jueves, 15 de agosto de 2024

FUEGOS DE OCTUBRE (REPUBLICACIÓN)























Escribe: Juan Carlos Serqueiros

FUEGOS DE OCTUBRE
(Beilinson-Solari)

De regreso a Octubre
(desde Octubre)
Sin un estandarte de mi parte...
Te prefiero igual, internacional.

El título es una reminiscencia de la revolución de octubre (octubre según el calendario juliano; noviembre según el gregoriano, que hoy por hoy es el adoptado en casi todo el mundo) de 1917 en Rusia, en la cual tomaron definitivamente el poder los sóviets, ya caído el zarismo desde marzo de ese mismo año.
La canción es precisamente la que abre el disco, el track nº 1; por eso en la grabación pirata del recital de Paladium donde se presentó Oktubre por parte de la banda, en el comienzo del show se puede escuchar, como música de fondo, la “Obertura 1812”, de Piotr Ilich Tchaikovsky, creada para conmemorar el triunfo del pueblo ruso frente a las tropas napoleónicas.
Y también, obviamente esta canción "Fuegos de octubre" es la que marca la temática general del disco, el arte de tapa con las banderas negras y rojas del anarco-sindicalismo, la catedral de La Plata en llamas, etc.
Con lo de “de regreso a Octubre (desde Octubre)”, Solari "regresa", evoca, aquella revolución rusa retrotrayéndose imaginariamente al mes de octubre  de 1917; pero lo hace partiendo desde un tiempo determinado: el mismo mes de la actualidad (entendiendo, claro, como actualidad a octubre de 1986, mes y año en que se lanzó oficialmente el disco).
Las dos frases subsiguientes, es decir “sin un estandarte de mi parte" y "te prefiero igual, internacional”, nos revelan el impresionante poder de síntesis del Indio. Se refiere a que si bien no se embandera ni partidaria ni ideológicamente con la revolución rusa de 1917 ("sin un estandarte de mi parte"); en cambio sí comparte ("te prefiero igual") los postulados internacionales de hermandad proletaria que la misma propugnaba, y por eso la homenajea. Esos postulados son "internacionales" porque datan de la I Internacional (que es la Asociación Internacional de Trabajadores inaugurada por Karl Marx y Friedrich Engels en Londres en 1864), y también de la II Internacional (que es como se denomina al Congreso Internacional de Trabajadores reunido en París en 1889 con el propósito de unir a todos los partidos socialistas, laboristas y social-demócratas europeos).
Además, con lo de internacional, se refiere a la marcha "La Internacional", que es el himno obrero que cantaba el pueblo ruso sublevado contra el zar Nicolás. El pueblo (obreros, campesinos, estudiantes y soldados desertores del ejército) cantaba esa marcha para diferenciarse de las tropas leales al zar; que entonaban el tradicional himno ruso “Viva el Zar” impuesto por la dinastía Romanoff.
Solari canta dos veces la estrofa y eso no es casual, sino que tiene un significado simbólico: lo hace de ese modo porque sí comparte los postulados de la I y II Internacional; pero no así los de la III Internacional (el Congreso de Moscú en el cual Lenin puso a todos los partidos comunistas del mundo bajo la órbita del partido comunista ruso), y tampoco los de la IV Internacional (reunida por Trotsky en París en 1938).
O sea y en resumen: se está poniendo por encima de cualquier ideología y/o postura partidaria: comparte los ideales y la lucha contra las injusticias sistémicas que animaron la revolución de 1917 en Rusia, pero hasta ahí llega; el resto ni lo comparte ni lo rechaza, ni lo critica ni lo celebra; sino que directamente se abstiene de emitir juicio al respecto.


-Juan Carlos Serqueiros-

martes, 13 de agosto de 2024

LA LIBERTAD NO SE PIDE, SE TOMA























Escribe: Gabriela Borraccetti *

El silencio y la auto conmiseración se han hecho para quien desea quedarse atascado en un pasillo en lugar de pasar a otra habitación. Se han hecho para quien relee la misma carta, el mismo párrafo y el mismo renglón, sin saber que en el final se escribe la solución a todas las cosas. Se han hecho para enfurruñarse y acentuar negritudes.
Pero a mí me gusta abrir nuevas puertas, me gusta limpiar mi altillo mental y adoro leer los finales de todo tipo. No guardo en mi cabeza y mucho menos en mi corazón, el pulso del mascullar que ennegrece el alma; el perdón pasó a ser mi aliado y jamás pido libertades; simplemente las tomo y ya.
Aunque el precio sea alto; nunca será más alto que arrastrar los pies por el camino, llevando los grilletes de heridas sin curar, masticando el chicle del desdén con aliento a lamentaciones.
Recuerda: la libertad no se pide; se toma.

Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.

sábado, 10 de agosto de 2024

FÉLIX LUNA






















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Estoy releyendo Soy Roca, de Félix Luna. Debe ser la quinta o sexta vez que lo hago, y siempre me pareció un libro entretenido —Luna escribe bien en prosa—; aunque de escaso (o mejor dicho; nulo) valor histórico, debido a lo cual está —más que apropiadamente— catalogado en este rubro del contrasentido: "novela histórica". Y digo del contrasentido porque, a ver, no jodamos: si es novela no es historia, ¿estamos de acuerdo?
Seguramente debido al mil veces maldito ILVEM de lectura rápida que en un concurso televisivo de preguntas y respuestas gané cuando pibe, a mis 12 años, y que cargo como un estigma, se me escapó el párrafo que cito a continuación y en el cual acabo de reparar. En su imaginación (a veces afiebrada), Luna le atribuye a Roca estas palabras acerca de sí mismo: "No fui ni soy un jefe de partido. No tengo pasta de caudillo. No soy un tribuno. No se dan en mi persona esos mágicos atributos como los que hicieron de Mitre o Alsina (o años más tarde, de Alem) figuras idolatradas por las masas." (sic)
Obviando el hecho indisputable de que se necesita poseer el don de una portentosa fantasía para aceptar que Mitre haya calado en las "masas"; yo diría más bien que si Mitre o algún mitrista tomó en cuenta alguna vez la palabra "masa", eso debe de haber sido en el contexto de un libro de física o de una visita a una panadería o confitería; porque de otro modo... Vaya y pase lo de Alsina (siempre y cuando aceptemos como "masas" a algunos grupos de orilleros y compadritos encorsetados en el lumpenaje de los comités autonomistas a fuerza de asado, taba y vino; pero bueno...). Y vaya y pase también lo del fundador de esa crónica de la infamia que ha sido —y que sigue siendo— la UCR: Alem, de innegable popularidad (aunque particularmente, yo deba confesar que esa popularidad me jode bastante y la acepto sólo porque la evidencia en tal sentido es abrumadora: el tipo —en mi opinión, un incurable romántico, borrachín y maníaco depresivo que vivía en una realidad paralela habitada por sus propios fantasmas—, era incuestionablemente popular y eso es un hecho histórico innegable e insoslayable; por más que a mí me hubiera gustado que la cosa fuese distinta).
Pero lo que más me llamó la atención de ese párrafo, es lo de "figuras idolatradas por las masas"; porque es exacto, exactísimo. El que Luna haya escogido el verbo idolatrar, es decir, adorar a un ídolo, esto es, a una deidad (por más que se trate de una “deidad política" como Mitre) FALSA; tiene forzosamente que haber sido un sincericidio que su inconsciente estimó imprescindible.
No obstante, si en su faceta de historiador son lamentables los errores (¿horrores?), los “olvidos” y las manipulaciones en que Luna incurrió —de todo lo cual el párrafo que cité es sólo el botón de muestra o apenas la punta del iceberg—; sería injusto y además estaría absolutamente reñido con la honestidad intelectual negarle méritos a los que resulta más que justo acreedor en su condición de fundador, editor y director de la revista Todo es Historia, en la cual escribieron historiadores de distintas corrientes interpretativas y se publicaron los trabajos de muchísimos de ellos que en tanto provincianos, no habían tenido hasta entonces en la gran urbe capitalina la difusión que largamente merecían.
En cuanto al Luna poeta, qué quiere que le diga... A mí me conmueve su lírica y la considero bellísima. Juana Azurduy, Alfonsina y el mar, Zamba de usted, La peregrinación… me parecen maravillosas y me laburan planos muy altos de la psiquis.
Qué sé yo… volvé, Falucho, dale. Por más que como historiador te haya re puteado hasta en chino mandarín (¿y quién no?); comparado con espantos tales como Romero, Canale, Balmaceda, O'Donnell, Pigna, Chumbita y demás especímenes de similar laya que andan pululando por ahí, debo admitir que sos Heródoto. Y extraño tu poesía, más aún si es musicalizada por tu correligionario Ariel Ramírez.

-Juan Carlos Serqueiros-

lunes, 5 de agosto de 2024

EXPRESARSE



















EXPRESARSE
(Poema de Gabriela Borraccetti) *

Expresarte es darte a conocer,
Que te conozcan es no tener vergüenza de ti,
Avergonzarse es sinónimo de disfrazarse
Y disfrazarse es no quererse ni aceptarse.
¿Quién puede decir que tiene confianza en sí mismo,
Si apenas puede dar la cara para decir lo que piensa?
A veces, abrir la boca trae consecuencias;
Pero cerrarla trae y atrae
A quienes nunca se muestran tal cual son,
A los que se escudan tras el dicho
“El silencio es salud”
Y se amparan en un público anonimato.
Si hay algo para decir,
Si hay un motivo para exponerse,
Es el de ir en busca de un solo objetivo:
Que se acerque a tu fuego
Quien goce de las mismas chispas que vos.

-Gabriela Borraccetti-

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.como Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.


sábado, 3 de agosto de 2024

PUBLICIDAD, CIGARRILLOS, EROTISMO Y POLÍTICA. FANTASÍA Y REALIDAD























Escribe: Juan Carlos Serqueiros

En 1902, Friedrich Formann, un inmigrante alemán llegado al país en 1896, fundaba en Buenos Aires la tabacalera que giró bajo la razón social Federico Hormann & Cía., con talleres ubicados en calle Cuyo n° 1346. La misma fabricaba y comercializaba los cigarrillos de las marquillas El Morro y El Pampero, ambas a 10 centavos el atado. Ergo, eran pa’l pobrerío, digamos.


Pero su producto más emblemático lo constituían los cigarrillos Yolanda, cuyo precio de venta era de 20 centavos el atado, con lo cual obviamente estaban dirigidos a un público de poder adquisitivo más alto; pero no tanto como para permitirse el lujo de fumar importados egipcios, argelinos o turcos. Como diríamos en el rioba, un cigarrillo pa’l medio pelo arribista, jactancioso y con berretines de parecerse a la aristocracia.


Tanto en las cigarrerías como en los kioscos y almacenes que los vendían, quienes fumaban Yolanda podían canjear las marquillas usadas; por postales de personas, ciudades, paisajes, y también… eróticas. Lo último representaba un gran “gancho” para aquella sociedad hipócrita y pacata —basta con recordar que el 21 de mayo de 1903 se había inaugurado la monumental obra de Lola Mora, Fuente de las Nereidas, la cual debió ubicarse en el parque Colón, en la intersección del Paseo de Julio (actual avenida Leandro N. Alem) con Cangallo (actual Juan Domingo Perón), debido a que el sitio originalmente previsto (la plaza de Mayo), había provocado la reacción y la airada protesta de la mojigata moralina imperante por ese tiempo—; así que imagine usted, mi querido amigo lector, el secreto encanto de la “transgresión” que implicaba tener a la vista unas tetas, un culo o la velada insinuación de una escena de lesbianismo. Por otra parte, el atractivo de las postales eróticas que obsequiaba Yolanda no se agotaba en la exhibición de desnudos femeninos, sino que poseían una característica adicional: se entregaban de a pares pues eran estereoscópicas, es decir, puestas ambas imágenes —en apariencia idénticas pero en realidad con ligeras diferencias entre sí— en un estereoscopio (que se podía adquirir al precio de 50 centavos u obtenerlo gratuitamente a condición de entregar 50 postales Yolanda), se provocaba la ilusión de profundidad, o sea; se lograba de ese modo que el cerebro percibiera dos imágenes bidimensionales como una sola tridimensional o, como decimos hoy en día, se podía ver en 3D.


Más no sólo al erotismo recurría Federico Hormann & Cía. En procura de imponer y comercializar ventajosamente los Yolanda, otro aspecto de sus publicidades consistía en apelar a la política de esos años y los personajes que en ella actuaban. Para ello contrató, en la revista de mayor tirada de la época, esto es, Caras y Caretas, además de avisos, y nada menos que en la contratapa; el espacio propagandístico llamado “página Yolanda”. Aparecían caricaturizados y expresando sus preferencias por los Yolanda, entre otros, el ex presidente y por entonces senador José Evaristo el Búho Uriburu (quien en las elecciones del 10 de abril de 1904 había resultado perdidoso frente a Manuel Quintana); el presidente Julio A. el Zorro Roca (consuegro de Uriburu); su ministro Joaquín V. González; su ex ministro José A. el Petiso Terry, etc.
A continuación, tres ejemplos de lo enunciado:




Pero no debemos perder de vista que el mundillo dorado e ideal que nos pintan las publicidades, resulta tan distante de la realidad efectiva como La Quiaca lo está de Tombuctú.
Las beldades que aparecían desnudas en las fotos estereoscópicas de Yolanda, eran seguramente fabriqueras de los arrabales que estufadas de yugarla en los talleres de costura o encandiladas por las luces del centro e ilusionadas en piantar del conventillo; caían a ejercer la prostitución en los lupanares cuando no en manos de algún cafishio que las explotaba y golpeaba.
Los amistosos consejos y sugerencias que en la propaganda aparecía Roca dándole a Quintana, no existían más que en la fantasía, porque en la vida real el uno había levantado la candidatura del mencionado en segundo término sólo para tirar abajo la de Pellegrini; y el otro, que era despectivo, altanero y soberbio como su bisabuelo (aquel esclavista Martín de Álzaga que fuera fusilado por el Triunvirato en 1812) respondía peyorativa, desabrida y secamente las prudentes y cordiales palabras del Zorro al transferirle los atributos presidenciales, espetándole: “Soldado como sois, transmitís el mando en este momento a un hombre civil; no somos camaradas ni correligionarios y hemos nacido en dos ilustres ciudades argentinas más distantes entre sí que muchas capitales europeas”. Lo cual equivalía a decirle: "Usted es sólo un milico provinciano y yo un prominente civil porteño; hay entre nosotros un abismo de distancia y nada tenemos en común ni política ni geográficamente". Delfina Bunge (que ese mismo año de 1904 conoció a quien sería su esposo, Manuel Gálvez) comentaría perspicazmente a propósito de las poco felices palabras de Quintana: "A Roca lo han despedido poco menos que a palos".
Muy lejos estaba Quintana de ser el venerable anciano representado en las publicidades de Yolanda como escuchando atentamente los consejos de Roca, antes bien; era el arquetipo del aristócrata degenerado irremisiblemente en oligarca: mitrista independiente y abogado del Banco de Londres, que en ocasión de suscitarse en 1876 un incidente entre el gobernador de Santa Fe: Servando Bayo, y el banco, aconsejó a los ingleses bombardear Rosario. Era un susheta, vestía como un dandy y terminaría su desastrosa y malhadada presidencia, felizmente acotada al ejercicio efectivo de tan sólo quince meses, a causa de su precaria salud, aún más deteriorada por un atentado anarquista contra su vida, primero, y por la revolución radical de 1905, después (revolución que había sido planeada y organizada por un Hipólito Yrigoyen invariablemente envuelto en su delirio místico, creído de ser un mesías llamado a una misión regeneradora y moralizadora, y mostrado en las publicidades como un apóstol de la democracia —todo lo cual, dicho sea de paso, no le impedía evidenciar su lascivia toqueteando el culo de alguna maestra que, desesperada, acudía a él implorando por un puesto o un nombramiento—).
Fumar Yolanda no llevó a Joaquín V. González a rechazar —como sería deseable que lo hubiese hecho— el ministerio con que lo invistió Quintana, pese a que éste derogó la ley electoral n° 4161 llamada de representación uninominal por circunscripciones por él concebida e impulsada ("gracias" a lo cual seguimos sufriendo el flagelo de las listas sábana). Quizá fuera que más allá de la fragancia de su tabaco; los cigarrillos Yolanda tenían la virtud de atenuarle el disgusto. Vaya uno a saber…
¡Ah!, y el Petiso Terry continuó teniendo la misma exigua estatura por más que se lo haya inducido y alentado a volverse más alto fumando incontables atados de Yolanda.
Por último, semejante bombardeo publicitario no bastó para impedir que Federico Hormann & Cía. cesara sus actividades en 1905 y que a partir de 1907 la marquilla Yolanda pasara a ser comercializada por la firma Francisco Bernárdez y Cía., pero a un precio de 10 centavos el atado en lugar de los 20 que costaba antes. Tal vez, después de todo los Yolanda no tuvieran la calidad que tan profusamente se había pregonado, ¿no? O posiblemente, el cambio de empresa elaboradora haya conducido a una merma en su jaez. Chi lo sa
El ponerme a escribir este opúsculo me trajo a la memoria algo que acaeció en 1989, durante la hiperinflación del gobierno radical de Raúl Alfonsín: los precios de los cigarrillos se habían ido tan pero tan a las nubes hasta tornarse incomprables, que las dos tabacaleras principales: Nobleza Piccardo y Massalin Particulares, decidieron discontinuar sus marquillas Jockey Club y Colorado, respectivamente, las cuales lideraban cómodamente las preferencias del público; recurriendo para reemplazarlas a marquillas que habían comercializado mucho antes, en la década de 1950: Derby y Saratoga, lanzándolas de nuevo al mercado a precios muy inferiores a los que hasta entonces venían vendiendo los cartones de Jockey Club y Colorado. La publicidad televisiva de Derby exhibía a un Ricardo Darín a bordo de un lujoso automóvil en compañía de una mujer despampanante, mientras que la de Saratoga mostraba a un Claudio García Satur en musculosa haciendo un asado en el fondo de la casa. ¿Resultado?: los fumadores se volcaron masivamente al Derby desdeñando al Saratoga, y no precisamente a causa de calidades diferentes (ambos eran lisa y llanamente malísimos); sino porque en aquel contexto de crisis económica, prefirieron identificarse con un Ricardo Darín en su papel de winner, antes que con un García Satur en su rol de laburante haciendo el asadito dominguero.
Y qué quiere usted, mi apreciado lector... la cuestión es tal como cierto día la definió mi esposa conversando acerca del tema: “La publicidad es el arte de convencer a las ovejas de que no pertenecen al rebaño; así nos venden un velo con el que tapar el agujero de nuestras propias faltas”. Por mi parte, suscribo.
¡Hasta la próxima!

-Juan Carlos Serqueiros-
____________________________________________________________________________________________

REFERENCIAS
Butera, Alejandro R. Pioneros del Tabaco. Los fabricantes de cigarrillos en la Argentina 1880-1920. Edición del autor, Bariloche, 2012.
Cárdenas, Eduardo J. y Payá, Carlos M. 1904-1910. En camino a la democracia política. Ediciones La Bastilla, Buenos Aires, 1980.
De Marco, Miguel A. Roca, el arquitecto del Estado moderno (en Revista Institucional de la Bolsa de Comercio de Rosario edición n° 1524). Rosario, 13 de Enero de 2015.
Ibarguren, Carlos. La historia que he vivido. Eudeba, Buenos Aires, 1969.
Revista Caras y Caretas. Varias ediciones de 1903, 1904 y 1905.
Rosa, José María. Historia Argentina t. 9. Editorial Oriente, Buenos Aires, 1976.

lunes, 29 de julio de 2024

IR AL PSICOANALISTA




















Escribe: Gabriela Borraccetti *

Nadie abre la puerta de su casa con la llave del vecino. (Gabriela Borraccetti)

La empatía es la posibilidad de colocarse, no sólo en los zapatos del otro; sino en sus heridas y sus sonrisas. Es un don —hasta cierto punto— que poseen las personas de tipo sensible, y aunque todos crean ser propietarios de esta cualidad; son realmente muy pocos los que pueden utilizarla al extremo de despojarse de toda su carga de prejuicios, y también de sus sentimientos y valores, para poder adoptar los del otro en un 100%.
En ese sentido, ser empático es una especie de "despersonalización" y algo que está lejos de ser favorable tanto para el que intenta sanar como para quien dirige su cura.
Por otra parte, empaparnos de la personalidad del otro no significa poder acceder a transformar el dolor de quien nos consulta; pues lo que menos debemos hacer cuando alguien está decidido a entrar en su interior, es comprenderlo, y mucho menos; aconsejarlo o decirle qué es lo que tiene que hacer (algo que se suele adjudicar al psicólogo, pero que nunca debería ser esperable en un psicoanalista).
Comprender y empatizar es traspasar nuestras barreras y límites para entrar en el otro. Y esa "entrada" lleva necesariamente a una identificación que vuelve a los problemas imposibles de ser vistos con suficiente perspectiva. Por esta razón, un psicoanalista jamás aconseja como lo haría un pariente, compañero, amigo o par.
Lejos de dirigir la vida de nadie, la función de un psicólogo no tiene que ver con convertirse en un aliado en el dolor, pues en ese caso, la relación terapéutica se estaría transformando en vínculo amistoso, siendo ésta una hermosa compañía, pero no una guía para el autoconocimiento.
El psicólogo, en cambio, necesita constituirse en un lugar convocante para la palabra, en un espacio donde su silencio, atraerá aquello que debe ser dicho para comenzar a escarbar en las profundidades. En ese espacio sin más condición que la de "hablar", aparecerán las huellas de aquello que nos ha llevado a la senda del dolor, y desde allí, se podrá desandar el conflicto.


Todos creemos hacer lo mejor con nuestras vidas, pero muchas veces olvidamos (e incluso amputamos mediante represión) aquello que hemos resignado y extirpado de nuestro mundo, con tal de ser aceptados, aprobados, queridos y reconocidos. En ese esfuerzo por ser quienes no somos, se ha ido nuestra salud, nuestro equilibrio, nuestra alegría y nuestro empuje para seguir viviendo. La vida se ha transformado en una prisión, y el dolor ya no nos deja seguir adelante como si nada.
Entonces, nos ponemos en movimiento e intentamos muchas maniobras, entre ellas, las de encontrar aliados. El problema es que nadie puede resolver lo que no resolvemos nosotros, y siempre, indefectiblemente, somos el tesoro y el recipiente que guarda tanto el saber, como la clave de acceso al mismo.
Allí, en las cavernas de lo inconsciente, debajo de una piedra custodiada por un monstruo, se encuentra nuestra llave. Y guiarnos en el camino es la función del psicoanalista.


Recuerda: nadie puede darte una llave nueva, ni prestarte la suya. Tienes que recuperar la tuya si es que quieres ser "dueño" de tu vida.

Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista y artista plástica. 
Para contactar con ella por consulta psicológica o terapia psicoanalítica, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.


viernes, 26 de julio de 2024

UNO DE ESOS DÍAS












































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

El tipito se despertó temprano. Muy temprano. Atenaceado por la urgencia del deseo elocuentemente manifestada en la erección de su sexo. Y se masturbó pensando en Ella.
No obstante, el efecto placentero del sucedáneo al que obligadamente tuvo que recurrir; fue efímero, tanto, que nada más levantarse de la cama supo, aún sin poder explicarse cómo y porqué; que ese iba a ser uno de esos días.
Entonces, la inmediatez se le trocó bruscamente en morosidad, como si percibiera que su cielo amenazaba con ennegrecer. Se dirigió cansinamente al baño y se miró en el espejo. Esa arruga —otra más— no estaba ayer. Al menos, eso le parecía a él (o quizá, prefería y elegía creerlo así). Se afeitó cuidadosamente, se bañó, se perfumó y se vistió. Y mientras tanto, sin concederle tregua, un dejo de tristeza se le fue ganando en el corazón, despacio pero firme y sostenidamente. Lo que había sido meramente un presentimiento, un pálpito; fue tornándosele una certeza: sí, indudablemente todo pintaba para que ese fuera uno de esos días.
En el teléfono, la cantarina voz de Ella, la mujer amada, le llegó acariciándole el alma y mitigando su esplín. Pero sólo brevemente: ni bien cortó la comunicación; la insatisfacción lo aguardaba de nuevo, tenaz e implacable. 
—La distancia es una mierda —musitó para sí, frustrado. Miró el reloj: las 8. Sacó la cuenta de los días que faltaban para que Ella llegara: once. ¡Aún faltaban once días! Misturada con la ansiedad, la tristeza se le fue haciendo enojo. Un enojo que adentro suyo, crecía y crecía.
Después, ya en franca iracundia, el tipito dio un par de gritos en soledad, puteando por cosas de nada que se empeñó en considerar importantes como si en realidad lo fueran. Cerró la puerta ruidosa, furiosamente, salió al pasillo y apretó impaciente e insistentemente el botón para llamar el ascensor. Una vez en la calle, sin cuidarse y a viva voz, comenzó a lanzar imprecaciones contra dios, el clima, el tránsito, el ruido, el mundo, la gente… contra todo. —¡Vida puta! —exclamó a voz en cuello. —¿Y vos qué mirás, pelotudo? —le espetó trascartón a un infeliz que cruzaba y que (creyó notar él) contemplaba la escena con extrañeza.
Ya sentado ante una mesa en el bar de costumbre, ordenó su frugal desayuno de siempre (cuya composición, a esa altura de su vida, bien podría estar grabada en una placa de bronce): un café y dos medialunas de grasa. Y como el mozo —consideró él— demorara en alcanzarle el diario (al que por otra parte, reputaba de pasquín inmundo), le enrostró un reproche tan agrio como arbitrario. —Y bueno… al fin de cuentas ¿acaso no es injusta la vida? —se dijo el tipito, indulgente consigo mismo.
Decididamente, ese no “iba a ser”, sino que de hecho, ya lo era…uno de esos días.

-Juan Carlos Serqueiros-


martes, 23 de julio de 2024

EXAMEN DE EXISTENCIA





























Escribe: Gabriela Borraccetti *

Antes era usual decir que al final del día, previamente a dormir, había que hacer un examen de conciencia. El tono imperativo, culpógeno (sí, culpógeno, por más que la RAE se empeñe en no admitir el término), oscuro y punitivo, generaba miedo antes que una clara y abierta auto observación. Con el tiempo, de tanto repetir "por mi culpa, algo debo haber hecho", uno se cansa y ya no piensa en qué invirtió sus minutos. Uno no examina nada; cree que ya se recibió de santo a fuerza de confesiones sin culpa y de culpas inconfesables.
Sin embargo; hay un momento en que naturalmente —o no tanto—, uno debería evaluar si está donde quiere, haciendo lo que desea y viviendo según su pulso. Algo así como un examen; pero de existencia.
En esa instancia, se supone que ya hemos aprendido —o al menos es de desear que lo hayamos hecho— a no perder el tiempo. Sabemos que cada tic tac se va encaminando a un fin y que depende de nuestras elecciones saber si estamos viviendo o solamente transcurriendo. Cuando me doy cuenta de que transcurro, es porque no hice nada ni por mí ni por nadie, o porque teniendo problemas, decido esperar a que el tiempo se encargue de resolverlos o el olvido los borre.
Y resulta que eso es algo que jamás se cierra, por lo contrario; son las semillas de una herida que en la oscuridad se abren, largan raíces y un tallo que a medida que salga a la luz, crecerá con las ganas de empujar fuera de uno todo lo que intentó esquivar o dejar irresuelto.
No hay nada, ya sea para bien o para mal, que el tiempo borre. Antes bien; exacerba el sentimiento a expensas de la memoria.
No lo olvides.

Lic. Gabriela Borraccetti
Psicóloga Clínica
M. P. 16814

* Gabriela Borraccetti (n. 1965, Vicente López, Buenos Aires), es licenciada en Psicología por la Universidad Argentina John F. Kennedy. De extensa trayectoria profesional, ejerce como psicóloga clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de la angustia, el estrés, los temas de la sexualidad y los conflictos derivados de situaciones familiares, de pareja y laborales. Es, además; poetisa, cuentista, artista plástica y astróloga. Para contactar con ella por consulta o terapia, enviar e-Mail a licgabrielaborraccetti@gmail.com o Whatsapp al +54 9 11 7629-9160.



miércoles, 17 de julio de 2024

ROCK YUGULAR























Escribe: Juan Carlos Serqueiros

ROCK YUGULAR
(Beilinson-Solari)

Dame... dame tu vida
dame y tendrás mi piedad
dame la sed de tus ojos acorazados
y dame tu insolencia también.
Rara vez esta vida tiene sentido, amor
y así ves que hasta mi sombra brilla
en esta ciudad.
Caen, caen al fin, caen los disfraces
caen desnudándote
mientras unos fantasmas, fieles amigos
ríen de vos y se roban tu fe.
Vas copiando tu herida sobre un pañuelo rojo
y ya sabés que jugando al borrego te van a carnear.
Risas en el taller del diablo
trampas para tu soñar
no vas a ser esclava del paraíso
vas a bailar en un rock yugular.
Te ves en el pequeño espejo del mundo de hoy
y no querés que la lima del tiempo lo muerda otra vez.
Dame... dame tu vida
dame y tendrás mi piedad
dame la sed de tus ojos acorazados
y dame tu insolencia también.

Una canción de amor que lleva un impactante título como síntesis de la poética que viene a continuación de él. Y además; atinadísimo, porque es, en efecto, un rock yugular en tanto salta al nudo de la cuestión, sin vueltas ni prolegómenos, va "a los bifes", directo a la yugular, digamos. ¡Ah!, y también porque es sanguíneo e impuro a la vez (la yugular es una vena, y las venas son las que conducen la sangre impura; a diferencia de las arterias, por la cuales circula la sangre pura).
Con el vocablo rock en el título, el Indio no se refiere al género musical, sino al rock como cultura, y como tal, impregnada de lo mejor y lo peor que hay en el ser humano. Es como una reiteración del convencimiento (ya expresado por él en otras canciones) de que el bien y el mal coexisten en el hombre, de que nadie es total ni permanentemente bueno o malo; sino que cada uno de nosotros es capaz de la extrema bondad y también de la extrema maldad. Un concepto bastante difícil de expresar, aún en prosa; imaginemos lo que será en poesía... Por ello, esta letra es de esas que "no se interpretan", sino que "se sienten" (como toda la lírica solariana, bah). Decía que es una canción de amor (de AMOR en serio, AMOR en toda la acepción de la palabra; no amor de romance cursi). Pero bueno, no hay ninguna garantía, así como no hay garantías de y en nada. Igual, se sabe: acá estamos para cometer el sacrilegio de interpretar, y por eso lo hacemos... y por eso brindamos, ladrón de mi cerebro! 
"Dame... dame tu vida / dame y tendrás mi piedad / dame la sed de tus ojos acorazados / y dame tu insolencia también": Le canta a alguien en quien deposita el amor IDEAL, pero no ideal en el sentido de perfecto, inmaculado, así casi como una abstracción; sino como algo concreto, y de hecho, alejado de lo excelso, algo que es maravilloso aún pese a sus faltas o fallas. "En el principio fue la compasión, y el principio es la mitad de todo", dice el texto de Lupus que viene en el disco Lobo suelto; y acá en "Rock yugular", el Indio comienza la letra con esa idea expresada en un disco anterior a Luzbelito. Puesto en el papel de Luzbel en tanto hablante lírico de la poesía, le pide a ese amor ideal que le dé su vida, que se la consagre, y a cambio; él le dará su piedad. Y eso es el "principio de todo". E insta a confiarle sus peores visiones del mundo, lo más malo que haya percibido (de allí lo de "ojos acorazados", blindados porque ya contemplaron lo peor, lo más abyecto e infame que podía ser visto). Y también habilita a la "insolencia" (en el sentido de que no quiere barreras; sino que la cosa vaya directo a la yugular), y porque Luzbel no pide una lealtad obsecuente (remember lo de "un par de culos va a patear, de los que le juran más lealtad") como lo hace el dios de todas las religiones; sino que demanda hasta que seas insolente con él. Y... ¿cuál sería el punto más alto de esa insolencia? Claro está: el de rebelarte contra Dios. Tu libertad llega hasta ese punto...
"Rara vez esta vida tiene sentido, amor": En muy pocas ocasiones logramos ser felices, o mejor dicho; experimentamos la sensación de felicidad. Son instantes brevísimos, fugaces, y es en ellos cuando la vida pareciera adquirir algún sentido. El resto de la existencia es una lucha perdida de antemano, algo a lo cual a menudo no le encontramos sentido, sencillamente porque —como alguna vez me atreví a escribir en uno de los poemitas de los cuales me reconozco culpable— "está cantado el final", ya que partimos de una sola certeza absoluta, de algo que sabemos positivamente: vamos a morir. ¿Entonces? Ya lo dijo Cátulo Castillo, un poeta a quien Solari admira muchísimo: "la vida es una herida absurda".
"Y así ves que hasta mi sombra brilla / en esta ciudad": El Indio pretende que esta noche sea para ese alguien a quien le canta, una de esos instantes fugaces en que la vida tiene algún sentido. Quiere que aunque sea por esa noche, la sombra de él "brille en esta ciudad". Por supuesto que no en un contexto de soberbia o autoestima exagerada, exacerbada, sino todo lo contrario; está diciendo que es lo mejor que puede darle: una canción de amor. Y por eso lo de "hasta mi sombra brilla", como expresando "hasta un nabo como yo puede brillar esta noche". En síntesis, la fama es puro cuento.
Debo decir que me resulta inexplicable que esta letra (sublime) no haya tenido entre los redonditos del abajo, por lo menos el mismo impacto que "Juguetes perdidos"; porque también el amor que contiene está dirigido a esos chicos que vienen de "barrios desangelados". Pero bueno, es imposible determinar por qué una canción que reputamos como bella de toda belleza, no alcanza el mismo grado de preferencia que otras. En fin...
"Caen, caen al fin, caen los disfraces / caen desnudándote / mientras unos fantasmas, fieles amigos / ríen de vos y se roban tu fe": Cuando la poesía de una canción logra traspasarte, influir todo tu ser; "caen los disfraces". Ahí ya no hay vueltas, es una pulsión (el pulso de la yugular), y si la lírica no es capaz de traspasarte, de hacerte sentir por un momento que la vida tiene, aunque más no sea por ese instante, algún sentido; entonces quiere decir que no valió la pena, que era algo que sólo estaba en tus "fantasmas, fieles amigos", es decir, en tus rollos, en los mambos que están en tu psiquis.
"Vas copiando tu herida sobre un pañuelo rojo": Vas reiterando tus errores. Si aplicás sobre una herida sangrante, un pañuelo de color rojo, difícilmente puedas ver la sangre que manó de ella y absorbió el pañuelo; obviamente, porque no hay contraste de colores entre el rojo de la sangre y el rojo de la tela.
"Y ya sabés que jugando al borrego te van a carnear": ¡Basta de inocencia! Si asumís como actitud general de vida la proverbial mansedumbre de un cordero, te van a pasar por arriba. Luzbelito no quiere tu bondad ingenua ni tu lealtad; sino tu insolencia, tu rebeldía.
"Risas en el taller del diablo / trampas para tu soñar": La vida es así, injusta, pródiga en dolor, un valle de lágrimas, y el diablo (sí, el mismo, ese de “Juguetes perdidos” que mea en todas partes) te tiende trampas a cada rato.
"No vas a ser esclava del paraíso / vas a bailar en un rock yugular": Al menos por esta noche, la persona a quien va dirigida la canción, no va a ser "esclava del paraíso", es decir, no va a vivir en el limbo, en la inocencia y en la eternidad prometida por las religiones en un paraíso al que supuestamente llegará después de la efímera existencia terrenal, no; va a adquirir consciencia, a asumir la realidad de su vida, se va a hacer cargo, y aunque sea por esa noche, va a bailar en el rock yugular de una misa redonda ¿Qué tal te queda el moño, eh?
"Te ves en el pequeño espejo del mundo de hoy / y no querés que la lima del tiempo lo muerda otra vez": Impresionante metáfora, la lírica solariana alcanzando uno de sus puntos más altos. "El pequeño espejo del mundo de hoy" es esa noche de misa redonda en la que el Indio te cantó al oído, pero... es sólo un instante, uno en el que la vida parece tener sentido. Por eso querés atesorarlo, guardarlo, y no querés que el tiempo transcurra, sino que se detenga, para que no lo borre, pero a la vez; sos consciente de que eso es imposible, porque la vida ¡ay! es injusta y —ya lo vimos— rara vez tiene sentido. Somos seres incompletos que persiguen la quimera de una completud que —otra vez: ¡ay! — jamás tendremos. Y por eso es esta una canción de amor, porque lo único que nos aproxima (y sólo NOS APROXIMA) a la completud, o, mejor dicho; a la ilusión de completud, es el amor.
"Dame... dame tu vida / dame y tendrás mi piedad / dame la sed de tus ojos acorazados / y dame tu insolencia también": Y termina la canción con esa estrofa ya interpretada.


-Juan Carlos Serqueiros-

viernes, 12 de julio de 2024

LA NOCHE DE LOS SIGLOS























LA NOCHE DE LOS SIGLOS
(Poema de Juan Carlos Serqueiros)

Y el mundo entero revolví,
Buceando, siempre buceando
En la noche de los siglos,
Por ciudades derruidas,
Por aguas procelosas,
Por civilizaciones perdidas.
Allané las montañas,
Crucé los desiertos,
En la selva abrí caminos,
Y a los vientos impuse
Que te llevaran mis ruegos.
A la calle del Tiempo puse ochava,
Al claro de luna ventana,
Y en el peregrinar la templanza
Endureció mi piel y no mi alma.
Al oráculo consulté,
Eché abajo cien palacios
Y en mi noche cuasi eterna
En mil chozas pernocté.
Todo fue por encontrarte
Y aunque no te conocía;
Pero lo que es mi intuición…
¡Esa sí que te sabía!
La fragancia de tu piel
Fue mi estrella y fue mi guía,
Y cuando parecía que mi sueño
Iba a quedarse en quimera;
Volvió de pronto a ser luz
Y me hice todo consciencia.
Entonces al fin te encontré,
En tu fábrica de perfumes,
Allá en el viejo Egipto,
Por aquel tiempo primordial
En que celebramos un acuerdo:
Encontrarnos en esta vida
Para juntos aprender algo.

-Juan Carlos Serqueiros-