento en conventillos, la miseria y la desproporción entre géneros (porque de hecho, habían muchos más hombres que mujeres), hicieron que la prostitución proliferase. Y así, Buenos Aires se llenó de lupanares.
En ese contexto, el tango y el quilombo necesariamente tuvieron que ver entre sí; pero no es que el primero nació en el segundo ni nada que se le parezca. Y que hubieran (que los hubo, claro) tangos con títulos sugerentes o directamente procaces, como —por ejemplo y entre otros— "C...ara sucia" (originalmente, "Concha sucia"), "Dame la lata", "Afeitate el 7 que el 8 es fiesta", "Va Celina en punta", "Metele bomba al primus", "Dos sin sacar", "Empujá que se va a abrir", "La c...ara de la l...una" (aludiendo a "La concha de la lora"), "Dejalo morir adentro", etc., son simplemente viñetas en las que sus autores referenciaban expresiones usuales en aquel ambiente; lo cual en modo alguno implica que "el tango nació en los quilombos". Al queco se iba a fifar, y los músicos, como Eduardo Arolas, Ángel Villoldo, Enrique Saborido, Vicente Loduca, Ernesto Zóboli, Manuel Oscar Campoamor, José Severino, Rosendo Mendizábal, etc., actuaban en aquellos que estaban camuflados como casas de baile por una paga exigua —cuando la había—, o librados a los pesos aportados por la generosidad del público asistente; pero las composiciones, por lo general, no se hacían en los prostíbulos, desde luego.
Entre los burdeles más famosos estaba lo de María "la Vasca", con academia en la calle Europa (actual Carlos Calvo) 2721, parroquia de San Cristóbal, cuya propietaria era María Rangolla, una vasca francesa que era la mujer de un tal Carlos Kern, apodado indistintamente "el Inglés" o "Matasiete"; quien a su vez, organizaba "bailes" en Patria e Lavoro, en la calle Chile 1567. En fin, adorable parejita la de la Vasca y el Inglés, ¿no?
A María la homenajeó el clarinetista Juan Carlos Bazán con su tango "La Vasca".
A María la homenajeó el clarinetista Juan Carlos Bazán con su tango "La Vasca".
Y en la casa de María la Vasca tocaba el piano Rosendo Mendizábal, quien en la noche del 25 de octubre de 1897 ejecutó allí una melodía que había creado, la cual dedicó a un estanciero de Entre Ríos llamado Ricardo Segovia, quien se hallaba entre la concurrencia y retribuyó al músico la atención que para con él había tenido, con la suma de 100 pesos (tengamos en cuenta que el baile en lo de María se cotizaba a 3 pesos la hora, tarifa nada despreciable). Acababa de estrenarse así un tango que daría la vuelta al mundo: El entrerriano.
En la calle Paraguay 2512, casi haciendo esquina con Centroamérica (la actual Pueyrredón), en la Recoleta, quedaba lo de Laura, que era el salón de baile de Laurentina (a) "Laura" Montserrat, quilombo al que se le adjudica haber sido el más fino y lujoso de todos. Laura, de quien León Benarós nos cuenta que "tenía una modulación provinciana, quizá mendocina" y que poseía "abono al teatro Colón", está inmortalizada en el tango Tiempos viejos, con música de Francisco Canaro y letra de Manuel Romero, en la estrofa que reza: "¿Dónde están las mujeres aquellas, / minas fieles, de gran corazón, / que en los bailes de Laura peleaban / cada cual defendiendo su amor?".
Digamos que se trata de poesía, en la que toda licencia es permitida, porque si lo viéramos desde una perspectiva no artística sino histórica; convendríamos en que es muy difícil imaginarse a las pupilas de Laura como minas fieles peleándose entre sí por otro motivo que no fueran las latas que hacían por noche. Sería una tarea tan ardua como la de fantasear con una Laura aficionada a la ópera e instalada en un palco del Colón con la cual divagaba Benarós, perfumada con "extracto francés", degustando ese "champán de origen semejante" e "incitando al placer exótico que los extremos refinamientos traían a un Buenos Aires apenas desperezado del aburrimiento colonial". Habría que adentrarse muy hondo en las aguas del solipsismo para tener una visión romántica como la de Manuel Romero o una sibarítica como la de Benarós, de modo de poder trazarse una imagen nostálgica y tierna de alguien como Laura, eh.
Quizá algún amigo suyo debería haberle avisado a Benarós que en esa Buenos Aires colonial que infirió aburrida, también había putas y se podía disfrutar de esos placeres para él extravagantes, posiblemente, con carlón español en vez de espumante francés; pero eso sí: sin que hubiera que incursionar en el abominable mundo del tráfico de personas, la explotación de mujeres y la corrupción de menores.
En el centro, en la calle del Temple (actual Viamonte) entre Esmeralda y Maipú, quedaba lo de Madame Jeanne, una supuesta "pensión" regentada por una italiana que se llamaba en realidad Giovanna Ritana, quien para explotar (además de a sus pupilas, las cuales eran "provistas" por una tenebrosa organización judía: la Sociedad de Varsovia, dedicada a la trata de blancas y que traía al país polacas, rusas, rumanas, etc.) la ficción instalada en el imaginario colectivo respecto a las codiciadas putas francesas; había trocado su nombre en el equivalente galo: Jeanne, y que alentaba a que la llamasen por el diminutivo: Jeannette; pese a lo cual en el vocabulario corriente, en la yeca, se referían a ella por el mucho más apropiado "la Ritana".
El lupanar de Madame Jeanne quedó retratado en una crudelísima viñeta (ver en este ENLACE mi artículo al respecto) de la triste realidad que allí se vivía: los versos de "Citroën", insertos en la extraordinaria obra de Carlos de la Púa (pseudónimo literario del periodista, poeta y escritor Carlos Raúl Muñoz y Pérez, también conocido como "el Malevo Muñoz") La crencha engrasada, los cuales dicen: "Siempre en cucliya te miró mi pena, / antes de ser lo que sos hoy, bacana, / en la enlozada vieja en que se entrena / el políglota loro de Ritana". Muy gráfico todo, como puede apreciarse: se la evoca a la señorita en cuestión, con lástima por la vida que llevaba antes de pelechar ("te miró mi pena"), y se la "ve" en "cucliya" (agachada, en cuclillas) lavándose después del acto sexual, en una palangana mugrosa ("la enlozada vieja", refiriéndose a esa especie de jofaina enlozada que se usaba por entonces en casi todas las casas; ya que los sanitarios como el bidet, eran lujos carísimos reservados a muy poca gente) compartida con las demás pupilas. Y como en lo de la Ritana la mayoría de las mujeres eran extranjeras (polacas, rumanas, rusas, brasileras, etc.) a las cuales se les decía loras (de ahí la expresión "la concha de la lora") y en consecuencia podía oírse allí hablar en todos los idiomas; Carlos de la Púa, con maravilloso poder de síntesis, nos regala esa metáfora de "políglota loro de Ritana".
Ah, a Madame Jeanne, que era la mujer de un rufián corso, un tal Garessio, se le atribuyeron relaciones con Gardel, y todo indica que las mismas existieron. A partir de eso, una infinita lista de estúpidos se dedicó a difundir la especie de que en aquella reyerta de diciembre de 1915 en la que Gardel recibió un balazo que se le alojó en un pulmón, "Garessio, propietario del cabaret Chantecler de Paraná 440 mandó un sicario a asesinarlo, y que como falló, juró matarlo él mismo, y que ante eso, intervino Barceló a través de Ruggierito e impidieron que el corso bla bla bla".
Eso sí, todavía nadie pudo explicar por qué, siendo que Madame Jeanne no se volteaba hasta los sapos sólo porque no sabía distinguir entre ellos cuáles eran los machos; al cornudo de Garessio se le despertaron los celos justamente cuando su mujer se lo transó a Gardel.
Y mucho menos pueden explicar en virtud de qué misteriosos mecanismos del tiempo podía Garessio ser, en 1915, "propietario del Chantecler", toda vez que éste se abrió... ¡en 1924!
Una vez más, resulta sabia la medida de no darle bola a la gilada y dejar que los otarios voceen lo que quieran. Vos, tené en cuenta esto solo: que esa época, la cual quieren venderte como simpática y canchera; fue un tiempo terrible y duro en el que el país sufrió la invasión de la más deleznable de las miserias humanas: la trata. Y que eso que te contaron de que "el tango tiene un origen prostibulario", es un verso cazabobos inventado para ocultarte la verdad sobre el asunto.
¿Lo querés más gráfico? Bueno, mirá, es como la sanata idiota esa de afirmar que "todas las letras del Indio Solari hablan de la merca"; como si quisieran meterte en la marota que porque hizo un tema Masacre en el puticlub, entonces todas sus canciones las creó en un cabarulo. ¿Vos te morfarías esa galletita? Ni en pedo, ¿no?
Que no te vendan buzones. Como siempre, lo mejor es informarte y pensar por vos mismo. Y sobre todo, sentir por vos mismo.
¡Hasta la próxima!
Imagen de la portada. Carlos Ferreyra, "Pareja de tango", óleo sobre fórmica, 1994
-Juan Carlos Serqueiros-
Siempre tratando ...y logrando en la mayoria de los casos lavar la cabeza de la gente y su libertad de ver por sus propios medios,siempre el poder sobre las personas y su libertad¡.. cuanta de nuestra historia verdadera estuvo teñida de falsedad.
ResponderEliminarMe encantò estè artìculo por su claridad. Felicitaciones JUAN CARLOS¡¡¡
el comentario corresponde a MARIA AGUEDA MIRANDA ITURRE
ResponderEliminarYo soy la nieta de Manuel Romero y no entiendo si estàs criticando su punto de vista sobre el tango?? .El era un poeta y por sobre todo un artista, que supo promover el tango a traves de su teatro y de su cine por toda Hispanoamèrica.
ResponderEliminar¿"Criticando su punto de vista sobre el tango"? No, para nada. Yo escribí "caballo" y vos lo leíste como "mancarrón". Te sugiero que vuelvas a leer el texto y quizá entonces te des cuenta que lejos de ser una crítica; era un elogio a su capacidad de describir poéticamente a un personaje que no era ciertamente un modelito de virtuosismo ciudadano, ¿no?
ResponderEliminarY hago una excepción en este caso, explicándote, simplemente por tu condición de nieta de un poeta que admiro, porque no acostumbro a "traducir" mis textos; me hago cargo de lo que escribo, no de lo que interprete cada quien.
Saludos cordiales.
Exelente pintura de una epoca Hecha c
ResponderEliminarGracia y se adivina el tono canyengue utilizado por usted , sr. Es un genio con gran ingenio