martes, 2 de mayo de 2023

PALIMPSESTO





































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Tampoco nosotros tenemos suficiente pergamino, y por eso carecemos del que poder enviaros; pero os hemos enviado dinero con el que, si así lo disponéis, podáis comprarlo. (San Braulio, obispo de Zaragoza, siglo VII)

Palimpsesto, del latín palimpsestus y éste del griego παλίμψηστος (de πάλινpalin—: de nuevo, otra vez, nuevamente; y ψάωpsao—: raspar, frotar), es un vocablo utilizado para designar a un manuscrito antiguo sobre pergamino o vitela (y también sobre papiro, aunque no haya evidencia material de ello; pero sí referencias en algunos pasajes de las obras de Plutarco y Cicerón) en el cual el texto originalmente grabado en él, haya sido borrado, de modo que ese mismo soporte pudiera admitir otra scriptio (llamada "superior"); pero a la vez, dejando percibir rastros de la que fuera eliminada ("inferior").
Ya en el medioevo, la conquista de Egipto en el siglo VII por parte de los árabes, trajo aparejado el cese de la comercialización de papiro.


En cuanto al papel (inventado por los chinos en el siglo II a.C.), recién sería introducido por los árabes en España en el siglo X, y si bien su fabricación empezó a extenderse por Europa a partir de los siglos XI y XII; no sería sino hasta la segunda mitad del XV que se estimularía la misma, como consecuencia de la invención de la imprenta de tipos móviles que se atribuye a Gutenberg. Asimismo, los altos costos que representaba la producción de pergamino, lo convertían en un soporte carísimo (y la vitela lo era más aún), y de allí, pues, la necesidad para los monjes y copistas de reutilizarlos.
Entre los más famosos pueden citarse el Codex Nitriensis, copiado en el siglo IX por el monje Simeón (¿de Durham?) que transcribió en siríaco un tratado de Severo de Antioquía en una vitela de la cual previamente se habían borrado copias en griego del siglo V o VI, a lo sumo, de La Ilíada de Homero, Elementos de Euclides y el Evangelio de Lucas. En la actualidad, se halla en la Biblioteca Británica, en Londres, Inglaterra.


Y el hoy por hoy más célebre de los palimpsestos, el llamado de Arquímedes, que tiene una interesantísima historia: en el siglo X, en Constantinopla (actualmente y desde 1930, Estambul), un anónimo escriba compuso un códice en el cual había copiado en griego seis tratados de Arquímedes y un juego griego, una especie de rompecabezas geométrico, cuya creación se le atribuye: Sobre el equilibrio de los planos, Sobre las espirales, Medida de un círculo, Sobre la esfera y el cilindro, Sobre los cuerpos flotantes, El método de los teoremas mecánicos y Stomachion. Tres siglos después, posteriormente al saqueo de Constantinopla durante la Cuarta Cruzada, el códice fue a dar a Jerusalén, donde en 1229 un monje llamado Johannes Myronas lo deshizo, cortó por la mitad las hojas de pergamino que lo componían y borró, aplicando zumo de naranja, los textos de Arquímedes, tras lo cual utilizó ese soporte junto a otros seis códices para hacer un libro de salmos y oraciones cristianas del rito griego. El libro permaneció cuatro siglos en el monasterio de San Sabas, en Judea; tras lo cual fue reintegrado a Constantinopla. Allí, en 1846, lo examinó el lingüista alemán Konstantin von Tischendorf, quien descubrió que bajo la escritura litúrgica había textos de Arquímedes y se quedó con uno de los folios (el cual se halla actualmente en la biblioteca de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra); hasta que en 1906, el filólogo e historiador danés Johan Ludvig Heiberg examinó el palimpsesto y lo fotografió concienzudamente, publicando en 1910 y 1915 los resultados de su investigación. Al estallar la Primera Guerra Mundial, el libro desapareció (luego se descubriría que había permanecido en manos de distintos coleccionistas privados), hasta que en 1998 fue subastado por Christie's en Nueva York, siendo adquirido en la suma de U$S 2.200.000 por un comprador que no quiso revelar su identidad y que después lo entregó en guarda al Walters Art Museum de Baltimore, Estados Unidos, para que fuera restaurado y descifrado. Concluido el proceso de restauración y conservación de las páginas, las mismas fueron digitalizadas y analizadas con modernas tecnologías, y así el museo logró transcribir el 80% de los textos y la Universidad de Stanford hizo lo propio con el resto, trabajos estos merced a los cuales la humanidad conoce hoy y a partir de 2008 en que fueron publicados íntegramente y subidos a Internet, Método de los teoremas mecánicos de Arquímedes que se creía perdido para siempre, y dispone de la única copia en griego de Sobre los cuerpos flotantes.



También diversos escritores se han ocupado de los palimpsestos en la literatura. Así por ejemplo, Arthur Conan Doyle en El regreso de Sherlock Holmes, "Las gafas de oro" (págs. 344 a 348 de la edición digital de Sherlock Holmes. La colección completa, eBooks con Estilo, 2012), hace aparecer a su famoso detective intentando descifrar uno de ellos, en compañía de su semper fidelis Watson, sumido éste a su vez, en la lectura de un tratado médico; y por su parte, Edgar Allan Poe en "El escarabajo de oro" (págs. 69 a 105 de Edgar Allan Poe. Historias extraordinarias, Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 1947) nos describe a su personaje Guillermo Legrand descubriendo el tesoro enterrado del pirata Capitán Kidd, lo cual logra a través de descifrar un palimpsesto (si bien el autor no lo designa específicamente con esa palabra) en vitela cuyo texto oculto se evidencia al aplicarle calor al documento.
Sería caer en lo maniqueo adherir a quienes postulan la tesis de atribuirle al cristianismo la intención expresa y manifiesta de condenar al olvido textos técnicos y científicos de la tardo  antigüedad borrándolos para sobre escribir en sus soportes, otros de carácter religioso y litúrgico. Al respecto, señala Angel Escobar en El palimpsesto grecolatino como fenómeno librario y textual: "Por lo demás, es obvio que el texto que acaba por imponerse en el códice sobre su precedente refleja una preferencia, pero no necesariamente —es más: a buen seguro, sólo de manera excepcional— una postergación deliberada de ese texto subyacente en concreto, ni siquiera reconocido con frecuencia, en los centros de copia, entre el magma de ese prontuario de pergamino al que antes hacíamos referencia. No cabe hablar, en este sentido, de una acción concertada frente a un tipo de literatura en concreto, frente a un canon en decadencia: seguramente no fue la animadversión hacia el texto de Arquímedes lo que motivó la reutilización del códice que lo albergaba, sino la indiferencia hacia él, como en el caso de tantos otros autores griegos y latinos. Sí, más bien, cabe establecer hipótesis sobre el declinar de unos cánones (a veces sólo pasajeramente, en el intervalo entre dos 'renacimientos' culturales) y el aflorar de otros en el momento de la reutilización de los códices, por mucho que apenas pueda irse más allá de una delimitación de tendencias generales".
No obstante lo citado; entiendo menester no soslayar la consideración de que el libro de Escobar fue auspiciado y editado por las cristianísimas Institución "Fernando el Católico" y Universidad de Zaragoza.
Y ahora ya sabe usted, estimado lector, a qué se refieren cuando le mencionen la palabra palimpsesto o cuando la vea escrita.
Después de todo, también podríamos considerar a la historia como un gran palimpsesto en el cual continuamente el hombre (que constituye el objeto y el sujeto de la historia); borra y reescribe ora la crónica de sus propias grandes hazañas, ora la abyección de sus propias miserias.
¡Hasta la próxima!

-Juan Carlos Serqueiros-

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