No creo en las meigas, pero haberlas haylas. (Dicho popular de Galicia)
Para la república y la democracia no sólo es saludable que los funcionarios sean investigados, juzgados (de existir indicios de que se hayan corrompido durante sus gestiones) y condenados (si se probase que cometieron ilícitos), sino que además; es imprescindible que así ocurra.
El problema radica en que muchos de los jueces que deben incoar los procesos, son genuflexos del poder político cuando no corruptos ellos mismos. ¿O acaso preferimos ignorar que perciben sueldos dobles cobrando en “negro" uno igual al "blanco" a través del sobre que religiosamente les llega vía la agencia de inteligencia o por algún otro conducto non sancto? ¿O que algunos de ellos están estrechamente vinculados al narcotráfico u otras actividades delictivas, cuando no a intereses foráneos? ¿O que casi todos ellos, en mayor o menor medida, deben sus cargos a algún/unos politicastro/s determinado/s que haya/n ocupado sitiales importantes de decisión y que en consecuencia, así como no pueden pedirse peras al olmo; es quimérico esperar que los beneficiados vayan contra sus favorecedores? ¿O que en la Suprema Corte (que hace mucho ya no es de Justicia, sino de in-justicia) uno de sus integrantes fungió siempre como abogado de las gigantescas corporaciones transnacionales en contra de los intereses argentinos? ¿O que dicho organismo (enfermo y purulento) "funciona" irregularmente reducido a tres integrantes, y que como si eso fuera poco escándalo; puede tomarse veinte o más años en pronunciarse o no hacerlo nunca? ¿O que haya jueces que concurren a postrarse a los pies de algún magnate extranjero obedeciendo a su "desinteresada invitación" y que encima; cuando son descubiertos chatean entre sí para resolver qué otro delito van a cometer para disimular? En fin... sería cosa de nunca acabar el mencionar determinadas situaciones.
Y eso entre otras "lindezas"... Lindezas que son como las brujas: todos sabemos que no existen, pero que las hay; las hay.
Se ha logrado instalar en el imaginario colectivo de una mitad irresponsable, estulta y abúlica de la sociedad argentina, que el problema de la corrupción está acotado a funcionarios que eventualmente se hayan enriquecido por medios ilícitos (y dicho sea de paso, muchas veces se trata de acusaciones infundadas que después no pueden sostenerse y mucho menos comprobarse; pese a lo cual se los detiene y encarcela a gran estrépito de la prensa adicta al/a los denunciante/s, reitero: sin que medie condena y sin siquiera someterlos a juicio previo); mientras que quienes saquearon y saquean el país dejándolo inerme frente a la voracidad del extranjero (con el cual colaboran como cipayos y perduellis que son; y en este punto, remember aquello del compañero Herminio Iglesias, que fue tan ferozmente sometido al escarnio: "Es verdad, yo me como las eses al hablar, pero otros se comen el país") no sólo están en libertad, sino que además; presumen de ser puntales de la comunidad, guardianes de la moral, ¡y hasta gobiernan! Eso es, cuanto menos, poner el cachapé adelante de los bueyes.
Y equivale a lo que dos siglos atrás escribió Bartolomé Hidalgo en su Diálogo patriótico interesante: mandar al presidio al gaucho que "robó unas espuelas" o "alivió del peso de unos medios" a algún paisano; mientras el señorón que "tuvo una casualidad", queda impune.
-Juan Carlos Serqueiros-
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