Escribe: Juan Carlos Serqueiros
Las variadas corrientes de
opinión en torno a nuestra historia surgen a partir de las
distintas visiones que se tengan del acontecimiento que señala el inicio de
nuestra etapa independentista, esto es, la Revolución de Mayo.
Eso no hubiera significado mayores
problemas si no fuese por una circunstancia: la imposición de una historiografía
oficial caracterizada por un matiz antipopular, antiamericano y extranjerizante, que es
en la actualidad la que se sigue impartiendo en los niveles de educación
primario, secundario y terciario; con lo cual las sucesivas generaciones de
argentinos continúan sin conocer su pasado.
A esta historiografía oficial
se le opuso una corriente revisionista (como si la historia no fuese revisionista per se), pero antipopular también, como lógica
emergencia de su "pecado original", es decir, la adhesión de sus más
conspicuos referentes a una de las concepciones en pugna en el mundo de por
entonces (década del 30): una evidente impronta jerarquizante, aristocratizante
y en muchos casos hasta fascistoide,
totalitaria, de la cosa. En síntesis, un revisionismo de derechas, digamos.
Posteriormente, se agregaría a
la disputa otra corriente, también revisionista, materialista,
marxistoide, de izquierdas; aunque muchos de ellos -la
mayoría- no hayan visto un solo trabajador en su vida, y si alguna vez vieron
uno; después tuvieron que psicoanalizarse un par de décadas por el trauma que
les produjo.
Y así hasta nuestros días, en
que a partir de la decisión del actual gobierno nacional de crear una
institución revisionista nueva, en lugar de -si fuese cierta (que no lo es; sino que lo que se busca es algo muy distinto) la declamada intención de revisar la historia- impartir instrucciones
en tal sentido a los profesionales que tiene en el Conicet; entró a tallar en
el problema otro grupejo del que no se sabe muy bien en qué consisten sus
fundamentos -en el caso (improbable) de que los tengan-, tal vez porque
malinterpretaron algo, y entonces en lugar de ni yanquis ni marxistas;
peronistas, son ni yanquis ni marxistas; oportunistas. En fin...
Y el problema sigue sin
resolverse; porque los argentinos que asisten impávidos e indiferentes a los
"sesudos debates" entre unos y otros, aún no saben (y los
contendientes, menos que nadie) qué cuernos fue en realidad eso de la
Revolución de Mayo.
Y es archiconocido, ¿no? Si uno
no sabe quién es ni de dónde viene; difícilmente pueda discernir para qué
está.
Así, la gente contempla atónita
cómo los de la historiografía oficial les tiran a los otros con el misil de un
"Moreno numen de la Revolución de Mayo"; y a ésos les contestan
desde el otro lado con un "Saavedra primer peronista de la historia".
Después, viene algún otro chantapufi que con engreída sapiencia (supuesta,
desde ya, y sobre todo; supuesta por él mismo) afirma que "lo cierto es que la Revolución de
Mayo fue hija y complementaria de la Revolución Española, hija y complementaria
a su vez, de la Revolución Francesa". Y atrás viene otro que no sabe ni de
Moreno, ni de Saavedra, ni de revoluciones ni de nada; pero que como tiene
muchas ganas de hacerse de unos pesos con algún oscuro librejo escrito por él a
partir de la chapa que le da una caprichosa institución oficial, le chupa las
medias al gobierno -a éste o a alguno anterior, no importa; porque seguramente
mañana será chupamedias del que venga-, se proclama "revisionista
popular" e intenta convencer a todos de que la Revolución de Mayo la
hizo algún antepasado de los Kirchner.
Y a todo esto, la gente sigue
sin conocimiento de su ayer.
La Revolución de Mayo conjugó:
las aspiraciones de un pueblo a su libertad y a su defensa, habida cuenta de
que quien debía asegurarle eso (la corona española), se había demostrado en
1806 y 1807 incapaz de hacerlo; los estallidos revolucionarios previos (Chuquisaca, La Paz, Quito, etc.); el rencor de los hijos de estas tierras al
verse desplazados de todas partes por los advenedizos foráneos; el sentimiento
de pertenencia a una patria que aún no sabían muy bien explicarse en qué
consistía, pero que se iba instalando firmemente en el inconsciente colectivo;
y el anhelo de unos cuantos abogados y comerciantes de tener esa tan mentada
libertad de comercio que convenía a sus intereses y les aseguraría el predominio de su clase social.
Todo eso se juntó, confluyó y
eclosionó en la Semana de Mayo, y así se configuró la heterogénea Junta de
Buenos Aires, expresión de todo ello; para que después el privilegio de
intereses mezquinos y sectoriales en desmedro del interés común, los prejuicios
de clase y el rechazo a la búsqueda, consecución y afirmación de la propia identidad;
reemplazando a ésta con una careta prestada, terminaran por imponerse,
rompiendo aquella transitoria y frágil unidad primigenia.
Y así andamos los argentinos,
todavía en el difícil y doloroso proceso de ser.
-Juan Carlos Serqueiros-
-Juan Carlos Serqueiros-