lunes, 20 de mayo de 2024

PAULINO ORIHUELA, EL HOMBRE DEL SILENCIO






































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Son algunas de unas cuantas cuartetas más, que cada tanto me aparecen, recordando a los hombres que hicieron la época anterior a la que yo vivo… (José Larralde)

Le tengo rabia al silencio / por lo mucho que perdí, solía cantar Atahualpa Yupanqui. Y… ¿quiere que le diga? Yo, en cambio; lo amo. Amo al silencio ese que es un cantor lleno de duendes en la voz, que enuncia Pablo Raúl Trullenque. Pero al mismo tiempo; odio al silencio de la historia, vio, ese que se tiende en derredor de aquel a quien se quiere condenar al olvido perpetuo, seguramente porque su recuerdo molesta como molesta un jején, y porque evocarlo no les conviene a algunos que se han erigido en dueños absolutos de la memoria colectiva.
Paulino Orihuela y Rivero había nacido, en día y mes no precisados de 1772 (según algunos; de 1778, según otros), en Atiles, en los Llanos de La Rioja. Producida la Revolución de Mayo, la política riojana, enmarcada por el enfrentamiento interminable entre los clanes de los Dávila y de los Villafañe; hubo de engrosarse con los Quiroga, los Peñaloza, los Argañaraz, los Ocampo, los Brizuela y Doria, los del Moral y... los Orihuela.
Estrechamente vinculado a los Quiroga en tanto íntimo amigo y de toda la confianza de don José Prudencio (padre de Facundo, el Tigre de los Llanos), Paulino Orihuela era el conductor de los arreos de mulas y ganado con los que se contribuía desde La Rioja al Ejército Auxiliar del Perú al mando de Belgrano en Tucumán, y al de los Andes al mando de San Martín en Mendoza.
No escaparía Paulino, esforzado, infatigable, confiable, reservado, callado, dueño de profundos y elocuentes silencios, a la fascinación que provocaba el general San Martín, y así se sumó a la campaña a Chile primero y al Perú después. Ascendido a coronel por el mariscal Sucre, regresó a los Llanos cubierto con el mismo poncho de silencio con el que se había marchado diez años antes.
Hecho (por influencia de Juan Facundo Quiroga, que lo quería mucho) gobernador de La Rioja en marzo de 1831 en sustitución del zarco Brizuela (sí, el mismo que años después, estando nuestro país en pleno conflicto con Francia, se enredaría en aquella inicua Coalición del Norte, convertido en un patético cornudo borrachín que terminaría haciéndose matar sin pena ni gloria), volvería a detentar brevemente dicho cargo en 1841.
El 23 de agosto de 1831, el por entonces gobernador Paulino Orihuela le escribía al general Quiroga:
(...) saludarlo, y al mismo tiempo solicitar el consejo de V. para resolver en orden al nombramiento de la Junta Provincial de que hasta el presente carecemos: Yo ignoro de su conveniencia, o desconveniencia, por cuyo motivo hasta la fecha no he resuelto la correspondiente invitación, y lo haré o lo callaré según el parecer de V. (...)
Gozaba Orihuela de respeto, aprecio y consideración entre sus paisanos, sin que intervinieran en la opinión que de él se tenía, esas cuestiones de banderías políticas que suelen con tanta frecuencia dividirnos a los argentinos. El historiador nacido en Buenos Aires, pero por adopción y afincamiento, tan riojano como el que más, teniente coronel Marcelino Reyes, nos dice de Paulino Orihuela que era éste un "ciudadano de antecedentes honorables que lo hacían estimar ante sus comprovincianos, no obstante de pertenecer á la 'Federación' de Quiroga, que si bien gobernó en una época nefasta no dejó tras de sí ningún recuerdo que empañase su buen nombre y su bien cimentada reputación" (sic).
Ducho y hábil a la hora de defender lo que consideraba suyo (sin ser ni por asomo doctor en leyes y ni siquiera poseer una esmerada educación) en argucias judiciales que le envidiaría hasta el más fogueado de los picapleitos, y con una notable cintura política, Orihuela (convertido ya en el indiscutido referente de los Llanos) fue, durante la presidencia de Sarmiento, el beneficiario de importantes contratos del gobierno para la construcción de represas y caminos.
Hay quienes afirman que murió el 3 de noviembre de ese año de 1887; y también los hay quienes sostienen que falleció en 1892, ya cumplidos los 114 años.
¿Era federal? ¿Era unitario? ¿O quizá no era ni lo uno ni lo otro y tenía la habilidad de pasar alternativa y sucesivamente por ambas condiciones ubicándose en cualquiera de ellas según lo demandara el alineamiento con el orden imperante a nivel nacional? En definitiva, poco importa, pues Paulino Orihuela era ante todo; argentino, y podrían aplicársele estos versos de José Larralde en su "Fragmento de Catalino Paredes": Él sabía darle una mano a cualquiera / cualquiera fuera la divisa del que pedía / la suya, era la única que sirve: la de gaucho argentino.
Quienes escribimos sobre historia deberíamos ser más humildes y dejar de lado la pretensión de juzgar; porque al fin de cuentas, como escribió Jorge Luis Borges en su "Jacinto Chiclana": Sólo Dios puede saber / la laya fiel de aquel hombre. / Señores, yo estoy cantando / lo que se cifra en el nombre.
Y si alguien preguntara por su tumba, le respondería, desde el fondo mismo de la historia, desde un ignoto sepulcro perdido para siempre en la noche de los tiempos… la voz del silencio.
El mismo obstinado, reconcentrado, silencio del que fue amante durante los 114 años de su vida aquel coronel Paulino Orihuela a quien se me antojó hoy despojar de ese manto de injusto olvido que sobre él se echó.

-Juan Carlos Serqueiros-
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REFERENCIAS 

Bazán, Armando R. Historia de La Rioja. Plus Ultra, Buenos Aires, 1991.
De la Fuente, Ariel. Los hijos de Facundo. Caudillos y montoneras en la provincia de La Rioja durante el proceso de formación del Estado Nacional Argentino (1853-1870). Prometeo Libros, Buenos Aires, 2007.
Reyes, Marcelino. Bosquejo histórico de la provincia de La Rioja 1543-1867. Talleres Gráficos H. Cattáneo, Buenos Aires, 1913.
Robledo, Víctor Hugo. Los Generales de Quiroga. Nexo, Buenos Aires, 2004.
Zinny, Antonio A. Historia de los gobernadores de las provincias argentinas. Hyspamérica, Buenos Aires, 1987.


viernes, 17 de mayo de 2024

DESDE LAS VENTANAS DE LA TIERRA























DESDE LAS VENTANAS DE LA TIERRA
(Poema de Gabriela Borraccetti) *

Se van apagando lentas
Las luces de la Tierra,
Y se aclaran y murmuran
En el cielo las estrellas.
Farolitos tenues, tintineantes,
Que acompañan a la Luna
En su camino eterno, circular;
Y junto a ella pronuncian
Cantos de plata y de brillo
Esparcidos con el aliento
De los vientos celestiales.
En tanto giran las aspas
De la inmensa Vía Láctea,
Tímidamente se asoman
Por las ventanas de la Tierra
Los anhelos del mundo…
Y hasta un hombre de piedra
Ablanda su corazón,
Pidiendo con confianza
Un deseo al firmamento.
Pide, pues, el tuyo;
Que el cielo te envuelve
Sin dar jamás la espalda
A nadie.

-Gabriela Borraccetti-

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.

miércoles, 15 de mayo de 2024

VIVIR DESDE EL EGO


















Escribe: Gabriela Borraccetti *

Vivir desde el ego es ofenderse ante la crítica, ensancharse ante el halago, creer absolutamente todo lo que los demás nos dicen acerca de nosotros mismos y reaccionar ante aquello que nos agrada o desagrada.
A mayor polarización, a mayor discriminación entre bueno / malo, lindo / feo, blanco / negro, etc.; más influenciables somos, más fácilmente creamos miedo y más evidenciamos una alta dependencia de los estímulos externos.
El ego es una instancia psíquica que conserva la unidad de la identidad; pero cuidado: no hay que confundirla con la identidad toda.
Por eso, reconoce a tu sombra. Ella habla también de ti, y al reconocerla, el ego se desvanece; porque allí donde arrojas luz, desaparece la oscuridad.

Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o whatsapp al +54 9 11 7629-9160.


martes, 14 de mayo de 2024

TOTAL... PA' HABLAR AL PEDO NO SE PAGA BOLETO








































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

El 13 de mayo de 2015, el Archivo General de la Nación publicó en su cuenta de Facebook la misma imagen que oficia de portada del presente opúsculo, con este epígrafe:

El médico de la Gobernación de Río Negro, doctor César Fausone, examinando al hombre-mujer detenida por infracción a la Ley de Enrolamiento, 1902.
Documento Fotográfico C2299(sic)


El AGN no especificó la procedencia del documento fotográfico, limitándose sólo a consignar en cuál sección lo conserva; pero por mi parte puedo informarle, mi estimado amigo lector, que la imagen corresponde a una de las tres fotografías que fueran publicadas en la revista Caras y Caretas en su edición del 17 de mayo de 1902, página 39, para ilustrar con ellas un artículo en el cual se narraba sucintamente la detención por infracción a la "ley de enrolamiento" de una persona que vestida de mujer; resultó ser un hombre, circunstancia esa que era conocida por todos los habitantes de Colonia General Eustaquio Frías, en el por entonces territorio nacional y hoy provincia, de Río Negro.
Como puede usted mismo comprobar leyendo los comentarios, es notable (y lamentable) cómo, a partir de una foto que tiene nada menos que 122 años, algunos elaboran las “explicaciones” más fantasiosas, extravagantes, absurdas y ridículas, que van desde endilgarle al médico el mirar con “desprecio” y “soberbia” al detenido, hasta abundar en consideraciones sobre una presunta adscripción suya al positivismo criminológico lombrosiano. Y para mayor gravedad, sin privarse de meter en la misma bolsa a toda la Generación del 80, como si quienes formaron parte de ella hubiesen tenido un criterio unánime, obviando, entre otros factores, este “pequeño” detalle: quien combatió las ideas de Lombroso, polemizando con él en los diarios y en el propio idioma de su contendiente, fue precisamente uno de los más destacados integrantes de la Generación del 80: Osvaldo Magnasco; pasando por todo el arco político-ideológico actual con los que se refieren peyorativamente al infractor tachándolo de “puto” y con los que lo imaginan como una especie de precursor de las personas transgénero y se compadecen de su “triste destino” (el cual, dicho sea de paso, los unos y los otros ni siquiera conocen cuál fue, ni se molestaron en tratar de averiguarlo; pero lo mismo opinan porque total es gratis). En fin…
Esos… “comentaristas”, digamos, no valoraron la excelente calidad de la fotografía (que como enuncié precedentemente, es una de las tres que tomaron para la revista Caras y Caretas dos reporteros gráficos a los cuales se menciona sólo por sus apellidos: Yofré y La Valle, omitiéndose sus nombres de pila), ni mucho menos se detuvieron en las precisiones que se dan en el texto del artículo periodístico (claramente favorable a la índole, prendas de carácter y hábitos de la persona en cuestión). Y ni hablemos de pedirles a esos opinólogos que, aunque más no fuera, procuraran situarse en el contexto histórico.
La “ley de enrolamiento” mencionada tanto en la nota de Caras y Caretas como en el epígrafe del AGN, era en realidad una de las aristas de la ley 4031, propuesta por el Ejecutivo (presidencia de Julio A. Roca) a través del ministro de Guerra, coronel Pablo Riccheri; sancionada por el Congreso el 5 de diciembre de 1901, promulgada el 10 de ese mes y reglamentada en abril de 1902. Si bien el tratamiento de la ley debió apresurarse a raíz de lo que por diciembre de 1901 se estimaba como inminente: el estallido de una guerra con Chile; el propósito que se perseguía era mucho más ambicioso en lo social, en lo político y en lo estratégico-geopolítico, que esa situación coyuntural (que por otra parte; para mayo del año siguiente, esto es, el mes en que se tomó la foto y se publicó el artículo, ya estaba aventada; a punto tal que días más tarde se firmaban los llamados Pactos de Mayo que descartaban toda posibilidad de guerra).
No obstante ello; algunos de los “sesudos comentaristas” postearon irresponsablemente que al supuesto infractor seguramente lo incorporarían al ejército para mandarlo "a pelear contra sus hermanos" y delirios por el estilo; sin reparar en otro “pequeño” detalle: no se lo iba a incorporar al ejército de línea; sino a la guardia territorial. Pero bueno… se ve que para ellos, Goyeneche y Gath y Chaves son lo mismo (“segual”, diría Minguito).
El facultativo que aparece en la imagen es el doctor en medicina César Faussone (no “Fausone” como se consigna erróneamente en el artículo de Caras y Caretas y también en el epígrafe del AGN), un médico italiano arribado al país pocos años antes en el marco del desarrollo que a los territorios nacionales imprimió el gobierno de Julio A. Roca. Faussone fue nada menos que el pionero de la medicina en el sur argentino, y durante mucho tiempo fue el único médico de esa región en leguas a la redonda; por lo cual en aquel momento, el gobierno dispuso que viajara desde Rawson, donde residía, hasta Viedma, a reconocer médicamente al detenido. ¿Y por qué hizo eso el gobierno? Precisamente por las voces que en la pequeña comunidad se alzaron en favor del detenido, quien gozaba de general estima. El doctor Faussone no era lombrosiano ni por asomo, ni miraba con “desprecio” y con “soberbia” al preso, como temerariamente postearon algunos, llevando el divague al extremo.
Hasta donde me es dable saber, en los archivos de Río Negro no se conserva el expediente del cual podrían obtenerse los datos de filiación de la persona en cuestión, a qué etnia pertenecía, el proceso de su detención, etc. (es remotamente posible que algo haya en los archivos del Estado Mayor correspondientes al año 1902, pero ello no parece probable y en todo caso; nadie se dedicó a indagarlo). No obstante; puede inferirse con cierto grado de certeza que su caso fue idéntico al de otros miles: al sancionarse la ley, el Estado no disponía (y muchísimo menos en los territorios nacionales) de registros confiables de las personas, y por otra parte; había aún una alta tasa de analfabetismo, con lo cual muchos ni siquiera estaban enterados de que se había promulgado una ley de servicio militar obligatorio, y si bien es cierto que no puede alegarse ignorancia para soslayar el cumplimiento de la ley; no es menos cierto que la realidad impone cosas que el sentido común no puede obviar; ante lo cual tuvieron que dictarse muchas leyes de amnistía para quienes, voluntaria o involuntariamente, eludieron su cumplimiento; hasta que el Estado pudo al fin enrolar debidamente a todas las personas, lo que se efectivizó recién en 1912 de resultas de la ley Sáenz Peña.
En síntesis, seguramente aquella persona fue liberada a partir del informe del doctor Faussone, y muy probablemente habrá continuado con el oficio de tejidos y bordados que venía desempeñando. Mal que les pese a los fabuladores (tanto los retrógrados que están parapetados tras un conservadurismo esclerosado, obtuso, recalcitrante, acrítico, negador y con frecuencia alarmante, homofóbico, empeñados en denostar “putos”; como también los progres enancados en un indigenismo meramente declamatorio, trasnochado, disgregador y con veleidades de “vanguardista”, obstinados en encontrar “víctimas” de un pasado al cual, pese a no conocerlo ni entenderlo; consideran “oscurantista”).
Unos y otros, inmersos en el océano de prejuicios y estulticia al que los han arrojado todos los gobiernos que a su turno manipularon la historia y trataron de imponer como discurso único su particular y amañado relato del pretérito; continúan creándose las novelas surgidas de sus fantasías y opinando (o más bien, pontificando) como si supieran. Total… pa' hablar al pedo no se paga boleto.

-Juan Carlos Serqueiros-




lunes, 13 de mayo de 2024

EN SEGUNDOS





































Escribe: Gabriela Borraccetti *

Uno, dos, tres... y la cuenta que se pierde en los siguientes tic tac. Como dos niñas jugando a la ronda, las agujas danzan alrededor de un centro en todo caso inmóvil. Entonces... ¿qué es lo que se escurre con cuatro, cinco, seis... tic tac? Nada.
Nada parece haber cambiado. Entonces busco sobre la mesa, en las luces encendidas de la casa, debajo de mi cama y entre las pantuflas. Y la respuesta sigue siendo la misma. Tic tac.
Sigo buscando en el armario, entre los libros, en las escaleras y en el living. Los cuadros no se han movido y llevan en sus láminas las mismas figuras de muchos tics tac atrás. Sin embargo siete, ocho, nueve... tic tac. Repentinamente mi corazón sintió una brisa, y como si fuese un sueño, dejé mi cuerpo recostado en el sillón para salir volando al cielo. Tomada de las manos de las agujas que se habían convertido en alas, atravesé la ventana para poder tocar las estrellas. No supe cuánto tiempo había pasado, pero cuando volví, la alfombra estaba como la había dejado, las agujas, aunque me las había llevado, estaban allí, marcando su paso monótono, los tic tac se seguían sucediendo.
Pero yo... ya no era la misma. Y el tiempo ya no importaba.

Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.


viernes, 10 de mayo de 2024

JULIO SOSA Y LOS PERROS



































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Una de las facetas de la personalidad de Julio era su amor por los animales. Tenía muchos perros, todos los cuales había sacado de la calle, salvándolos.
En cuanto veía un perro callejero, se ocupaba de él, buscándole hogar, y más de una vez, increpó duramente —e incluso llegó a trompear— a quien los maltratara.


Es famosísima la anécdota que siempre contaba el gran Leopoldo Federico, acerca de una perrita abandonada que habían encontrado con Julio un día en que ambos andaban en el auto del primero. Julio se bajó del coche, alzó la perrita, y cuando llegaron a su domicilio, le pidió a Leopoldo que la tuviera y cuidara hasta que él le consiguiera hogar; pues ya tenía muchos perros en su casa y no cabía ninguno más.
Al día siguiente, tenían que grabar, y Julio, en un café cercano a la discográfica, esperaba a Leopoldo. Cuando éste llegó, Sosa en el acto le preguntó por la perrita.
—¡No me hables más de eso, por favor! —fue la reacción del músico.
Es que ocurrió que la perrita se le había escapado por la ventanilla abierta del auto y el pobre Leopoldo (cuyo estado físico no era precisamente el de un atleta), tuvo que correrla una cuadra hasta alcanzarla y salvarla de los autos que la podían atropellar, y de allí en más, tuvo que ir hasta su casa a dos por hora pues el animalito se le había instalado sobre sus rodillas y prácticamente no podía manejar.
Julio no sólo ponía el corazón en todos los tangos que interpretaba con sin igual maestría; le sobraba para darlo también a los peluditos de cuatro patas.

-Juan Carlos Serqueiros-


miércoles, 8 de mayo de 2024

CON PERDÓN DE LOS LOCOS























Escribe: Gabriela Borraccetti *

Así como un ser humano va de renacuajo a bípedo desde su desarrollo intrauterino hasta que sale de él; evolucionan también el dibujo y su inteligencia. De hecho, es un observable que en principio, todo en el papel parece "renacuajizado", y luego las cosas van tomando una forma identificable. Eso habla de la evolución de la inteligencia, de la apreciación de luces y sombras, de la capacidad de simbolizar, de observar y de ver la vida.


Esto no quiere decir que los que aprenden a pintar y dibujar sean seres superiores. Para nada es así. De hecho, los seres totalmente individualizables son aquellos que encuentran un estilo; no un modo fantástico de dibujar.
Recuerdo que cuando yo era pibita, el mundo no me importaba lo más mínimo, puesto que lo que me afectaba a modo superficial y pasajero, era ver a alguien sin techo, pero como eso me daba miedo; la escena pasaba a ser una foto pasajera que se alejaba con un "por favor, Dios, que a mi familia nunca le pase eso" o un “ese hombre algo habrá hecho por estar ahí”.
Artísticamente estaba en la etapa de renacuajo, mi inteligencia era instintiva y reaccionaba retrayéndose ante lo desconocido.
Pasaron los años y empecé a dibujar un poco mejor. Entonces, ver a un pobre, a alguien abandonado o loco, me llevaba a pensar en el frío y el abandono. No obstante, no era mi responsabilidad. No había que acercarse simplemente porque ese era un desconocido. Seguramente, alguien que no fuera yo, podría hacer algo por él.
Años más tarde, ya se podían distinguir mejor mis trazos. Por ejemplo, en la figura humana (aunque con algunas desproporciones, como ojos muy grandes y vigilantes), ya no cabían dudas de qué era lo que pretendía retratar. Medio enclenque y más parecido a un accidente de Picasso que a un dibujo más o menos bien hecho, empecé a preguntar acerca del porqué de la situación de calle. ¿Quién era responsable? Y ¿dónde está Dios? ¿No me enseñaron que la caridad y la mar en coche? ¿Cómo la iglesia no los saca de allí y en cambio cierra sus puertas? Obviamente, terminé peleada con Dios.
Se me ensancharon las caderas, me crecieron otras partes del cuerpo y dibujé mejor. Mi arquitectura interna y mi visión de las cosas, iban también ensanchándose. Ya no me parecía que la existencia de un todopoderoso fuera a dar soluciones. Al contrario. Los responsables somos nosotros -me dije-; y fue allí donde entre otras cosas me llamaron "zurda".
Busqué “zurda” en el diccionario, porque no entendía qué era eso. Lo busqué como había buscado "temor de Dios” (para saber si a Dios había que tenerle miedo), y había buscado “amor", para entender cómo, si él era todo amor, había que tenerle miedo. Digamos que el diccionario me salvaba de creer que estaba loca o que era idiota, pero “zurda” definía cosas que no me parecían mal; el problema era que no relacionaba eso con pensar que todos debíamos hacernos cargo de la gente que no estaba bien.
Pasaron los años y empecé a solidarizarme, a tender una mano, a dejar de creer que todo lo tenía que hacer otro, y en fin; que yo algo tenía que ver en todo eso. Dibujar, dibujaba mejor y supongo que el dejar de sentir culpa por tener deseos sexuales y encuentros de esa índole sin pensar en Satanás, me dejaba más firme el lápiz y las ideas más claras. Mi cuerpo no era una caja de pecado, sino de sentidos para disfrutar. Y políticamente, me había distanciado de los pensamientos de mi familia. Los milicos no me parecieron nuca piolas, Menem tampoco. Y el hambre venía siempre del mismo lugar. Nada muy difícil de dilucidar cuando uno vio pasar por lo menos dos gobiernos con una mirada algo atenta.
Para ese entonces, ya tenía claro que Neustadt era un pelotudo, pero en mi casa lo aplaudían. Llegó la facultad, salí con que quería estudiar Psicología, y ahí todo saltó por los aires: los profesores de filosofía me habían "infectado" el mate. Me llevaban a cuestionarlo todo y terminé por ser vista como un "virus", un cuerpo extraño con ideas raras. ¿Cómo era posible que con mi edad, estuviese cuestionando a los periodistas tan informados y sabihondos de la televisión?, me decían.
Mis dibujos iban mejorando, pero no ya por lo perfectos; sino porque empezaban a tener un sello. Si alguien veía uno, no podía identificar si eran de derecha o de izquierda (con qué mano los había dibujado, quiero significar). Tampoco podían decir si eran preciosos o feos. Según quién los viera, pasaban de ser “bonitos”, a “horribles”. Así que ahí supe que eran reconocibles como míos: cuando nadie puede ubicarte en un casillero, es porque entras únicamente en el tuyo.
El tiempo siguió pasando y aún no me parecía que “lo mío" fuera algo tan genial como para una exposición, y no sólo de arte; sino también de discurso, de libros o de saberes. Hasta que un día, sin preguntarme demasiado; me decidí a colgar mis propios cuadros en las paredes de mi casa. Luego, los publiqué en internet, y también colgué en la red mis artículos, mis cuentos y mis poemas.
Ya no pienso como pensaba a los cinco años. Eso no es grandioso, pero sí es más de lo que algunos han logrado, sobre todo; cuando vemos y escuchamos a muchos dirigentes que parecen no haber buscado jamás el significado de la palabra temor, ni amor, ni Dios. Sólo se ciñeron al piso, a lo que reditúa, y eso los hizo "inteligentes". Sacaron las notas necesarias para pasar de grado repitiendo lo que les dijeron, primero en la casa, luego en la escuela y por último en los medios. No desarrollaron arte alguno, no se dirigen al otro cuando hablan y siguen viendo en el harapiento de la calle al leproso, al virus, al despojo del que hay que huir. Esos a los que nunca "les tiembla el pulso" tienen certezas. Están seguros de que hay un solo camino. Dibujan mal, muy mal, porque suelen tener problemas en la vista del alma. Y lo que no saben, es que tener certezas es el síntoma principal de aquel a quien se llama "loco".
Sólo eso quería manifestar. Y por supuesto, con perdón de los locos, esos que fueron encerrados por harapientos, posibles transmisores de alguna "infección" de las que tanto molestan y empañan el paisaje bello de los que no han podido dibujar jamás algo verdaderamente suyo, sino apenas y a lo sumo; un dinosaurio (renacuajo con cola y patas).


Y ahora me dirijo a usted y le pregunto: ¿Usted se anima? ¿Qué hace con lo que piensa? ¿Cuestiona? ¿Todavía dibuja renacuajos o ya dibuja algo reconocible como suyo?

Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.


martes, 7 de mayo de 2024

LA COCHERA PRESIDENCIAL





















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

La imagen de portada que ilustra este breve opúsculo es una fotografía tomada c. 1890 que se conserva en el Archivo General de la Nación, Fondo Casa de Gobierno, Inventario 161562. En ella puede usted, mi apreciado amigo lector, observar a dos empleados limpiando la carroza presidencial.
La antigua cochera y las caballerizas se ubicaban en los patios internos de la Casa Rosada, pero años después, en el transcurso de la segunda presidencia de Julio A. Roca (1898-1904), se trasladarían a un edificio ad-hoc situado en el Paseo de Julio (la antigua Alameda y actual avenida Alem) al 800, en lo que hoy en día es el Garage Presidencial.
Por aquellos tiempos, el uso de la carroza presidencial era muy esporádico y se reservaba exclusivamente para actos públicos de gran relevancia, de extraordinaria significación como los 25 de Mayo y 9 de Julio, u otros acontecimientos muy importantes (como ser visitas de dignatarios extranjeros, por ejemplo); pero en lo cotidiano, hasta bien entrado el siglo XX, lo usual era que el presidente de la Nación llegara a la Casa Rosada caminando desde su propio domicilio.

-Juan Carlos Serqueiros-




domingo, 5 de mayo de 2024

COMO SI FUERA UN IMÁN










































Escribe: Gabriela Borraccetti *

Hay un complejo misterioso entre destino-inconsciente-madre-mundo. En su libro (de extraordinaria relevancia para la psicología analítica) "La Gran Madre. Una fenomenología de las creaciones femeninas de lo inconsciente", Erich Neumann nos dice:
La vida sentimental de todo ego consciente que siente su pequeñez en relación con los poderes, está dominada por la preponderancia de la Gran Madre, que gobierna todo cambio. El arquetipo puede ser experimentado externamente, como mundo o naturaleza, o internamente como destino o inconsciente, Así, el terrible aspecto de lo Femenino, siempre incluye la serpentina mujer urobórica, la mujer con el falo, la unidad de embarazo y parto, de vida y muerte... Como Artemisa-Hécate, en Grecia, la Gorgona es también la señora de los caminos de la noche o del destino, y del mundo de la muerte.

Figuras que engendran partenogenéticamente destrucción, simbolizadas por las Moiras que decidían el destino, o las Erinias, personificaciones de la venganza. Y cuando un ego, yo, o self es débil, teme tanto al inconsciente como al destino, siendo ambos sinónimos entre sí.
Lo desconocido de nosotros mismos es lo que marca el lugar donde vamos a poner el próximo pie. Como si fuera un imán.

Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o whatsapp al +54 9 11 7629-9160.

sábado, 4 de mayo de 2024

ANTES Y DESPUÉS























ANTES Y DESPUÉS
(Poema de Gabriela Borraccetti) *

Por los caminos que trenza la vida,
Sinuoso resorte de arribas y abajos,
Encontré un sendero, entré sin atajos
Y una tarde de abril me tomé de tu mano.

Tras las ventanas nos vieron los cerros
Cantar, renegar, disentir, coincidir…
Y entre arbóreas copas alzadas al viento
Enredar nuestras voces de amor y de tiempo.

Y henos aquí, mi sueño más grande,
Mi fiel compañero, mi hogar, mi destino.
Te he dicho y te digo
(Y nunca he mentido)
Que eres en mi historia
El después de todo antes.

-Gabriela Borraccetti-

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.


viernes, 3 de mayo de 2024

CICATRICES





































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Considerando que estoy por cumplir 68 años y en lo anatómico arrastro las secuelas que la vida y el rugby me fueron dejando (me falta la mitad de la ceja izquierda, tengo rota la nariz, desviado el tabique nasal, dos quebraduras de brazo y una de clavícula, una placa y cuatro tornillos en la tibia, un riñón que se salvó nomás de pura casualidad a mis 20 años y que desde entonces no funciona todo lo bien que debería, un diente al que se le ocurrió crecer en el paladar en lugar de hacerlo en la encía, cicatrices de suturas en las sienes más la delgada línea felizmente ya casi imperceptible que queda de la cicatriz dejada por los 18 puntos que me dieron en la mano derecha, los ligamentos hechos puré en ambas rodillas, los meniscos que dejaron de existir hace mil años y las muchas chapas que se me volaron de la marota...); creo que tan, tan, pero tan desastroso no estoy, después de todo. Y eso que never in the puta life pisé un gimnasio, eh.
En fin… “se rompe loca mi anatomía” (Indio Solari dixit). Pero bien meditada la cosa y aún cuando no pierdo de vista que como consuelo resulta paupérrimo; no puedo dejar de pensar que también podría haberme ido mucho peor, ¿no? Digo, qué sé yo…
Todo eso en cuanto a lo físico exclusivamente (por fortuna), porque por lo demás; ni la vida ni el rugby me han dejado cicatrices en el alma. Y a pesar de que en el clásico que en mí disputan Apolo y Dioniso suele triunfar el segundo; de algún modo logré componérmelas para que los desengaños, las amarguras, las injusticias, las frustraciones y demás que han significado heridas en mi alma, sanaran sin dejar cicatrices. La verdad sea dicha, no sé cómo lo hice y mucho menos podría explicarlo; más calculo, aunque no soy bueno en matemática; que eso debe de ser atribuible a lo único que jamás falló: mi intuición, que me ha guiado siempre.
Así las cosas, cómo no habría de rendirle homenaje a mi intuición; ¡claro que lo hago! Si mis esporádicos raptos de consciencia debo agradecérselos a ella. Por más que no pocas veces sus aciertos hayan provocado cataclismos o, mucho peor aún; eclipses. Es que si bien aprendí a perdonar; nunca pude aprobar esa materia llamada olvido. Lo cual de paso, quizá explique por qué me resuena tan maravillosa la inefable y hermosamente triste melodía de “Oblivion”, de Astor Piazzolla. Y tal vez, también sea por eso que en ocasiones caiga yo en el boicot a mi propia felicidad empañándola con algún inoportuno mal recuerdo, que funge de indeseable inquilino buscando eternizarse en mi maldita memoria y que viene a atenazarme.
Así que bueno… ¿cicatrices? Y… sí, pero reitero: en lo físico; en el alma, ninguna. 
Con todo, lo que esencialmente soy, empecinado en sus sueños y presentado en este… digamos poco agraciado y castigado envase que ves, llegó hasta aquí y ahora, y sigue siendo yo. Lo cual no es poco. 
Bah, me parece…

-Juan Carlos Serqueiros-