Escribe: Juan Carlos Serqueiros
En
cualquier cultura conceptual-artístico-lírico-musical, sea cual fuere, hay de
todo: excelente, bueno, regular y malo. Y el tango —entendido como tal: cultura y no meramente género— no constituye la excepción. Pero para nada, eh.
Hay,
dentro del tango, manifestaciones pictóricas magistrales y otras muy berretas
(y nunca mejor aplicada la lunfardesca expresión); bailarines que son un regalo
para los ojos, y otros que directamente parecen troncos a pique o tentetiesos; intérpretes
—tanto músicos como cantantes— que son una bendición para los oídos, y otros decididamente
insoportables; y expresiones poéticas y musicales sublimes que conmueven el alma, y otras francamente
deplorables y lamentables.
Entre estas últimas está comprendida —en mi opinión
y para mi gusto— esta… pieza, llamémosla, siendo generosos y buenos: Fueron tres años, tal como tituló a ese engendro su autor y compositor, un tal Juan Pablo Marín, en 1956.
Veamos,
si no:
No
me hablas, tesoro mío,
no
me hablas ni me has mirado.
Fueron
tres años, mi vida,
tres
años muy lejos de tu corazón.
¡Hablame,
rompé el silencio!
¿No
ves que me estoy muriendo?
Y
quítame este tormento,
porque
tu silencio ya me dice adiós.
Flaco,
me parece que sos medio logi (y eso de “medio”, si te veo con un solo ojo). Si
no te habla y ni siquiera se digna mirarte, está clarísimo que no soporta tu
presencia, ¿o qué parte no entendiste? Tu tormento y que te estés muriendo, a
ella le importa tres carajos a la vela; a ver si te das cuenta de una puta vez
y dejás de arrastrarte como una babosa.
Y
bueno, por fin cazaste una. Sí, es cierto, muy perspicaz lo tuyo: con su
silencio te está diciendo adiós. ¡Rajá ya y dejá de dar lástima!
¡Qué
cosas que tiene la vida!
¡Qué
cosas tener que llorar!
¡Qué
cosas que tiene el destino!
Será
mi camino sufrir y penar.
A
ver, pánfilo: Sí, la vida tiene cosas y a veces nos toca llorar. ¿Recién te
diste cuenta? Entonces superaste mis expectativas y sos más boludo de lo que
creía. Tenés menos calle que Venecia y menos noche que verano antártico. No es
cuestión del “destino” ni que estés condenado a “sufrir y penar”; es que sos un
nabo que anda implorándole a alguien que no quiere saber nada con vos. Y no te
lo iba a decir, pero bueno, me veo obligado: tiene razón la mina en no
soportarte; si andás rogando y humillándote, es que no te querés a vos mismo. Y
si no te querés a vos mismo; mal podés querer a alguien más. La felicito a la
mina, se nota que es muy perceptiva.
Pero
deja que bese tus labios,
un
solo momento, y después me voy;
y
quítame este tormento,
porque
tu silencio ya me dice adiós.
¡Ah
buenooooo! Veo que no sólo sos un nabo, sino que como si eso fuera poco, además; sos masoquista. ¿Me podés explicar para qué mierda querés que la mina te deje
besarla “un solo momento”, para después irte? Tené un cacho de amor propio,
aunque sea, y retirate con todos los honores y la cabeza en alto. ¡Forro!
Aún
tengo fuego en los labios,
del
beso de despedida.
¿Cómo
pensar que mentías,
si
tus negros ojos lloraban por mí?
¡Hablame,
rompé el silencio!
¿No
ves que me estoy muriendo?
Y
quítame este tormento,
porque
tu silencio ya me dice adiós.
Y
dale con Pernía… No se puede creer que seas tan chichipío, viejo. Mirá, si no tenés
dignidad; no sé… sacá un crédito y comprate un kilo, viste, algo… O matate,
total… no le va a importar a nadie que deje de existir un incurable pelotudo edípico marca Acme como vos.
Además de otario, es misógino. Aputa lástima pero es un verdugo en la penumbra. Bicho peligroso; es un idiota vampiro. Ojo.
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