Escribe: Juan Carlos Serqueiros
No soy experto
en arte ni mucho menos; pero no conozco otro/a artista que haya acertado a ilustrar el
sexo en el matrimonio mejor que como lo hace la ucraniana Irina Garshina en este cuadro.
Muy probablemente, el hombre y la mujer que aparecen representados en la pintura, hayan experimentado, durante su noviazgo, todo lo que de sórdido, febril, urgente, improvisado, sucio y, en fin; placentero, tiene el sexo previo a la convivencia. Sexo que hoy por hoy —y ya transcurridos unos cuantos años— se les ha reducido ¡ay! a un polvo extra rápido echado a las apuradas en el living y sin siquiera sacarse la ropa.
Como vemos, el chabón, recién llegado a la casa —ya sea volviendo del laburo o de donde fuere—, se quita sólo el saco y la
corbata, se baja a medias los pantalones y, tras sacarle a su esposa la blusa; le levanta la pollera y la penetra por detrás. El tipo está fornicando con los ojos cerrados, privándose del goce de mirar tanto los exuberantes pechos que se adivinan bajo el corpiño, como el notoriamente opulento culo de su mujer, lo cual nos indica que su excitación, él la trajo desde el exterior, motivada por algo o alguien que vio afuera.
Por su parte, la mujer exhibe una expresión harto elocuente del desinterés y del hastío que siente, y de la resignación con que se obliga a asumir la cosa: mientras el marido se la coge; ella hojea una revista (y nunca mejor
que en esas circunstancias, cabe la consabida y re manida expresión débito conyugal). Evidentemente, que el marido se la esté garchando, a ella la calienta tanto como el precio del tomate en el mercado de Tombuctú. Faltaría sólo un globito con el texto: "¿Acabaste ya? Dale, apurate, que tengo un pollo asándose en el horno".
Cual silentes testigos, asisten a la escena: una foto enmarcada de la noche de bodas, un piano cerrado, la máquina de
coser de ella como improvisado perchero para su blusa, y el tirano implacable del
tiempo que aparece simbolizado en el reloj despertador. A través del ventanal, se distingue en el parque el paisaje otoñal, y un empleado municipal que está barriendo las hojas caídas de los árboles,
tan muertas como la pasión que alguna vez, hace mucho, ardió en esa pareja.
¿Hacer el amor? ¡Minga va a ser eso "hacer el amor"! "Dan
ganas de balearse en un rincón", reza el tango de Homero Expósito. O,
como canta el Indio Solari, "Caldos de Venus que / son como
agua bendita / y un par de rounds de amor / con la tele encendida".
-Juan Carlos
Serqueiros-
Imagen: Irina
Garshina, "Otoño", óleo sobre tela, 2008