domingo, 16 de abril de 2023

LO QUE SE HA QUEBRADO EN LAS RELACIONES. DEL NO TENGO NOVIO A LA VIOLENCIA DE GÉNERO





















Escribe: Gabriela Borraccetti *

A medida que pasa el tiempo y vamos alejándonos de los años en que la mujer era la fregona de la casa, arrodillada para limpiar el piso y condenada a ser un modelito de predisposición para la vista y los antojos de su marido, nos encontramos en una encrucijada respecto de cuál es el rol de una mujer que no quiere ser ni la geisha del hombre ni la soltera que pasa por "rara" por no "conseguir" pareja.
El problema es que hay muchas cosas que hemos cambiado y que nos pasan desapercibidas a la hora de evaluar por qué estamos sueltas (no “solas”, como se nos quiere hacer creer).
En primer lugar, no hay que olvidar que el matrimonio y la monogamia, no son otra cosa que un invento cultural creado para asegurarle al señor que su señora esposa, no le será sexualmente infiel.
Eso de que "la madre es siempre cierta, pater semper incertus est", no es sólo una frase que describe lo imposible de saber a ciencia cierta si el esperma que entró en el óvulo de la mujer, es el del "dueño" de esa propiedad sexual privada que hemos sabido ser; sino que fue el motivo principal por el cual se creara el tabú de la virginidad, seguido, para refuerzo, por la institución del "sagrado" matrimonio.
Una vez ingresada al mundo del registro civil y anotadas en un libro de oficialidad; sigue el consumo de los espejitos de colores con la emocionante bendición (las que quedan afuera no tienen esa dicha), el vestido blanco pureza que remite al himen intacto (que de intacto no tiene nada), la fiesta (un derroche de dinero que podría garantizarnos más de un viaje de placer), y la entrada triunfal por la pasarela con alfombra roja, quizá única posibilidad de convertirnos en una star.
Este último paso es fundamental, puesto que todas las miradas se posarán boquiabiertas en nosotras (o al menos, eso imaginamos), cumpliendo así el deseo infantil de cobrar la fama y el mismo protagonismo que las estrellas de Hollywood (otra de las trampas del ego que entusiasma más por el cotillón, que por la fe sospechosa de tanta gente que para lo único que entró a la iglesia, fue para ser OBJETO de la mirada del otro y no quedar fuera del plato de los sacramentos).
Acto seguido, el rito se cierra con la argolla en el dedo, lo cual quiere significar que la “otra argolla” está sellada y obturada con incorruptible oro, dejando entender que allí, en ese agujero, no entrará más que ese solo dedo (y a “la otra argolla” y a “dedo” léalos como guste).
Hasta acá, las cosas como nuestras tatarabuelas, abuelas, madres y en realidad toda la cadena de mujeres que nos precedieron, nos enseñaron. Y vaya que por suerte, no salió muy bien que digamos.
Las hijas de la última generación de vírgenes temerosas de no poder casarse jamás, dio a luz a las primeras hetairas que se atrevieron a denunciar que tenían hormonas, que querían libertad y para ello, entre otras cosas, se sumó a la casa, los hijos, la limpieza y la cocina; el yugo de la vida laboral bajo patrón.
Eso nos haría libres. Pero... ¿libres de qué o de quién? Ninguna quería parecerse a su madre: la esclava familiar encerrada siempre en casa, que con el carácter agrio y llorando en secreto su hartazgo, escondía la siempre insidiosa sospecha o confirmación de que "allá afuera", todos tenían una vida que ella desconocía. Incluida la de su marido.
¡YO NO VOY A SER IGUAL QUE VOS!, fue el grito de guerra. Y allí empezó la desobediencia.
Dejamos de temer a la soltería, nos abrimos a la sexualidad, al trabajo y a las mismas tareas que el hombre; pero no dejamos, en el fondo, de ser susanitas.
El problema es que roto el pacto de principal interés (controlar la sexualidad femenina para apuntalar el poder masculino), ¿cúal es el “negocio” de casarse con alguien que ya no tenga miedo de ser estigmatizada, apedreada y dejada fuera del mercado casamentero por haber roto su himen antes de la boda?
Sin darnos cuenta, rompimos con el contrato sexual disfrazado de amor, blancura y campanitas. El cerrojo que se nos colocó en los labios inferiores se abrió y eso nos vale ahora la violencia de género y el lugar de objeto descartable.
Hemos escuchado, seguimos viendo y nos seguirán alimentando a fuerza de novelas o a través de Facebook, por si no tenemos tiempo de ponernos a tejer mirando la tele a la tarde, los viejos libretos que ahora, sólo sirven a las ganancias de la industria de la fiesta y tratan de mantener una serie de variables que sostienen un sistema de consumo que moriría si se terminase la institución del matrimonio.
Para quienes manejan el poder y saben del negocio que significa la familia, no será nada difícil hacernos la película de que existe en algún lugar el hombre tierno, incondicional, que muere en silencio por nosotras, se hace el duro pero en realidad nos escucha, y después de trabajar todo el día, no ve la hora de preparar el mate para esperarnos en casa y saber qué nos sucedió en el trabajo; aunque disimule malestar para no parecer un flojo. ¡Ah, qué paraíso!
En lugar del anillo (y como no encontramos otra forma de ponernos vestidos para pisar un altar donde todos nos vean), nos sacamos selfies con un beso para colocar en la portada de la red social y dejar en claro que “ÉL ME PERTENECE”.
Obviamente, las que no consiguieron una foto pública (supletorio devaluado del antiguo anillo), evalúan ese gesto como signo de "novia oficial"; aunque ahora la oficialidad dure tres días.
Como vemos, en un análisis simple, básico y sin entrar en demasiados detalles, podemos comenzar a distinguir que la liberación nos valió violencia de género: se nos pega y se nos castiga por haber dejado de ser una propiedad y un servicio de cama y lavandería a cambio de una sortija.
Y por supuesto, hasta que comprendamos de verdad, en forma íntegra y esencial el significado de nuestra libertad, tardaremos en asimilar que no tenemos que dar pasos hacia atrás, llorar y ceder hasta el maltrato, para no sentirnos "fuera del mundo". Recién comienza el duro camino de despertar a una verdad que está muy lejos del universo que nos pintaron con moños rosa.
Aún nos queda mucho por comprender acerca de nuestro papel en el mundo: no se trata de ser "la señora de", no se trata de ser "la flaca", "la linda", "la exitosa para...."; se trata de ser personas felices antes de buscar la felicidad en el único y fracasado modelo de tener que ser un bien que se anota como perteneciente a Fulano de Tal en un registro civil.
Si alguna vez dos personas se encuentran, es porque dicho encuentro no está basado en ceder posiciones. La PARIDAD es la única forma de caminar juntos, y por el momento, somos hombres y mujeres que están abandonando un paradigma obsoleto para forjar uno donde el dominio, la cosificación y el maltrato, queden atrás.
Ellos tendrán que asimilar que no somos su propiedad. Nosotras tenemos que comprender que eso no era amor.
Si estás “suelta”, si es difícil caminar de a dos, no es porque seas rara, fea, poco querible o una especie de alien, sino por el contrario; alguien habitada por un divino descontento que impide quedar atascada en formas injustas de amores equivocados.

Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista y artista plástica.
Para contactar con ella por consulta psicológica o terapia psicoanalítica, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.