martes, 29 de marzo de 2022

CUANDO EL TELÉFONO SUENE

 


CUANDO EL TELÉFONO SUENE
(Poema de Juan Carlos Serqueiros)

Por la mañana llamó la nostalgia, 
Mas a escucharla no accedí; 
Dejó un mensaje advirtiendo 
Que se proponía insistir. 

También llamó la ansiedad 
Y perentoria buscó imponer 
Que habría yo de atenderla 
Cuando en punto dieran las seis. 

Por la tarde llamó la angustia 
Y su veneno así inoculó: 
“Tendrás por siempre el alma mustia”, 
Implacable me espetó. 

Pero llegó la noche, llamaste tú, 
Y entonces mi cielo se abrió, 
Tesoro mío, mi bien, mi luz, 
Que de pronto todo esplendió. 

Sopla un viento tan helado, 
Hace afuera tanto frío… 
Y sólo hallarte aquí, a mi lado, 
Pondría remedio a mi desvarío. 

Arrópate bien, pues, amada 
Y vuela pronto hasta mis brazos; 
Que tus caricias conviertan en nada 
Esos peligros que me echan lazos. 

Tendré que aprender, por fin, 
Cuáles llamadas no escuchar; 
Oír sólo las tuyas sonar 
Cuando el teléfono emita su “ring”.

-Juan Carlos Serqueiros-

jueves, 24 de marzo de 2022

NUNCA MÁS

































Escribe: Juan Carlos Serqueiros


Hoy es —o debería ser— un día de recogimiento y de reflexión profunda.
El 24 de marzo de 1976 marca un clivaje en nuestra corta existencia como nación. Representa nada menos que el final de nuestra adolescencia, la adquisición brutal de la consciencia del término de nuestro sueño de Argentina Potencia, y la entrada de lleno al reino del terror, de la delación, de la traición, de la vileza, de la ignorancia, del desapego y de la corrupción instalada como sistema.
Ese día asistimos inermes al derrumbe de los valores con que habíamos sido criados. Y toleramos, irresponsables e impasibles, el decreto de muerte dictado sobre la educación pública, para pasar a abrevar en el odioso catecismo de la derrota nacional y de la mentida superioridad de lo foráneo por sobre lo propio.
Todos (y cuando digo todos quiero decir exactamente eso: TODOS) nuestros males actuales derivan de aquel no tan lejano 24 de marzo de 1976, inicio de una enfermedad terrible de la cual aún estamos convalecientes, porque 46 años son tan sólo un nanosegundo en la historia de un pueblo.
Hagamos nuestro el nunca más y llevémoslo grabado a fuego en el alma nacional, porque es el principio de nuestra redención como país.
Nunca, pero NUNCA más.

-Juan Carlos Serqueiros-

miércoles, 23 de marzo de 2022

RECORDAR NUESTRA MITAD OLVIDADA: UNA CUESTIÓN DE VIDA

 


Escribe: Gabriela Borraccetti *

Si alguien se pregunta por qué a las películas y novelas, a pesar de adelantarse ellas en muchísimas ocasiones a los descubrimientos que la ciencia termina haciendo con posterioridad, se las llama de "ciencia ficción"; la respuesta es que son creaciones producto de la actividad del hemisferio derecho del cerebro. Éste es el que tiene las funciones de imaginación y creatividad, y no utiliza las coordenadas espacio/tiempo para "fechar" y ubicar las experiencias en una línea.
Por este motivo, se puede desplazar hacia atrás y hacia adelante sin obstáculo alguno, y asomarse a la luz en cualquier tiempo y lugar, trayendo revelaciones tanto o más importantes que las que la objetividad puede discernir. Es de polaridad femenina o yin, y es por este motivo que a las mujeres se las considera menos lógicas, más emocionales, más sensibles y más dotadas de una intuición que el hombre no alcanza a desarrollar con facilidad. La mujer suele tener naturalmente una buena conexión con este hemisferio.
Como hemos aprendido a ignorar y descalificar estas cualidades, y vivimos, pensamos y valoramos la actividad del hemisferio izquierdo, de polaridad masculina o yang, en este mundo se privilegia a todo lo gobernado por la razón, el análisis y la lógica. Todo se mide y se calcula, y de acuerdo a ello se acciona, obedeciendo a leyes de espacio/tiempo. Es en esta línea en donde la importancia la tienen la productividad, el superávit, las leyes del mercado, el valor del tiempo, del dinero, y el llamado a la acción en el mundo físico, de la materia.
El control y el dominio de este mundo es lo que otorga poder para someter al resto. Existen jerarquías, y de hecho, la dialéctica amo y esclavo se maneja a partir de estos enunciados. De ese modo, la vida se traduce en magnitudes. Todo es cuestión de medida, de orden, de prioridad, de racionalidad, de objetividad y de cantidad, como principales virtudes.
Llevado como ha sido llevado, al extremo, los principios femeninos han pasado a ser un insulto, y lo irracional da entonces origen a los des-calificativos de "loca", "bruja", "delirante"," incompetente" y demás etcéteras.
Tampoco es casual que las mismas mujeres desprecien las cualidades femeninas en un mundo que parece haber olvidado que la procreación tiene que ver con un hecho natural y no con uno racional en el que se ha entronizado la palabra "planificar", y que cuidar a los niños, tener espacio para el ocio creativo y dedicarse al arte, pasa a ser algo cercano a lo que en un principio describí como ciencia ficción.
Esas funciones han dejado de ser relevantes, pero en su lugar, escuchamos, de labios de las mismas representantes del sexo femenino, decir que lo fundamental es realizarse en el terreno laboral y profesional. Entre otras cosas, las glándulas mamarias ya no son importantes por la función de alimentar (y que para recordarla, se deben realizar campañas publicitarias avisando que amamantar favorece la salud de los niños), sino que actualmente pasaron a ser apéndices para hacerles cirugías de modo de lograr que una blusa quede mejor estéticamente y conseguir más miradas y mayores posibilidades laborales. El hogar se ha transformado en un lugar de donde hay que “salir corriendo”, y ser "ama de casa" se ha convertido en sinónimo de "mantenida" e “involucionada”.
Frente a ese panorama, cuando veo a la naturaleza azotar con furia a las superficies de la tierra, me pregunto si no será el rugir de ese principio femenino tan menospreciado. Pienso en la Gran Madre Tierra, en este planeta que con su belleza nos brinda sus mejores frutos a pesar de la ofensa, en todo aquello que es sinónimo de cuidado, protección, nutrición, subjetividad y por sobre todo; principio y sostén de la vida. Pienso en todo lo que ha sido olvidado, pisoteado, desvalorizado y relegado incluso por el género que hoy ha confundido IGUALDAD con IDENTIDAD. Y ese género somos las mujeres.
Existen dos hemisferios, dos tipos de inteligencia, ¿por qué todo se ha transformado en algo tan masculino?
Es hora de percatarnos del desbalance con el que hemos atropellado a nuestro entorno empuñando la espada del "hemisferio izquierdo", convirtiéndonos en depredadores de aquello que hoy hace tanta falta y que es nada menos que respirar, beber, crecer... ¡vivir!
Existe el axioma de que como es arriba es abajo, y también aquel en el que el afuera es reflejo de nuestro interior: Si así como es afuera es adentro, es hora de comprender que lo que estamos viendo en tantas escenas pavorosas de temblores y tsunamis, es la misma furia con la que hemos atacado el ambiente en que vivimos.
No nos damos cuenta de que no basta con eliminar centrales nucleares, sino que es necesario dejar de ser esclavos de una razón helada que ha convertido a la vida en cuestión de muerte.

Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
Mat. Nac. 16814

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista y artista plástica. Para contactar con ella por consulta psicológica o terapia psicoanalítica, escribir a licgabrielaborraccetti@gmail.com

martes, 22 de marzo de 2022

MACBETH

 


Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Por el picor de mis pulgares, algo malo se aproxima. (William Shakespeare, Macbeth)

"Esto, señores, es de lo mejor que se ha escrito en mi contra. Ya verán ustedes cómo nadie me defiende así". Dicen (dicen que dicen) que ésas fueron las palabras que pronunció Juan Manuel de Rosas luego de leer el Facundo de Sarmiento.
Sean o no respectivamente exacta y veraz la cita y el hecho, lo indudable es que era cierto lo que supuestamente señaló Rosas de modo tan acertado; porque en efecto, un libro genialmente escrito (y el Facundo lo es, pese a estar lleno de esas inexactitudes a designio en las que su propio autor reconoció haber incurrido) es capaz de instalar en el imaginario colectivo que la ficción bajo la cual fue creado, viene a ser la crónica real de los personajes históricos en tanto protagonistas centrales de su trama, y de la época en la que les tocó actuar.
Abundando en ejemplos, lo mismo ocurre con Yo el Supremo, la obra (magistral, dicho sea de paso, pero eso sí: desde lo literario) de Roa Bastos que contribuyó a cimentar la leyenda negra que edificó con empeño digno de mejor causa cierta historiografía a la hora de tratar en juicio póstumo la figura del doctor Francia.
Macbeth es, para mí, la más sublime de las tragedias surgidas del genio portentoso del trascendental William Shakespeare.
Fue escrita a principios del siglo XVII, tomando su autor como fundamento "heurístico" para el delineamiento del perfil del personaje, la monumental Crónicas de Inglaterra, Escocia e Irlanda, de Raphael Holinshed; quien a su vez, en lo referente a la tierra del kilt y del buen whisky, se habría limitado a traducir del latín la Historia de Escocia, de Hector Boyce. Pero hete aquí que el amigo Boyce estaba financiado vía el mecenazgo del rey Jacobo V de Escocia quien, perteneciente a la casa de los Stuart (Estuardos), se consideraba descendiente de Banquo (lo cual no es más que leyenda; porque Stuart proviene de steward, que significa "mayordomo del reino", un título que fuera otorgado por David I (hijo de Margarita de Escocia, segunda esposa de Malcolm III) a la familia Fitz-Alan, que era anglo-normanda; siendo ese en consecuencia, su verdadero origen). Así que el bueno de Boyce, para hacerse grato a su patroncito, manipuló a gusto y piaccere lo relativo a Macbeth, quien vino así a quedar en la historia como ese ser odioso que nos pinta el ínclito dramaturgo de Stratford-upon-Avon.
O sea, pretender conocer la verdadera historia de Macbeth a través de la obra de Shakespeare, equivale a querer comprender la historia de Rosas y su tiempo mediante la lectura (por parte de quienes tengan estómago para semejante proeza, claro) del bodrio Amalia, de José Mármol, con todas las patrañas que contiene acerca de la somatén restauradora y demás.
El Macbeth real nada tiene que ver con el de la ficción shakespeareana y muy lejos estuvo de ser el abominable monstruo supersticioso, tirano y asesino empujado al magnicidio por una esposa tan deleznable como él mismo o más aún, que se describe en la tragedia.



El Macbeth de carne y hueso vivió en el siglo XI y fue un monarca de la dinastía celta que reinó en Escocia desde 1040 hasta 1057, y no accedió al trono mediante el asesinato alevoso y cobarde de su antecesor; sino que a la muerte del hasta entonces rey, Malcolm II, se empeñó en una lucha contra su primo Duncan I (que había sido coronado mediante la recurrencia de Malcolm II al ardid de mudar las reglas que por entonces enmarcaban entonces el proceso sucesorio escocés), convencidos cada uno de sus mejores derechos; y lo mató en combate, en la batalla de Pitgaveny, cerca de Elgin, el 14 de agosto de 1040 (hay quienes sostienen que Duncan pereció a manos de sus propias tropas, lo cual tal vez diera origen a la versión "conspirativa" de su muerte, pero en cualquier caso; lo cierto es que en modo alguno era el bueno, justo, generoso y venerable anciano rey que imaginó Shakespeare; sino un botarate inepto para gobernar, que en lo militar saltaba de derrota en derrota y que había sumido a su reino en una profunda crisis política que lo hacía odioso a los ojos de los caballeros de Escocia).
Macbeth, que profesaba una profunda fe cristiana, viajó a Roma circa 1050, en un largo peregrinaje de 6 meses (se dice que para obtener el perdón divino por haberse visto obligado a matar a Duncan; aunque probablemente eso no sea más que otro mito). Gozaba de amplio consenso entre sus súbditos y ejerció un reinado prudente y eficaz, acertando a unir bajo su sabia gestión monárquica a Escocia, que por esos tiempos era un territorio ahogado en la sangre de seculares disputas tribales. Macbeth pondría fin a las mismas apelando a una novedosa herramienta por él ideada consistente en la creación de lo que hoy llamaríamos una especie de policía rural, que patrullaba continuamente los campos estableciendo el imperio de cierto orden. 
En 1046, el earl (conde) Siward de Northumbria, encabezó una rebelión tendiente a coronar al padre de Duncan I, el abad laico de Dunkeld, Crináin; que Macbeth conseguiría sofocar, muriendo Crináin durante esos sucesos. Pero en 1052 Siward volvió a atacar (algunos historiadores sostienen con fundamento que instigado por Eduardo III El Confesor, monarca inglés quien se habría disgustado con Macbeth a raíz de haber asilado éste a unos normandos a los cuales él perseguía; lo cual posiblementee no fuese más que un pretexto tras del cual se escondía la intención de influir decisivamente Inglaterra en Escocia), esta vez con el objeto de poner como rey a Malcolm Canmore (de Ceanmor, o sea, Cabeza Grande) hijo de Duncan I, al cual Macbeth, luego de derrotar a éste, había desterrado junto a su hermano Donald Bain (el Donalbain de Shakespeare).
Nuevamente, Macbeth consiguió mantenerse en el trono, pero  a costa de la pérdida de vastos territorios en el sur, que quedaron bajo el dominio de Malcolm. La guerra civil prosiguió hasta 1057, en que Macbeth fue muerto tras 17 años de reinado (un período larguísimo para aquella época, lo cual es claramente indicativo de su popularidad) en la batalla de Lumphanan, a manos de Malcolm (que dicho sea de paso, tampoco era un pobre inocente despojado de sus derechos por el cruel, inescrupuloso y regicida déspota que nos pinta Shakespeare); quien luego de emboscar y asesinar a Lulach Macgillecomgan, hijo de Macbeth habido con su primera esposa (la verdadera lady Macbeth, quien tampoco tenía nada que ver con la arpía instigadora de asesinatos de la ficción de Shakespeare y que por lo contrario; fue una mujer muy abnegada que se preocupó por el bienestar de viudas y huérfanos) y sucesor legítimo de éste, se coronó en 1058 nuevo monarca de Escocia con el nombre de Malcolm III.
Por supuesto, no estoy instando a desmerecer ni pretendo ajar el lábaro enarbolado por las felizmente numerosas huestes literarias, en aras de izar como único digno el de los amantes de la historia, para nada; en modo alguno debe leerse bajo esa perspectiva lo que escribí.
Digo simplemente que en verdad, no hay nada que nos impida disfrutar intensamente de una obra maestra como lo es Macbeth, surgida de la magia creativa de Shakespeare; sin por ello perder de vista que por su parte, la historia tiene el mandato inalienable de arrojar su luz, que ha de esplender sobre la noche de los tiempos.
Me conmueve los sentidos el Macbeth de Shakespeare, y al mismo tiempo me apasiona la historia del Macbeth real. ¿Eso está mal, acaso?

-Juan Carlos Serqueiros-

viernes, 18 de marzo de 2022

SIN QUE SEPAS

SIN QUE SEPAS
(Poema de Gabriela Borraccetti) *

Atravesaré, invisible
Las negras sábanas de tu noche
Para tornarlas blancas
Y pondré por norte las estrellas
Que enmarcan el surco
Donde tu corazón duerme.

Sin despertarte, sin sorprenderte
Regaré con mi aliento tus sueños
Y con mi silencio tus alas
Dejando en el aire soles
Que verás cada mañana.

Quizá nunca sepas
Que tengo planes para ti
De nunca defraudarte
Aunque yo… 
no pueda tocarte.

Y si alguna vez volvieras a creer
Que el mundo se ha tornado oscuro
Encenderé destellos en tu cielo
Para bajar, cada noche
Una luciérnaga a tus manos.

Sin que sepas que soy yo
Sin que sepas.


Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
Mat. Nac. 16814

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.




 

viernes, 11 de marzo de 2022

EL DEBATE HISTORIOGRÁFICO EN ARGENTINA SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY

 


Escribe: Juan Carlos Serqueiros


Y así queman los laureles / que supimos conseguir. (Mario Battistella)


Ha de ser nomás que en cuanto a mi mirada y mi interpretación de la historia argentina, yo vendría a ser algo así como aquel herrero Miseria de Güiraldes: ando deambulando por ahí en solitario, pues me huyen como a la peste. Ni San Pedro me deja entrar al paraíso ni Lucifer me franquea el ingreso al infierno; no me quieren los de la historia "oficial" (que hace ya más de medio siglo que no es oficial) ni me quieren los "revisionistas" (que hace otro tanto que dejaron de ser revisionistas). Como recita Larralde: "Qué le va a hacer, amigo, / usté está solo...".
Después de Caseros y Pavón, al orden sistémico triunfante le surgió una necesidad: la de escribir, narrar y enseñar la historia argentina a los inmigrantes que el gobernar es poblar traía a estas playas, a los hijos de éstos y también a los hijos de los pocos criollos que quedaron. Pero los popes de aquel sistema impuesto a sangre y fuego tenían entre manos un "problemita", una cosita ‘e nada: qué historia iban a contar, porque, claro estaba; no cabía en ellos la posibilidad de asimilar el “hecho maldito”: la época del Rosas aquel de “ni el polvo de tus huesos la América tendrá” de Mármol. Entonces, se les ocurrió inventar e imponer un relato del pasado que estuviese convenientemente acomodado al orden de ideas que los guiaba y expurgado de todo vestigio de “tiranía” (se los vería otra vez, en la segunda mitad del siglo XX, ya reeditados y remixados, llenando páginas y más páginas con la zoncera de la “segunda tiranía”). 
Así se hizo la historia oficial alimentada y custodiada por la pretendidamente sacrosanta Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, inspirada por Bartolomé Mitre en 1893, instaurada como pensamiento único y continuada hasta nuestros días por unos cuantos amanuenses cagatintas, alcahuetes, acomodaticios —cuando no directamente cipayos—, a sueldo, en su mayoría, del diario La Nación o de los sectores vinculados estrechamente con los intereses que defiende y representa. Ellos son los sostenedores de la "línea histórica Mayo-Caseros-Revolución Libertadora" (?). 
Así, emana de la Academia, aunque sus miembros más conspicuos procuren volverlo imperceptible prendiendo sahumerios y rociando el ambiente con aromatizantes; un indisimulable y pertinaz tufillo oligárquico y presuntuoso. Y es que en efecto, funciona (aunque no se sabe muy bien para qué) en dependencias del antiguo Congreso de la Nación, un edificio que pertenece al acervo cultural de todos los argentinos y que ese organismo tiene reservado en exclusividad como si ella viniera dada por un decreto divino (quizá sea por lo de Divus Bartolus). La petulante Academia sostiene, asimismo, que quienes no forman parte de ella no son historiadores científicos calificados, aunque claro; “olvidando” que los estándares de calidad en materia de publicaciones históricas, quien de hecho los fija… ¡es ella misma! Los de la Academia son como el pibe que es dueño de la pelota: el picadito en el potrero se juega bajo sus reglas, empieza y termina cuando él quiere, y el número 10 es suyo por más que él sea un tronco y sus aptitudes no le den ni para jugar de jás derecho.
Coincidentemente con la irrupción en Europa de ideologías totalitarias y la consiguiente puesta en planta de éstas a través de la instalación de los regímenes que las sostenían y propugnaban, se dio en nuestro país el proceso revisionista de la historia, cuyos exponentes icónicos se nuclearon en 1938 en el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas y estuvieron teñidos de un notorio matiz fascistoide. Decían reivindicar y admirar a Rosas, pero no lo hacían (por más que así lo declamasen hasta el hartazgo) por su patriotismo y su férrea defensa de los intereses nacionales, ni por haber introducido el concepto de soberanía, ni por haber sostenido y mantenido la integridad territorial; sino en realidad porque lo veían como a un patricio que instauró un gobierno dictatorial y que, cual Cincinato redivivo y trasplantado al Plata, vino a "salvarnos", tal como der führer pretendidamente salva y conduce a la nación alemana a los destinos de preeminencia que se auto arroga, o como il duce supuestamente salva a los italianos y los encamina a recuperar el esplendor del Antiguo Imperio Romano.
Desde la segunda mitad de los 60 y hasta nuestros días, aquella primigenia impronta nacionalista que tuvo el Instituto —que en buena medida derivaba del herderismo, del hispanismo y del acendrado catolicismo de Manuel Gálvez, y que venía, además; permeado por Charles Maurras a través de sus epígonos criollos: los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta—, se fue tornando menos notable, debido tanto a la acción de la biología como al desembarco del revisionismo peronista referenciado principalmente en José María Rosa. Y para no ser menos que los de la Academia, los del Instituto se crearon también su propia y fantasiosa "línea histórica": la de "San Martín-Rosas-Perón" (?).
Llegados a este punto, estimo pertinente aclarar aquí, mi querido amigo lector, que la obligada brevedad a que necesariamente me limita este opúsculo, me impone  prescindir de mencionar, considerar y evaluar la introducción que del folclorismo y del tradicionalismo hizo durante el trienio 1968-1970 Manuel de Anchorena en una rentrée derechista (otra más y van...) del Instituto. Organismo ese en el cual, por otra parte, ya convivían —bien que trabajosamente y con no pocas dificultades y desavenencias— nacionalistas y peronistas. Y precisamente, fue en el contexto de aquel Instituto, donde se llevaban como esos cónyuges mal avenidos que durante el día se tiran con los platos para después acostarse juntos a la noche, que en 1969 se suscitó la polémica en torno a la guerra de la Triple Alianza. 
Por un lado, Juan Pablo Oliver arremetió lanza en ristre con un artículo titulado Rosismo, comunismo y lopizmo contra el libro La guerra del Paraguay, de León Pomer (editado en 1968), y por el otro; saltaron a defender a este último, Fermín Chávez, Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, haciendo suya la tesis esbozada en 1965 por José María Rosa en su obra La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas. Se propinaron mutuamente reproches, denuestos y descalificaciones, y el debate terminó a los capazos, concluyendo la dirección del Instituto (que con nula ecuanimidad, no permitió la participación del propio Pomer) en que Oliver tenía “un rotundo derecho a ser escuchado por los revisionistas” (sic). Y trascartón, hacía la gran Pilatos lavándose las manos al declarar que no asumía “una posición oficial sobre la guerra del Paraguay, dado que escapa al período histórico que le compete según lo establecen sus Estatutos” (sic).
¿Todo aquello para qué? Para salir ahora, transcurridos ya 53 años, a hacer el panegírico de un tiranuelo extranjero psicópata, megalómano, ladrón, violador, asesino, fratricida y cuasi matricida como Francisco Solano López quien, además de procurar arrebatarnos a los argentinos porciones extensas de nuestro territorio; nos declaró la guerra invadiendo una provincia nuestra a la que saqueó y sumió en el horror y la barbarie. Todo lo cual resultó, para colmo de los colmos, en la quiebra económica de los tres países que emergieron vencedores de la contienda, y en la ruina del propio pueblo paraguayo:


Si es —como efectivamente lo es, sin asomo de duda— inaceptable y vergonzante que una institución argentina como la Academia (humorísticamente, las viudas de Mitre) se haya empeñado y continúe empeñándose en la negación obstinada hasta el absurdo que hace de una de las páginas más gloriosas de nuestro pasado cual lo fue la introducción y la asimilación del concepto de soberanía y el sostenimiento a ultranza del mismo que efectivizó Rosas frente a la agresión de la coalición anglo-francesa que procuraba humillarnos; no lo es menos esto que publicó el otro organismo argentino, el Instituto (también humorísticamente, las viudas de Rosas), calificando a nuestra propia patria de "país atacante" y reclamando "gloria y honor" para un espantable, feroz y delirante borracho. En fin, cosas veredes que non crederes... Intolerable e injustificable por donde se lo mire. 
El revisionismo debe ser ejercido puntillosa y honestamente, no apelando a los recursos ilegítimos que fueran utilizados por la historiografía otrora oficial, porque si se incurre en sus mismas malas praxis y engaños, lo que se está haciendo no es revisionismo; sino comerse al caníbal so pretexto de combatir el canibalismo.

-Juan Carlos Serqueiros-
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REFERENCIAS

Alberdi, Juan Bautista. a) Los intereses argentinos en la guerra del Paraguay con el Brasil. Cartas dirigidas a sus amigos y compatriotas. Edición del autor en Imp. Simon Baçon y comp., París, 1865.
                                      b) La guerra del Paraguay. Hyspamérica, Buenos Aires, 1988.
                                      c) Escritos póstumos t. II. El crimen de la guerra. Imprenta Europea, Buenos Aires, 1895.
Brezzo, Liliana M. La guerra de la Triple Alianza. Historia del vencido y nuevas perspectivas historiográficas (en Prohistoria, año VII, n° 7, 2003).
Capdevila, Luc. Una guerra total: Paraguay 1864-1870. Ensayo de historia del tiempo presente. Editorial SB, Buenos Aires, 2010.
Cárcano, Ramón J. Guerra del Paraguay. Orígenes y causas. Domingo Viau, Buenos Aires, 1939.
De Marco, Miguel A. La Guerra del Paraguay. Emecé, Buenos Aires, 2007.
Doratioto, Francisco. Maldita Guerra, nueva historia de la guerra del Paraguay. Emecé, Buenos Aires, 2010.
Garmendia, José Ignacio. Recuerdos de la guerra del Paraguay. Imprenta y Casa Editora de Jacobo Peuser, Buenos Aires, 1884.
Mitre, Bartolomé. La guerra del Paraguay. Memoria militar. La Nación, Buenos Aires, 1903.
Oliver, Juan Pablo. El verdadero Alberdi. Biblioteca Dictio, Buenos Aires, 1977.
Ortega Peña, Rodolfo; y Duhalde, Eduardo. Felipe Varela contra el Imperio Británico. Shapire, Buenos Aires, 1975.
Pomer, León. La Guerra del Paraguay. Caldén, Buenos Aires, 1968.
Ramírez Braschi, Dardo. La guerra de la Triple Alianza como tema político e ideológico en Juan Bautista Alberdi (en Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas y Sociales de la UNNE, vol. 5, n° 8, Corrientes, 2011).
Rivera, Enrique. José Hernández y la guerra del Paraguay. Editorial Indoamérica, Buenos Aires, 1954.
Rosa, José María. La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas. Peña Lillo, Buenos Aires, 1965.
Thompson, Jorge. a) Guerra del Paraguay t. 1. Talleres Gráficos de L. J. Rosso y Cía., Buenos Aires, 1910.
                              b) Guerra del Paraguay t. 2. Talleres Gráficos de L. J. Rosso y Cía., Buenos Aires, 1911.