miércoles, 15 de noviembre de 2023

POR LA VUELTA










































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Si me viese obligado (momento inimaginable y terrible que ojalá nunca llegue) a elegir uno y sólo uno entre todos los tangos que me gustan, sin dudarlo un instante ése sería Por la vuelta. Sus versos, autoría del gran Enrique Cadícamo, que fueron musicalizados por el extraordinario compositor, pianista y director de orquesta José Tinelli, rezan:

Por la vuelta
(Tango, 1938)

¡Afuera es noche y llueve tanto!...
Ven a mi lado, me dijiste,
hoy tu palabra es como un manto...
un manto grato de amistad...
Tu copa es ésta, y la llenaste,
bebamos juntos, viejo amigo,
dijiste mientras levantabas
tu fina copa de champán...

La historia vuelve a repetirse,
mi muñequita dulce y rubia,
el mismo amor... la misma lluvia...
el mismo, el mismo loco afán...
¿Te acuerdas? Hace justo un año
nos separamos sin un llanto...
Ninguna escena, ningún daño...
Simplemente fue un "adiós"
inteligente de los dos...

Tu copa es ésta, y nuevamente
los dos brindamos "por la vuelta".
Tu boca roja y oferente
bebió en el fino bacarát...
Después, quizá mordiendo un llanto,
quedate siempre, me dijiste...
Afuera es noche y llueve tanto...
y comenzaste a llorar...

La historia de su creación es bien conocida: la poesía se la inspiró a Cadícamo (mientras regresaba en barco de un viaje a Nueva York que había hecho en compañía de su amigo Juan Carlos Cobián) la evocación de una vivencia suya: un romance (una amistad sentimental, en sus propias palabras) que mantenía desde 1928 con una blonda señorita, en el marco de un vínculo en el cual campeaba la libertad (era una relación abierta, como se dice hoy en día) y al que ninguno de los dos (pese al tenaz convencimiento que tenían y a la gran valoración que hacían de la empedernida soltería que sustentaban y que ambos se proponían mantener incólume) se decidía a ponerle punto final: siempre terminaban brindando por la vuelta en la casa de ella o en el departamento que él alquilaba en la calle Uruguay al 600. Era necesario para la irreductible bohemia de los dos (dado el espanto que sentían ante la posibilidad de "encadenarse") decretar la muerte de esa amistad sentimental con un "paremos acá".
Años después, Cadícamo contaría cómo lograron aquel "paremos acá": hicieron una apuesta, que perdería aquel de los dos que primero llamase al otro. Él abandonó el departamento de Uruguay al 600 y se instaló en el hotel Continental; mientras que ella continuó viviendo en su propia casa. Transcurridas dos semanas durante las cuales no se llamaron ni se vieron, el romance pasó a ser un hermoso y amable recuerdo atesorado en sus corazones. Después, ya sin la "carga" de aquel amor, Enrique alquiló un departamento que estaba en el 640 de la calle Tucumán y allí escribió los versos de Por la vuelta, predestinados a convertirse en un tango extraordinario.
Cadícamo terminó por hocicar ante el amor definitivo recién en 1961 al cumplir sus 61 años, en que casó con Nellly Ricciar. En cuanto a la damisela, nunca sabremos si la muñequita dulce y rubia (de la cual él jamás divulgó el nombre) permaneció soltera o si concluyó rindiéndose también al amor afectuoso, amistoso, estable y apacible del matrimonio.
Esta poesía de Cadícamo, que representa un clivaje en el tango, no es en modo alguno simplemente una bella lírica más entre tantas otras. El contexto que describe es tan distinto al que generalmente se pintaba en las letras de tango hasta los años 40, como la noche lo es del día.
De hecho, no se ambienta en un humilde ranchito de los arrabales de la ciudad, ni en la misérrima zapie de un conventillo, y ni siquiera en un bulincito más o menos pretencioso que oficie de garçonnière, no; acá hablamos de una casa de aquellas, con todas las de la ley, un lugar desde el cual contemplar cálida y confortablemente que "afuera es noche y llueve tanto".
Quien juega de local no es el chabón, sino la mina; ella es la dueña de casa y el tipo tiene que ir al pie, es decir que de machismo y cuestión de primacía de género... nada por aquí, nada por allá.
En cuanto a los protagonistas, no son ni un taura de Pompeya, ni un tanito de la Boca, ni un cafiolo veterano, el tipo; y la mina no es ni una fabriquera con tos de tísica a fuerza de tener que yugarla doblada en el taller de costura, ni una chirusa ruin de efímera hermosura que le pone los cuernos al choma originando la sangría de ella o de algún tercero en discordia, y ni siquiera es la alegre pizpireta (y trepadora en la escala social) "de parla afranchutada, pinta maleva y boca pecadora color carmín" que el mismo Cadícamo nos pinta en Che, papusa, oí... No, para nada; acá se trata de un hombre capaz de generar un afecto profundo nacido de la confianza en su bonhomía y de su aptitud para expresarse a nivel coloquial y romántico a tal punto, que ella considera que "hoy tu palabra es como un manto"; y de una mujer independiente, finoli y desprejuiciada, una "muñequita dulce y rubia" de "boca roja y oferente".
Y desde luego, no están escabiando un troli de tinto berreta en vasos de vidrio grueso y ordinario, sino que beben champán en copas de cristal, y encima; no de un cristal cualunque, sino de un finísimo "bacarát", es decir, fabricado por la francesa Société Baccarat, nada menos. O sea, se trata de gente con un poder adquisitivo considerable o que por lo menos; sabe vivir, digamos, y que tiene gustos caros.
La historia que se narra no es la de un affaire sórdido, trágico, que destruye a uno o a los dos, y no hay nada de "romance de barrio tu amor y mi amor / primero un querer, después un dolor" (Homero Manzi dixit); sino que es la pintura de una relación adulta y equilibrada entre dos personas seguras de sí mismas, que saben lo que quieren, inteligentes, perceptivas y que no están dispuestas a arder sin más en la hoguera de una pasión volcánica ni a someterse resignadamente a una coyunda que amarre su libertad; y que atinaron oportunamente a darse "un adiós inteligente de los dos", es decir, a tomar la perspectiva que sólo pueden brindar el tiempo y la distancia, para saber si lo que sentían era o no verdadero amor.
Por todo eso y por muchas otras cosas que impactan en mis sentidos sacudiéndome la psiquis, este de Cadícamo es sin dudas, para mí, el tango. Y te propongo que lo escuchemos en (para mi gusto) la mejor de sus versiones: la del Tata Floreal Ruiz; para lo cual te pongo el enlace:


Que lo disfrutes tanto como yo. Chau.

-Juan Carlos Serqueiros-

Imagen: Maher Morcos, "Up with the Champagne (Arriba con el champán)", óleo sobre tela, contemporáneo.