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martes, 14 de mayo de 2024

TOTAL... PA' HABLAR AL PEDO NO SE PAGA BOLETO








































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

El 13 de mayo de 2015, el Archivo General de la Nación publicó en su cuenta de Facebook la misma imagen que oficia de portada del presente opúsculo, con este epígrafe:

El médico de la Gobernación de Río Negro, doctor César Fausone, examinando al hombre-mujer detenida por infracción a la Ley de Enrolamiento, 1902.
Documento Fotográfico C2299(sic)


El AGN no especificó la procedencia del documento fotográfico, limitándose sólo a consignar en cuál sección lo conserva; pero por mi parte puedo informarle, mi estimado amigo lector, que la imagen corresponde a una de las tres fotografías que fueran publicadas en la revista Caras y Caretas en su edición del 17 de mayo de 1902, página 39, para ilustrar con ellas un artículo en el cual se narraba sucintamente la detención por infracción a la "ley de enrolamiento" de una persona que vestida de mujer; resultó ser un hombre, circunstancia esa que era conocida por todos los habitantes de Colonia General Eustaquio Frías, en el por entonces territorio nacional y hoy provincia, de Río Negro.
Como puede usted mismo comprobar leyendo los comentarios, es notable (y lamentable) cómo, a partir de una foto que tiene nada menos que 122 años, algunos elaboran las “explicaciones” más fantasiosas, extravagantes, absurdas y ridículas, que van desde endilgarle al médico el mirar con “desprecio” y “soberbia” al detenido, hasta abundar en consideraciones sobre una presunta adscripción suya al positivismo criminológico lombrosiano. Y para mayor gravedad, sin privarse de meter en la misma bolsa a toda la Generación del 80, como si quienes formaron parte de ella hubiesen tenido un criterio unánime, obviando, entre otros factores, este “pequeño” detalle: quien combatió las ideas de Lombroso, polemizando con él en los diarios y en el propio idioma de su contendiente, fue precisamente uno de los más destacados integrantes de la Generación del 80: Osvaldo Magnasco; pasando por todo el arco político-ideológico actual con los que se refieren peyorativamente al infractor tachándolo de “puto” y con los que lo imaginan como una especie de precursor de las personas transgénero y se compadecen de su “triste destino” (el cual, dicho sea de paso, los unos y los otros ni siquiera conocen cuál fue, ni se molestaron en tratar de averiguarlo; pero lo mismo opinan porque total es gratis). En fin…
Esos… “comentaristas”, digamos, no valoraron la excelente calidad de la fotografía (que como enuncié precedentemente, es una de las tres que tomaron para la revista Caras y Caretas dos reporteros gráficos a los cuales se menciona sólo por sus apellidos: Yofré y La Valle, omitiéndose sus nombres de pila), ni mucho menos se detuvieron en las precisiones que se dan en el texto del artículo periodístico (claramente favorable a la índole, prendas de carácter y hábitos de la persona en cuestión). Y ni hablemos de pedirles a esos opinólogos que, aunque más no fuera, procuraran situarse en el contexto histórico.
La “ley de enrolamiento” mencionada tanto en la nota de Caras y Caretas como en el epígrafe del AGN, era en realidad una de las aristas de la ley 4031, propuesta por el Ejecutivo (presidencia de Julio A. Roca) a través del ministro de Guerra, coronel Pablo Riccheri; sancionada por el Congreso el 5 de diciembre de 1901, promulgada el 10 de ese mes y reglamentada en abril de 1902. Si bien el tratamiento de la ley debió apresurarse a raíz de lo que por diciembre de 1901 se estimaba como inminente: el estallido de una guerra con Chile; el propósito que se perseguía era mucho más ambicioso en lo social, en lo político y en lo estratégico-geopolítico, que esa situación coyuntural (que por otra parte; para mayo del año siguiente, esto es, el mes en que se tomó la foto y se publicó el artículo, ya estaba aventada; a punto tal que días más tarde se firmaban los llamados Pactos de Mayo que descartaban toda posibilidad de guerra).
No obstante ello; algunos de los “sesudos comentaristas” postearon irresponsablemente que al supuesto infractor seguramente lo incorporarían al ejército para mandarlo "a pelear contra sus hermanos" y delirios por el estilo; sin reparar en otro “pequeño” detalle: no se lo iba a incorporar al ejército de línea; sino a la guardia territorial. Pero bueno… se ve que para ellos, Goyeneche y Gath y Chaves son lo mismo (“segual”, diría Minguito).
El facultativo que aparece en la imagen es el doctor en medicina César Faussone (no “Fausone” como se consigna erróneamente en el artículo de Caras y Caretas y también en el epígrafe del AGN), un médico italiano arribado al país pocos años antes en el marco del desarrollo que a los territorios nacionales imprimió el gobierno de Julio A. Roca. Faussone fue nada menos que el pionero de la medicina en el sur argentino, y durante mucho tiempo fue el único médico de esa región en leguas a la redonda; por lo cual en aquel momento, el gobierno dispuso que viajara desde Rawson, donde residía, hasta Viedma, a reconocer médicamente al detenido. ¿Y por qué hizo eso el gobierno? Precisamente por las voces que en la pequeña comunidad se alzaron en favor del detenido, quien gozaba de general estima. El doctor Faussone no era lombrosiano ni por asomo, ni miraba con “desprecio” y con “soberbia” al preso, como temerariamente postearon algunos, llevando el divague al extremo.
Hasta donde me es dable saber, en los archivos de Río Negro no se conserva el expediente del cual podrían obtenerse los datos de filiación de la persona en cuestión, a qué etnia pertenecía, el proceso de su detención, etc. (es remotamente posible que algo haya en los archivos del Estado Mayor correspondientes al año 1902, pero ello no parece probable y en todo caso; nadie se dedicó a indagarlo). No obstante; puede inferirse con cierto grado de certeza que su caso fue idéntico al de otros miles: al sancionarse la ley, el Estado no disponía (y muchísimo menos en los territorios nacionales) de registros confiables de las personas, y por otra parte; había aún una alta tasa de analfabetismo, con lo cual muchos ni siquiera estaban enterados de que se había promulgado una ley de servicio militar obligatorio, y si bien es cierto que no puede alegarse ignorancia para soslayar el cumplimiento de la ley; no es menos cierto que la realidad impone cosas que el sentido común no puede obviar; ante lo cual tuvieron que dictarse muchas leyes de amnistía para quienes, voluntaria o involuntariamente, eludieron su cumplimiento; hasta que el Estado pudo al fin enrolar debidamente a todas las personas, lo que se efectivizó recién en 1912 de resultas de la ley Sáenz Peña.
En síntesis, seguramente aquella persona fue liberada a partir del informe del doctor Faussone, y muy probablemente habrá continuado con el oficio de tejidos y bordados que venía desempeñando. Mal que les pese a los fabuladores (tanto los retrógrados que están parapetados tras un conservadurismo esclerosado, obtuso, recalcitrante, acrítico, negador y con frecuencia alarmante, homofóbico, empeñados en denostar “putos”; como también los progres enancados en un indigenismo meramente declamatorio, trasnochado, disgregador y con veleidades de “vanguardista”, obstinados en encontrar “víctimas” de un pasado al cual, pese a no conocerlo ni entenderlo; consideran “oscurantista”).
Unos y otros, inmersos en el océano de prejuicios y estulticia al que los han arrojado todos los gobiernos que a su turno manipularon la historia y trataron de imponer como discurso único su particular y amañado relato del pretérito; continúan creándose las novelas surgidas de sus fantasías y opinando (o más bien, pontificando) como si supieran. Total… pa' hablar al pedo no se paga boleto.

-Juan Carlos Serqueiros-




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