viernes, 31 de mayo de 2024

DE ARTISTAS Y DE LOCOS






























Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Hay, sin embargo, un cargo al que debo responder, y que apenas satisfecho por una parte, reaparece por otra bajo nueva forma. Es anticipado o superfluo, se dice, un Observatorio en pueblos nacientes y con un erario o exhausto o recargado. Y bien, yo digo que debemos renunciar al rango de nación, o al título de pueblo civilizado, si no tomamos nuestra parte en el progreso y en el movimiento de las ciencias naturales. (Domingo Faustino Sarmiento, discurso inaugural del Observatorio Nacional Argentino, 24.10.1871)

El 24 de octubre de 1871, el presidente de la República, Domingo Faustino Sarmiento, inauguraba en Córdoba el Observatorio Nacional Argentino (en la actualidad, Observatorio Astronómico de Córdoba). En el discurso que pronunció en esa oportunidad, empleó las frases que se citan precedentemente, en las cuales expresaba su punto de vista en relación a la oposición y las muchas críticas que el proyecto había tenido en Buenos Aires, manifestadas principalmente en el diario La Nación, de Mitre, que desde el anuncio del proyecto lo había reputado de gasto superfluo esgrimiendo como argumentos, entre otros, la guerra contra el Paraguay, la guerra franco-prusiana, la epidemia de fiebre amarilla y la situación en Entre Ríos. Eso sí: lo que nadie admitía públicamente —y la prensa menos que nadie— era la “herida” que al orgullo porteño le infligía el hecho de que se lo situase en Córdoba y no en Buenos Aires.
La imagen que oficia de portada al presente opúsculo es una litografía alusiva a dicho evento, publicada con posterioridad (diciembre) al mismo, inserta en el periódico decimonónico El Mosquito. En ella aparece caricaturizado Sarmiento, quien con un telescopio mira la luna, en cuya cara se evidencia una expresión, digamos… demencial, remitiéndonos de ese modo inequívocamente a su apodo: "loco".
El Mosquito fue un periódico que se auto definía como independiente (condición esta que perdería en 1882, año en que su propietario celebró un contrato que por el término de dos años lo ponía bajo el auspicio del Partido Autonomista, y que por otra parte; resignaría luego definitivamente a partir de un indisimulable alineamiento con el roquismo y el juarismo), satírico, burlesco y de caricatura, cuyo primer número salió a la calle el 24 de mayo de 1863, y que logró mantenerse exitosamente en las preferencias del público durante treinta años, hasta su última edición el 16 de julio de 1893. Satirizaba a todos y se reía de todos, empezando por sí mismo, es decir, por quienes constituían su propio staff; y ante la pregunta de si era “mashorquero” (rosista) o “salvage” (unitario), “crudo” (alsinista) o “cocido” (mitrista); respondía: “soy político y como todos los demás del gremio disbarro y disbarraré” (donde se emplea disbarro por desbarro: desatino, yerro, barbaridad, disparate). Quedaba clarísimo: El Mosquito podía asumir cualquier postura política o ideológica e incluso adherir ocasionalmente a un partido o candidato, para ponerse en contra inmediatamente después, arrogándose la prerrogativa de ostentar una llamativa volubilidad a la cual convertía (exitosamente, además) en derecho propio y en motivo de orgullo.
En mayo de 1868 se incorporó a El Mosquito como ilustrador Henri —nombre argentinizado en Enrique— Stein (n. París, 04.10.1843 – m. Buenos Aires, 17.01.1919), quien pronto se constituiría en factótum y pasaría a detentar el cargo de director gerente, para después adquirir el periódico y convertirse en su editor y director propietario.


Desde sus inicios mismos, El Mosquito venía satirizando tenaz, asidua y abundantemente a Sarmiento, pero a partir del ingreso de Stein; haría de él una de sus “víctimas” predilectas, representándolo como un loco (por ejemplo, en la que hemos visto), o un mono, o un asno, o un elefante, o una hiena, o un payaso, o un vampiro que en vez de sangre; chupa sueldos, o como “el general Cagatinta”, o como… En fin, digamos que al semanario cualquier bondi lo dejaba bien para caerle con tutti. E incluso, para zaherirlo y ridiculizarlo aún más; llegó hasta declararse sarmientista, esto es, partidario de la candidatura presidencial de Sarmiento, porque… ¡le garantizaba las mejores caricaturas!
Pero el asunto era de toma y daca, porque “el tremendo sanjuanino” (José María Rosa dixit) era, como sabemos, un sujeto atrabiliario y un polemista terrible, y tampoco se paraba en pelillos a la hora de denostar a Stein (a quien por otra parte; catalogó de “matón del lápiz”).
Así las cosas, con tanto agravio y tanta ofensa de uno y otro lado, sería lógico inferir que entrambos existía un odio profundo y un sordo rencor, pero contra lo esperable; en modo alguno era así, por lo contrario; lo que había era un mutuo sentimiento de admiración y respeto que trascendía las estocadas que se cruzaban. Y mucho menos existió conflictividad entre El Mosquito de Stein y el poder político encarnado en Sarmiento, que jamás  movió un dedo para coartarlo o censurarlo.
De hecho, Sarmiento había mandado a encuadernar todas las caricaturas suyas publicadas en El Mosquito, y además; su casa en el Carapachay estaba empapelada con ellas. Por su parte Stein, tras la muerte de Sarmiento el 11 de setiembre de 1888, en la edición n° 1341 de su periódico, correspondiente al domingo 16 de dicho mes, absteniéndose decorosa y respetuosamente de la caricatura; publicó en la primera página un soberbio retrato de Sarmiento, y a continuación, en la página 3 reconoció que su “impertinente lápiz se ha burlado muchas veces de esta inteligencia tan potente, original y vasta” (sic), tras lo cual hizo el elogio de tan alta e ilustre personalidad, manifestó sentirse con “el espíritu entristecido y el corazón oprimido” (sic), adhirió al luto general, y se lamentó de que el acotado espacio de su publicación no le permitiese, como sin duda lo deseaba, acompañar el retrato con una biografía. Y no se detuvo allí su homenaje al sanjuanino, porque en el número siguiente, esto es, la edición n° 1342 de fecha 23, en la página central publicó una esmeradísima litografía en la cual se ilustra la bienvenida celestial que a Sarmiento le dan San Martín, Belgrano, Moreno, López y Planes, Las Heras y otros próceres, en palabras que le hace decir al primero: “Venga, Dn. Domingo, sea Vd. el bienvenido, que aquí hay lugar para los que como Vd. han servido bien a la patria y al progreso” (sic).





No por nada el propio Stein consignó en más o menos estas palabras: “por aquella época todos estábamos locos como Sarmiento”. Y es que más allá de sus innegables dotes para ser lo que fue: un perspicaz y exitoso empresario periodístico y comercial (porque no hay que perder de vista esa faceta a la hora de describirlo); él era en esencia un magistral artista de la ilustración política, pero con la chispa de la "locura" que se traducía luego en su inventiva y en su osadía. Así también como, independientemente de sus indubitables condiciones de infatigable periodista combativo y de portentoso escritor; Sarmiento era intrínsecamente un "loco"... genial.
Tal como sabiamente enunció Aristóteles, “ninguna gran mente ha existido nunca sin un toque de locura”. Y al fin y al cabo, el caso es, mi querido amigo lector, que de artistas y de locos todos tenemos un poco.

-Juan Carlos Serqueiros-
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REFERENCIAS DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS

AGN. Fondo Enrique Stein, Sala VII, Leg. 1438-1441.
Belín Sarmiento, Augusto. Sarmiento anecdótico. E. Tipográfico de David Soria, Buenos Aires, 1905.
BNMM. Diarios y revistas. El Mosquito, periódico semanal, independiente, satírico, burlesco y de caricatura.
Gálvez, Manuel. Vida de Sarmiento, el hombre de autoridad. Editorial Tor, Buenos Aires, 1957.
Román, Claudia A. Prensa, política y cultura visual. El Mosquito (Buenos Aires, 1863-1893). Editorial Ampersand, Buenos Aires, 2017.
Rosa, José María. Historia argentina t. 8. Editorial Oriente, Buenos Aires, 1974.
Suárez Danero, Eduardo M. El cumpleaños de El Mosquito. Eudeba, Buenos Aires, 1964.