Escribe:
Juan Carlos Serqueiros
Uno
contempla, con una mezcla de asombro, dolor e indignación, cómo al narrar la
historia algunos incurren en errores groseros, los cuales son después
reiterados hasta el hartazgo por otros, quienes a su turno, en lugar de
investigar y enmendarlos; se limitan a copiar a quienes les precedieron en la
comisión de los mismos.
Así
ocurre, por ejemplo, con este monumento, al cual en no pocos libros y artículos
se lo describe como que fue levantado "por Belgrano en recuerdo de la
batalla de Tucumán". ¿Puede alguien en su sano juicio imaginar al ínclito
general, que era propiamente la abnegación y el desinterés hechos carne y
espíritu, homenajeándose a sí mismo? Por favor...
Lo cierto es que se trata de la Pirámide que el prócer que creó la Bandera y nos dio la Independencia, mandó erigir en 1817 o 1818, en la antigua Ciudadela, en celebración de y homenaje a, las victorias obtenidas en Chile por el Ejército de los Andes al mando del general San Martín, las cuales se festejaron hasta el delirio en la Tucumán de por entonces.
Lo cierto es que se trata de la Pirámide que el prócer que creó la Bandera y nos dio la Independencia, mandó erigir en 1817 o 1818, en la antigua Ciudadela, en celebración de y homenaje a, las victorias obtenidas en Chile por el Ejército de los Andes al mando del general San Martín, las cuales se festejaron hasta el delirio en la Tucumán de por entonces.
El
monumento, construido de ladrillos, estaba rodeado de rosales y se hallaba al
fondo de una alameda, paralelo a la cual corría un manso y cristalino arroyuelo.
Todo aquello conformaba un paisaje ensoñador que movía al fervor patriótico y
que muy pronto se constituyó en uno de los paseos preferidos por los tucumanos
de la época. Afortunadamente, todavía se yergue, orgulloso en su humildad, y esa feliz
circunstancia nos pone en condición de poder admirarlo (ver la imagen que oficia de
portada de este artículo).
Pero también, merced a ciertos testimonios históricos; nos es dable conocer cómo era originalmente y por qué fue levantado.
Pero también, merced a ciertos testimonios históricos; nos es dable conocer cómo era originalmente y por qué fue levantado.
En
1834, la pluma de Alberdi en su célebre Memoria
descriptiva sobre Tucumán, lo reseñaba de este modo:
Ya el pasto ha cubierto el lugar donde fue la casa del General Belgrano, y si no fuera por ciertas eminencias que forman los cimientos de las paredes derribadas, no se sabría el lugar preciso en que existió (nota mía: lo consignado por Alberdi nos permite saber que ya en 1834, de la casa que habitaba Belgrano en Tucumán, quedaban sólo los cimientos). Inmediato a este sitio está el campo llamado de Honor, porque en él se obtuvo en 1812, la victoria que cimentó la independencia de la República (nota mía: se refiere a la Batalla de Tucumán, acaecida el 24 de setiembre de 1812) (…) que presenta la forma de un vasto anfiteatro como si el cielo le hubiera construido de profeso para las escenas de un pueblo heroico (…) A dos cuadras de la antigua casa del General Belgrano, está la ciudadela (nota mía: alude a la fortificación pentagonal conocida como la Ciudadela, el campamento militar que había dispuesto emplazar San Martín en 1814, tras asumir la jefatura del Ejército Auxiliar del Perú, y donde después, con Belgrano nuevamente como jefe de dicha fuerza, estaban los cuarteles). Hoy no se oyen músicas ni se ven soldados. Los cuarteles derribados, son rodeados de una eterna y triste soledad (…) Entre la ciudadela y la casa del General Belgrano se levanta humildemente la pirámide de Mayo (nota mía: Alberdi -que por la época en que Belgrano mandó construir el monumento era un niño de 7 u 8 años y vivió en Tucumán sólo hasta los 14-, creía, en 1834, al regresar a su ciudad natal -brevemente, pues sólo estaría allí pocos meses-, que se la había erigido en homenaje a la Revolución de Mayo y por esa razón la denomina así), que más bien parece un monumento de soledad y muerte. Yo la vi en un tiempo circundada de rosas y alegría; hoy es devorada de una triste soledad. Terminaba una alameda formada por una calle de media Iegua de álamos y mirtos. Un hilo de agua que antes fertilizaba estas delicias, hoy atraviesa solitario por entre ruinas y la acalorada fantasía ve más bien correr las lágrimas de la Patria. (sic)
Por
su parte, José María Paz, en sus Memorias,
dice:
Las victorias de Chacabuco y Maipo compensando en cierto modo nuestros desastres anteriores nos abrieron una nueva fuente de recursos (…) La última de estas victorias, después de la impresión que había producido en los ánimos el desastre de Cancha-rayada fue celebrada en Tucumán con locura. El General Belgrano hizo levantar un monumento para perpetuar su memoria, el que se conservaba hasta estos últimos años. (sic)
Esto
implica que Paz, al consignar que el monumento se erigió con “la última de
estas victorias” y después del ”desastre de Cancha Rayada”, está indicando que
lo fue a posteriori de la Batalla de
Maipú, librada el 5 de abril de 1818.
Con
las guerras civiles, el sitio fue cayendo en el abandono, hasta que en 1858, un
antiguo oficial de Napoleón, que fue después edecán de Belgrano, acompañó a éste en su último viaje a Buenos Aires y permaneció junto al general hasta
que falleció: el teniente coronel Emidio Salvigni (quien durante el
rosismo había emigrado a Chile y redondeado una regular fortuna con sus
actividades en la minería), regresó a Tucumán, y al ver el estado en que se
hallaba el monumento, el 12 de junio le ofreció al por entonces gobernador de la provincia,
Marcos Paz, costear de su propio bolsillo tanto la restauración de la Pirámide
como los gastos que demandara protegerla con una verja de hierro. El gobernador
no sólo acogió con beneplácito la oferta de Salvigni, sino que además; al día
siguiente decretó la formación en el sitio de una plaza, la cual debía llevar
por nombre General Belgrano.
Pero sabido es que en este nuestro bendito país, las cosas, o bien se hacen a las apuradas y mal, o sufren una morosidad
exasperante y descorazonadora hasta su ejecución; con lo cual la plaza en cuestión se inauguró
recién en 1878, en ocasión de los actos y festejos por el Día de la
Independencia.
Esta
es una fotografía de la Pirámide, tomada por Angel Paganelli en 1872:
Esta otra, en la cual se distingue el monumento al fondo de la calle, fue tomada
el 9 de Julio de 1878, en el acto inaugural de la plaza Belgrano:
Y en esta, podemos apreciar el monumento tal como estaba c. 1900:
En
1910, para el Centenario de la Revolución de Mayo, durante la presidencia de
Figueroa Alcorta se editaron en Buenos Aires álbumes alusivos a tan relevante aniversario. Uno
de ellos, con alcance nacional: Centenario
Argentino. Álbum Historiográfico de la República Argentina. Ciencias, Artes,
Industrias, Ganadería y Agricultura.
Y los otros, con particularidades propias de cada provincia. En el correspondiente a la de Tucumán, titulado Álbum Argentino, se describe el
monumento y se suministran detalles, como por ejemplo, el de las inscripciones
que había en las cuatro caras de su base. En la que da al norte: “La
independencia de la República Argentina se juró en este suelo, que sirvió de tumba
a los tiranos”; en la que da al sur: “A la jornada de Chacabuco la consagró el
general en jefe del Ejército Auxiliar del Perú, don Manuel Belgrano”; en la que
mira al este: “La República Argentina, fuerte y feliz por la Constitución de
mayo, que debe al ilustre presidente Urquiza, vea su nombre restaurado este
monumento”; y en la que da al poniente: “En este campo el ilustre general
Belgrano venció al ejército español en la batalla del 24 de septiembre de
1812”.
Con
total certeza, al menos tres de las inscripciones que se citan en el Álbum Argentino, fueron puestas con
posterioridad a que se erigiera la Pirámide, seguramente en ocasión de la
restauración costeada por Salvigni en 1858; porque obviamente, el prócer no iba
a homenajearse a sí mismo con la que alude a la Batalla de Tucumán, y mucho
menos auto calificándose de “ilustre” (por más que lo haya sido, y además; muy).
Y tampoco pueden atribuirse a Belgrano -fallecido en 1820- ni la que menciona
la “Constitución de mayo” (de 1853) -lo cual, además; está expresamente consignado, pues
la inscripción dice “vea (Urquiza) su nombre restaurado este monumento”) ni la referida
a la independencia “de la República
Argentina”, por no ser esa la denominación de nuestro país en épocas del
creador de la Bandera y artífice de nuestra Independencia. De modo que en el
hipotético caso de que el prócer hubiese hecho poner una inscripción; ésa sólo
podía ser la que remitía al triunfo de las armas de la patria en Chile.
Y
es, querido lector, llegado el momento de abordar una cuestión: Belgrano, ¿ordenó
levantar la Pirámide en honor al triunfo de Chacabuco, al de Maipú o lo hizo
por ambas batallas? La verdad es que hasta el momento, no puede despejarse el interrogante.
Como ya hemos visto, Paz consigna que fue por Maipú; mientras que Salvigni estipula que
fue por Chacabuco.
No he podido hallar ni en los fondos Gobierno, Hacienda y Cabildo, ni en la Sección Administrativa 1573-1915 del AHPT, disposición alguna ni de Belgrano ni de los gobernadores Bernabé Aráoz en 1817 y Feliciano de la Mota Botello en 1818 ni del Cabildo, que fuera relativa a la erección del monumento; como tampoco hay asiento de los gastos que demandó la obra.
Ello
me conduce (siempre y cuando, lógicamente, lo infructuoso de la búsqueda no se
haya debido a fallas u omisiones mías) a inferir que el prócer hizo levantar la Pirámide
con ladrillos fabricados por sus propios soldados, constituyendo ellos mismos
también la mano de obra, dirigidos por alguno de sus oficiales. Al fin y al
cabo, la Ciudadela se había edificado de esa manera: construyendo los soldados
sus propios cuarteles.
En las cartas remitidas por Belgrano a Güemes no hay, ni en la que le informa la victoria obtenida en Chacabuco ni en las cursadas durante el trimestre posterior a la batalla, mención alguna a que haya dispuesto elevar el monumento. Tampoco hay ninguna referencia a ello en las que por esos días Belgrano escribió a San Martín. Y lo mismo ocurre con las dirigidas a ambos, San Martín y Güemes, por Belgrano una vez anoticiado del triunfo en Maipú.
En función de lo hasta aquí citado, particularmente me hallo inclinado a creer que debe de haber sido en celebración por la
victoria de Chacabuco, como consignó Salvigni; pues estimo como muy probable que al momento de escribir Paz sus Memorias, tuviera ya borroso el recuerdo del suceso por los muchos años
transcurridos desde que Belgrano dispuso que se erigiera el monumento; mientras
que Salvigni, en su condición de edecán del general, fue testigo presencial y además; necesariamente tuvo que
haber participado del hecho (como por otra parte, lo afirma él mismo en la nota
de fecha 12 de junio de 1858 que dirige al jefe de policía).
En
1877 -un año antes de la inauguración de la plaza Belgrano cuya creación había
decretado, como vimos, Marcos Paz en 1858-, el acaudalado comerciante y estanciero
Andrés Egaña interesó al gobierno tucumano (Tiburcio Padilla) en embellecer
y realzar el monumento, asumiendo él los gastos que la empresa demandara. Con
ese cometido, encargó a un escultor suizo que vivía en Córdoba, José Allio, la
reforma de la pirámide. Éste la coronó con una esfera y cubrió con
mármol sus cuatro caras, colocando en cada una de ellas una inscripción, todas
distintas a las que muchos años después se reputaron en el Álbum Argentino como “originales” (y que como consigné antes, al
menos tres de ellas, con seguridad no lo eran). Las que introdujo Allio decían
(o mejor dicho; dicen, pues son las que el monumento exhibe aún hoy): “General
Belgrano. 1812”, “1812. General Eustoquio Díaz Vélez”, “Tucumán. Bernardo
Monteagudo”, y “1840. Marco Avellaneda”. Así las cosas, se había alterado
sustancialmente la significación que pretendió Belgrano darle a la Pirámide, trocando en
ella su homenaje a la gesta de San Martín en Chile; por una alusión a la
Batalla de Tucumán y la mención de tres figuras históricas que ninguna vinculación
tenían con la victoria obtenida por el Ejército de los Andes. ¿Por qué eso?
Ocurría que el gestor y costeador del embellecimiento de la Pirámide, Egaña (n. 1816, Lima, Perú), estaba casado con Manuela Díaz Vélez, hija del general Eustoquio; de allí lo de mencionar a éste en una de las inscripciones introducidas en el monumento, antedatando a su nombre, “1812”, de manera de disimular, aludiendo a su participación -destacadísima, dicho sea de paso- en la Batalla de Tucumán; el verdadero motivo de citarlo en la Pirámide: su parentesco con quien pagaba las obras. A la vez, Egaña -miembro conspicuo del autonomismo- se hallaba estrechamente vinculado al por entonces presidente de la Nación, Nicolás Avellaneda, en tanto había sido no sólo uno de los primeros impulsores de la candidatura de éste, sino además; el principal aportante económico en su campaña electoral, y por eso la mención de Marco Avellaneda (padre de Nicolás), precedida por la cita “1840”, en elíptica referencia al 7 de abril de ese año, fecha en que la legislatura tucumana por él encabezada (y asimismo, había sido él quien instigó el asesinato del gobernador Alejandro Heredia y pagó a los que encabezados por Gabino Robles ejecutaron aquel magnicidio) se pronunció contra Rosas. Por último, el gobernador de Tucumán, Tiburcio Padilla, era muy amigo del presidente Nicolás Avellaneda y compartía con él la admiración hacia la figura histórica de Monteagudo; siendo ese el motivo por el cual se menciona a éste en otra de las inscripciones de la Pirámide, anteponiendo “Tucumán” a su apellido, de modo de resaltar que había nacido allí.
Y así fue, estimado lector, como se desvirtuó completamente el sentido que Belgrano otorgara al monumento
que ordenó levantar.
En
1914, la plaza fue declarada Lugar Histórico Nacional. Y en 2012, año en
que se cumplió, el 24 de Setiembre, el Bicentenario de la Batalla de Tucumán;
se dispuso el embellecimiento de la misma. Sin embargo, y desde que se alteró
la significación del monumento, nunca ningún gobierno se ocupó de restituir la que
le otorgara el prócer que mandó erigirlo; con lo cual la inmensa mayoría de
los argentinos ignora cuál es la verdadera. Incluso, la cosa ha llegado al
extremo de que hasta los organismos oficiales incurren en errores (horrores, en
realidad) al momento de citarlo.
Así,
por ejemplo, en el sitio web de la Municipalidad de Tucumán se denomina al
monumento -correctamente, pues de ese modo se lo llamó durante mucho tiempo y
se ajusta a la verdad histórica- “Columna de Chacabuco”; pero a continuación, se
consigna que Belgrano la hizo levantar “en honor al Gral. San Martín por el
triunfo en Chile de la Batalla de Maipú” (sic). O sea, la llaman de Chacabuco y
trascartón ponen que es en homenaje a Maipú. De locos. Y para rematar el
dislate, se cita: “(1817)”; cuando la batalla de Maipú aconteció… ¡en 1818! Uno
no puede menos que preguntarse si quien está a cargo de la página de la
Municipalidad habrá terminado de cursar la primaria, porque -al menos, cuando
yo la hice- eso se enseñaba en sexto grado.
Otro:
en su página de la red social Facebook, el Archivo Histórico de la Provincia de
Tucumán, en sus publicaciones del día 7 del corriente, llama al monumento -acertadamente,
pues era ese otro de los nombres por los cuales se lo conocía, y se corresponde
también con la verdad histórica- “Pirámide de la Ciudadela”; pero seguidamente
pone que fue erigida... ¡"en conmemoración de la Batalla de Tucumán"! Y en “prueba”
de ello cita como “fuente”… ¡a Wikipedia! Como si algo extraído de Wikipedia,
donde cualquiera puede subir lo que se le antoje, hasta el disparate más inconcebible o la infamia más atroz o la más descarada de las mendacidades,
haciendo aparecer lo publicado como si se tratase de la mismísima verdad revelada. Y eso lo toma como documento y testimonio nada menos que el organismo oficial que, precisamente, tiene por misión las clasificación, guarda, conservación y publicación del acervo histórico de todos los tucumanos.
Me
vienen a la memoria unos versos de José Larralde en su Fragmento de Catalino Paredes: “Si yo no lo hubiera visto, / diría
que esto es un cuento, / un bolazo, nada más, / pa’ hacer reír un momento. / Que
uno a veces dice cosas / de a dieces como de a cientos / y ande quiere fantasiar,
/ le va poniendo el acento”.
Urge
restituir a la Pirámide de la Ciudadela el carácter de monumento consagrado a celebrar y homenajear la/s victoria/s obtenida/s en Chile por el
Ejército de los Andes al mando del general San Martín que le otorgó Belgrano cuando
dispuso levantarla, quitando del revestimiento de mármol las inscripciones que
se colocaron en 1877, para poner, en cambio; una en la cual se consigne su motivo y
propósito, o simplemente una placa de bronce estipulándolo veraz, clara e inequívocamente.
-Juan
Carlos Serqueiros-
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REFERENCIAS DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS
AHPT.
Fondo de Gobierno. Decretos de Gobierno, 1854 a 1896.
Alberdi,
Juan Bautista. Memoria descriptiva sobre
Tucumán. Imprenta de la Libertad, Buenos Aires, 1834.
Diario
La Gaceta. Ediciones de fechas:
08.08.1976, 12.02.2011, 25.03.2012, 07.10.2012, 13.12.2015 y 12.02.2017.
González
O.P., Fr. Rubén. San Martín y Belgrano.
Una amistad histórica, en Revista del
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Granillo,
Arsenio. Provincia de Tucumán. Serie de
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Paz,
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Sitio
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Wilde, Ana. La renegociación de la unión desde la
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