Sabía que algunas personas creían que su fama de seguir las pistas hasta dondequiera que le condujeran provenía de algún sentimiento de superioridad, como si tuviese una vocación y una visión más pura de la verdad, inaccesible a otros policías inferiores. En realidad, era bastante más sencillo: cuando creía que tenía razón, ese elemento autodestructivo de su personalidad se apoderaba de él. A menudo, dejaba que el demonio que llevaba dentro se impusiera al angelito. Y, ahora mismo, su ángel no podía decir ni mu… (M. W. Craven, “El show de las marionetas”)
En materia de literatura y específicamente en cuanto a novela se refiere, siempre he elegido cuáles leer en base a la intuición y nada más: primero, echo un vistazo rápido sobre la tapa del libro, tanto como para percibir cómo impacta en mis sentidos y qué asociaciones me despierta, y trascartón; leo prolija y detenidamente la sinopsis contenida ya sea en la contratapa o en la solapa interior. Y con eso me basta para saber si me atrapará y lo disfrutaré, o si por lo contrario; puedo descartarlo sin sentimiento de culpa. Ese es mi método, infalible en tanto jamás he tenido motivos para arrepentirme de seguirlo.
Sí, ya sé: alguna persona —probablemente estulta, mal educada y deseosa de perder su tiempo— podría saltar a refutarme y a descalificarlo, abrumándome con la consabida monserga estilo “andá a saber la cantidad de libros excelentes que te privaste de leer por aferrarte a eso que llamás método, despreciando cualquier análisis serio”. Por mi parte, seguramente no le respondería; porque sabido es que toda discusión sobre creencia es estéril. Cada cual con la suya y punto.
No obstante, a fuer de honesto debo reconocer que en el caso de “El show de las marionetas” (Roca Editorial, 2020), esa manera de elegir casi me falla. Pero por suerte… casi, nomás; la sangre no llegó al río.
Es que quienes somos lectores empedernidos sabemos perfectamente que hay “pecados capitales” que suelen cometer las editoriales al momento de imprimir un libro y lanzarlo a la venta; mientras que a nosotros, el público, en tanto potenciales compradores, esos pecados pueden sernos muy útiles si los percibimos como indicadores de que a priori, haríamos mejor en abstenernos de adquirir la obra en cuestión (que de más está decir, casi invariablemente resulta un bodrio intragable): nombre del autor consignado con abreviaturas, “ganchos” publicitarios tendientes a semejarlos a tal o cual “masivo éxito” literario, cinematográfico y/o televisivo; título expresado en handwriting, información comercial sobreabundante, foto del autor en la portada, y adhesivos con “ofertas imperdibles”. Y aunque la sinopsis del libro me había gustado no poco; hete aquí que (tal, como se puede apreciar en la imagen) la tapa de “El show de las marionetas” exhibía nada menos que tres de esas características.
Así las cosas, a punto estuve de dejarla y seguir de largo. Pero una vocecita interior me instó, si no a reconsiderar mi método; sí a averiguar un poco más: googleé al autor, fui a dar a su website y oh, sorpresa (grata), me encontré con que al tipo le gustan los perros, que tiene uno al cual adora, y que se pasa días enteros en una librería llamada Bookends que a mí se me antojó un paraíso: en ella se venden tanto libros viejos como nuevos (y entre estos últimos, todos los escritos por él, claro), cuenta con un espacioso jardín y una cafetería en la que se sirven exquisiteces, y además; se admiten perros. Suficiente para darle un aprobado, porque a ver, decime: ¿no te parecen invalorables las librerías auténticas? Esas a las que vas siempre, por más que no tengas un mango en el bolsillo; aunque sea para hablar un rato con el librero o librera que ya conoce tus gustos y sabe lo que te interesa, o por ahí; simplemente para tomarte un rico café charlando de libros. Y no me digas que nunca te pasó ir a una librería de cadena, y que el vendedor o la vendedora te atienda con su mejor cara de ameba estreñida sin tener la más p…álida idea acerca del libro que buscás y mucho menos de su autor/a.
Este escritor, M. W. Craven (n. 1968, Carlisle, condado de Cumbria, Inglaterra) ha creado dos personajes que se las traen. Uno es el sargento de detectives Washington Poe, aficionado al café, solitario, irascible, antipático, de pocos amigos, habituado a transgredir las reglas (de hecho, está suspendido en su empleo y bajo investigación por haber provocado la muerte de un sospechoso) y que en ocasiones recurre a hacer lo que él considera justicia, sólo que… por mano propia y ejerciendo violencia. El otro personaje es una civil muy joven, pálida y miope, ligada a la policía por contrato: Matilda Tilly Bradshaw, quien tiene un coeficiente de inteligencia sorprendentemente elevado (graduada en Oxford cuando sólo contaba dieciséis años, detenta una maestría y dos doctorados), y es una especie de genial analista en matemáticas y posee aptitudes magistrales para el uso de los recursos informáticos, entre ellos, incluso algunos que han sido ideados y desarrollados por ella misma. Pero a pesar de ser lisa y llanamente brillante; Tilly tiene graves problemas: es inhábil para desenvolverse socialmente y en la cotidianeidad del mundo real: no tiene licencia de conducir y más aún; ni siquiera sabe hacerlo (su madre todas las mañanas la lleva en coche hasta su trabajo, y a la tarde pasa a buscarla cuando concluye sus tareas), y para peor; es el blanco predilecto de las burlas de sus compañeros de trabajo, al punto que no puede tener ni un solo objeto personal en su escritorio, pues le roban hasta la taza del café.
A todo esto, un asesino serial se divierte quemando vivas a sus víctimas luego de haberlas torturado. La policía, totalmente desorientada, no tiene ni una sola pista firme para seguir, situación desesperante ante la cual el jefe de la misma resuelve levantar la suspensión que pesa sobre Washington Poe y encargarlo de la investigación. Al principio, el sargento se niega, pero después accede a hacerlo y elige a Tilly como su ayudante. Un roto y una descosida. ¿Podrán entrambos resolver el caso?
Y hasta aquí llegué. Ni en sueños voy a espoilear en pos de despertar tu interés por esta novela, pero eso sí: te aseguro que si te quedás sin leerla, te habrás privado de gozar de un policial estremecedor, maravillosamente planteado y escrito, con una trama felizmente exenta de esas trampitas a las que algunos escritores suelen recurrir, y que te mantendrá en vilo de principio a fin.
La tengo disponible en formato ePub, de modo que quien la quiera, no tiene más que solicitármelo por eMail y con mucho gusto se la enviaré por esa vía.
¡Ah! Casi me olvido: “El show de las marionetas” es la primera novela de una saga que ya lleva seis de ellas.
-Juan Carlos Serqueiros-