lunes, 13 de febrero de 2023

ACERCA DE LOS MISERABLES Y EL TRATAMIENTO DE LA HISTORIA EN LAS REDES SOCIALES
























Escribe: Juan Carlos Serqueiros

“Murga purga” es el track n° 7 de Momo Sampler (2000), último disco de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Se trata de una de esas canciones que —en las propias palabras del Indio Solari— “son viejas venganzas” y cuya letra remite a un tipo que “es eso que se le reprocha: un alcahuete, un chivato” (sic).
Me acordé de esa canción, y me vino como anillo al dedo para saborear el gustito de “viejas venganzas”, y paralela y principalmente; referirme a una cuestión que siempre me ha inquietado: la narración de la historia en lo que se ha dado en llamar redes sociales.
Mi página Esa Vieja Cultura Frita nació con el propósito de abordar principalmente dos temáticas, que son las únicas sobre las que puedo tratar con algún grado más o menos aceptable de conocimiento que justifique y legitime la posibilidad de emitir opinión (y perdón por la inmodestia): la lírica del Indio Solari y la historia.
Uno procura, al escribir, que lo que termina entregando a sus lectores no sea un "lugar común", un refrito más de los tantos que indigestan en las librerías y en internet; sino que se trate de algo que no encuentren ya previa y abundantemente descripto y detallado en libros o en la web. O sea, uno no se resigna a ocupar el lugar de mero divulgador o de loro repetidor (que ya demasiados hay y constituyen una plaga); sino que va por el premio mayor, esto es, investigar, analizar, en suma; aportar, crear. Y precisamente por eso, elegí “Esa Vieja Cultura Frita” como nombre para la página, de modo de apelar a la ironía para significar, a través de esa frase solariana (en la que adrede, cambié el original “esta” por “esa”), que en mi website nadie iba a encontrarse con nada que fuese un refrito.
Por supuesto, como señaló Borges, uno escribe para que lo lean, no para cosechar aplausos, acuerdos obsequiosos, plácemes, premios, elogios, "me gusta" y felicitaciones; sino para que lo lean, más allá de que los lectores estén o no de acuerdo con lo que uno escribió, les haya gustado o no lo que leyeron, y/o los mueva ora a asentir, ora a criticar. Claro que uno escribe desde uno y por uno, pero en esencia; el motor es escribir para que lo lean los demás ¿o para qué lo haría, si no? Y siempre, SIEMPRE, la mayor satisfacción que uno puede obtener es el reconocimiento a su honestidad intelectual. No hay likes ni felicitaciones que puedan no ya superar; sino tan siquiera suplir en parte eso.
Seguramente, mis primeros contactos en las redes sociales, esos que desde 2010 tengo y conservo, recordarán aquellas tenidas virtuales que manteníamos, a veces hasta bien entrada la madrugada, charlando de historia (y también de música, literatura y poesía) en nuestros propios perfiles y en grupos o páginas. En fin... épocas en que Facebook era... no sé... otra cosa, infinitamente más amigable, distendida y entretenida de lo que es hoy; porque el de aquel entonces era, básicamente, un sitio virtual para re encontrarse con personas con las que uno había perdido contacto, y para socializar.
Aunque claro, como en la vida real, la virtualidad también cobijaba (y cobija, por desgracia —lo cual se ve cada vez más agravado por la impunidad que representa no tener que poner físicamente la caripela, estar tête à tête y mirar a los ojos—), "gente" poco recomendable, digamos, portadora de envidia, rollos y mambos de toda laya, manipuladora, mentirosa, falsa, con perfiles truchos, narcisista, y con una larga serie de "virtudes".
Por citar algunos ejemplares de entre esa gentuza, me acuerdo de un ñato que en su página la iba de historiador: un chantapufi de cuarta cuyas iniciales eran daniel balmaceda —amigote y ladero del saltimbanqui paNcho o'donnell, el sucesivamente radical, menemista, delaruista, kirchnerista, macrista y sabrá dios qué carajo será hoy por hoy, quien calzaba los mismos puntos y que lo bautizó "imprescindible cartonero de la historia" (?)—, que en verdad, era un detective de alcoba, un chimentero de las celebridades del pasado, sabía de historia lo mismo que yo de física cuántica, y  cuando lo apretabas un cachito con una pregunta o una exigencia de precisiones, o le señalabas un error, huía como laucha y era más escurridizo que anguila en balde 'e mocos. Asimismo, otro que parecía propiamente una suricata: jorge pautasso, un tipejo despreciable, ridículo, acomplejado, con veleidades de cheronca, menos calle que Venecia y menos noche que verano antártico, machirulo recalcitrante, facho, con alma de milico frustrado, chismoso, difamador, envidioso, ortiba (baste con citar que una vez que publiqué un mail de un artista amigo mío en el que me anunciaba que lo iban a nombrar personalidad distinguida de la cultura de Buenos Aires y me invitaba al acto; este fantoche al que me refiero se atrevió a preguntarme, a través de un comentario público, si mi amigo “seguía siendo falopero o si se había curado de su adicción” —huelga aclarar que le exigí que pidiera perdón ipso pucho y borrara ese “comentario”, porque si no, lo iba a re cagar a trompadas, cosa que obviamente, el muy cobarde se apresuró a hacer, porque el miedo no es zonzo—), y plagiador serial: seleccionaba y copiaba artículos enteros escritos por otros, y después los pegaba y los subía a su perfil o página atribuyéndose la autoría. Otro gusano infecto era federico andahazi, uno que se definía como "psicólogo, escritor e historiador", cuando en realidad; se trataba de un repugnante gorila, adorador fanático de Onán (pajero, le dirían en mi barrio), huele braguetas compulsivo, inveterado lame calzones y consuetudinario catador de tampones y toallitas higiénicas, que le tenía un odio cerval al peronismo y que me bloqueó de puro gonca, porque lo invité a pelear por un inmundo librejo altamente ofensivo y chusma que había escrito nada menos que sobre uno de los Padres de la Patria: el general Belgrano. Otro deleznable sujeto, apellidado bleynat y cuyo nombre de pila olvidé, era uno que cuando leía un artículo escrito y publicado por mí, ponía un par de hipócritas frases de compromiso “felicitándome”, y trascartón me largaba un rosario de recomendaciones acerca de evitar el uso de lo que él llamaba “descalificaciones”, "malas palabras", y pretendía darme clases de lo que él entendía como "moral cristiana". Y de otra que bien baila: araceli bellotta, una ameba impresentable, trepadora, fiera como apretarse los huevos con una morsa, cuyo mayor “mérito” era chuparle las medias a Cristina Kirchner y pretender equipararla a Evita, y que aprovechando su condición de influyente funcionaria pública (nada menos que directora de museos históricos era la muy desfachatada, caradura y sinvergüenza), me denunció en Facebook y en Google. Y de otro mamarracho llamado hernán brienza, un otrora furioso anti kirchnerista cuando escribía para la revisteja Noticias (puaj) después devenido en ultra cristinista, a quien el Estado le garpó, ya sea directa o indirectamente a través de una recua de burdéganos que se arrogaba ser “revisionista” nucleada en un instituto al que bauticé “prostituto revisionista borrego”, la edición de libros que son, siendo generoso, ilegibles.
Pero mejor la corto acá con toda esa escoria... para que seguir acordándome de aberrantes especímenes... Todas esas lacras que cité son, en síntesis, una “bola de mierda”, tal como la que magistral y certeramente define el Indio Solari en la canción que mencioné al principio.
Con el tiempo, me fui percatando de que en este nuestro bendito país, las personas verdaderamente interesadas en la historia (que no es otra cosa que la política del pasado) son las menos; la inmensa mayoría sólo recurre a la historia (o mejor dicho, a lo que llama erróneamente "historia" creyendo que lo es) para perpetuar odios pretéritos y/o para apropiarse de las figuras históricas obstinándose en asimilarlas a las de la política del presente para hacerlas aparecer como si hubiesen sido “ancestros ideológicos” de lo que representan o dicen representar las de la actualidad. Y que en general, quienes se meten un cachito más, integrándose (o buscando integrarse a como dé lugar) a academias e institutos, lo que persiguen no es la verdad histórica sino acceder a un carguito que les otorgue alguna notoriedad, alguna figuración, algún beneficio, algún privilegio o alguna prebenda.
Por eso, hoy por hoy, leo a poquísimos historiadores (me sobran los dedos de una mano para contarlos) y dentro de esos poquísimos, principalmente a mi amigo Carlos Pistelli (que nadie entiende cómo hago para soportarlo, que tiene un tenebroso pasado radical alfonsinista, y que es un incurable panegirista de contrabandistas de cueros y salteadores de caminos como Artigas, de gauchos ladrones de vacas como Estanislao López y de borrachines maníaco depresivos como Leandro Alem; pero que también es ¡dios sea loado! un tipo íntegro e intelectualmente honesto a rajatabla, y con quien nos cagamos de risa y nos chicaneamos (en un sano marco compinche y humorístico, claro, porque con Salvador Ferla aprendimos que a la historia hay que tomarla con drama y humor) criticando él a Perón y yo a Yrigoyen.
Y también por eso, quienes siguen mi página Esa Vieja Cultura Frita, notaron que a partir de 2015 mermó considerablemente la publicación de artículos de historia (de hecho, el último —brevísimo— lo subí en octubre del año pasado), y muchos lectores me han enviado mensajes extrañándose de ello. Así que aprovecho esta especie de “vieja venganza” que es a la vez descarga y exorcismo, digamos, para avisarles a quienes me preguntaron (independientemente de que por supuesto, les respondí a uno por uno, como debe ser), y de paso a todos los que me pregunten en lo sucesivo, que ese criterio seguirá vigente en la página: publicaciones de artículos de psicología y poemas de Gabriela (que dicho sea de paso, casi siempre superan en cantidad de visitas y lecturas a mis propias publicaciones); artículos de literatura, música, y poemas míos; el clásico de EVCF: la lírica del Indio Solari; y alguna que otra cosita de actualidad que merezca interés; mientras que mis artículos de historia continuarán reducidos a la excepcionalidad que yo juzgue oportuna.
Un apretado abrazo a todos.

-Juan Carlos Serqueiros-


No hay comentarios:

Publicar un comentario